¿QUIEN no se habrá conmovido ante las trágicas palabras de Cristo Jesús, cuando oraba en el huerto? En el momento más tenebroso de su carrera, cuando se vió constreñido a presentar la prueba máxima de la presencia de Dios, buscó apoyo en aquellos a quienes amaba y a quienes tanto había ayudado. En aquella hora, él necesitaba la ayuda de sus amigos y les pidió que lo acompañasen en la oración, pero ellos le fallaron y en el inmenso vacío del abandono mental, Jesús dirigió a Simón Pedro aquella pregunta transcendental: "¿De modo que no habéis podido velar conmigo una sola hora?"
Había acudido a sus amigos y éstos le faltaron. Ahora, recurrió por completo a Dios y recibió el apoyo que necesitaba; ya nada esperaba del sentido humano de la existencia. Aceptó el hecho de la existencia espiritual y no buscó ningún otro sostén.
Cuán a menudo nosotros, como seguidores de Cristo Jesús y estudiantes de la Christian Science, hemos sentido que, de habérsenos presentado aquella oportunidad, no le hubiésemos faltado, sino que hubieramos más bien respondido a su petición, apoyándole con una hora de sincera oración.
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