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Velando por una sola hora

Del número de enero de 1947 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿QUIEN no se habrá conmovido ante las trágicas palabras de Cristo Jesús, cuando oraba en el huerto? En el momento más tenebroso de su carrera, cuando se vió constreñido a presentar la prueba máxima de la presencia de Dios, buscó apoyo en aquellos a quienes amaba y a quienes tanto había ayudado. En aquella hora, él necesitaba la ayuda de sus amigos y les pidió que lo acompañasen en la oración, pero ellos le fallaron y en el inmenso vacío del abandono mental, Jesús dirigió a Simón Pedro aquella pregunta transcendental: "¿De modo que no habéis podido velar conmigo una sola hora?"

Había acudido a sus amigos y éstos le faltaron. Ahora, recurrió por completo a Dios y recibió el apoyo que necesitaba; ya nada esperaba del sentido humano de la existencia. Aceptó el hecho de la existencia espiritual y no buscó ningún otro sostén.

Cuán a menudo nosotros, como seguidores de Cristo Jesús y estudiantes de la Christian Science, hemos sentido que, de habérsenos presentado aquella oportunidad, no le hubiésemos faltado, sino que hubieramos más bien respondido a su petición, apoyándole con una hora de sincera oración.

Hoy tenemos una oportunidad algo semejante, en ciertos aspectos, a la que se dió a los discípulos de Jesús. Cada domingo pasamos una hora en nuestras iglesias alabando a Dios y consagrándonos a seguir, de manera científica, a nuestro Mostrador del camino. Esa hora de culto dominical es una hora que pasamos en vela con Cristo, la Verdad.

Nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, nos ha dejado instrucciones en el Manual de La Iglesia Madre, diciendo que "las oraciones, en las Iglesias de la Christian Science, serán ofrecidas a favor de las congregaciones, colectiva y exclusivamente" (Artículo VIII, Sección 5). Deseamos ser obedientes a ella y al Manual de su iglesia. Hay quienes creen que la oración en las iglesias se limita al Padrenuestro y a la oración en silencio que le antecede. No obstante, la hora completa de culto, es una de oración continua. ¿No dijo Pablo: "Orad sin cesar"? Con cuidado y perseverancia debemos evitar que nuestro pensamiento se desvíe del modo de pensar que en sí constituye la oración.

"Cuando la ilusión de la enfermedad o del pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento." Estas palabras de Mrs. Eddy que ocurren en la página 495 de Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras) describen la oración y nos enseñan como hacer frente a cualquier situación o argumento que pueda presentársenos para ser destruído. Al contemplar únicamente Su semejanza, el pensamiento es dedicado por completo a la pura realidad espiritual, y a ver al hombre como lo ve Dios.

Uno de los efectos de la oración consiste en la eliminación del hábito de la crítica personal, que es una inclinación devastadora de la mente humana. A veces, aquellos quienes más desean la espiritualidad se hacen víctimas de su propio falso concepto de las cosas, que no han logrado destruir. Al principio, los fariseos no eran hipócritas, sino miembros de una secta sumamente estricta. Fué precisamente su fervor por cumplir escrupulosamente con la ley Mosaica, lo que originó su exageración en los pequeños puntos de obediencia al ritual.

Nuestra Guía nos ha señalado el poder para el bien que encierran nuestras Lecciones Bíblicas, y la pureza del pensamiento de quienes las escuchan acrecentará mil veces su influencia y sacará a luz su fuerza curativa y vigorizante.

Resueltamente unidos en el propósito de ver sólo lo que es espiritualmente real, debiéramos ser inmunes al argumento de la justificación propia, que tan a menudo es la causa de la crítica. Bendito es el que puede pasar una hora con un practicista consagrado de la Christian Science, quien lo está viendo solamente como el hijo de Dios, pues es así que la enfermedad se cura, el pecado es destruído, los corazones son vivificados y el gozo es restituído. Nuestros cultos religiosos nos proporcionan precisamente tal oportunidad. Las oraciones de los Científicos Cristianos son poderosas y los resultados sobre quienes estén presentes dependen de la consagración y receptividad individual. No puede haber sino una atmósfera de amor y salud cuando todos los concurrentes a la iglesia vigilen sus pensamientos por una hora y admitan únicamente el modelo perfecto que representa el Cristo.

Recordemos el siguiente mensaje de pascuas, que en el año de 1909 Mrs. Eddy dirigió a los que colaboraban con ella en su hogar: "Una palabra al sabio es suficiente. Les deseo a todos ustedes felices Pascuas, una fiesta del Alma y una ausencia completa del sentido material" (véase The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany [La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea], pág. 263). Nosotros también hemos invitado huéspedes a "una fiesta del Alma" y no del "sentido material." El sentido material se ausentará cuando nos abstengamos de alimentarlo con la crítica o de morar continuamente en el error; y los sentidos del Alma tendrán una fiesta conforme demos la bienvenida a los pensamientos cariñosos que se asemejan a Cristo. De esta manera ofreceremos la fiesta del Alma a todos aquellos que hayan aceptado nuestra invitación para asistir durante una hora a nuestros cultos, y estos servicios religiosos no podrán dejar de curar, porque en ellos se sentirá la presencia de Dios. Los extraños partirán bendecidos y muchos Científicos Cristianos que se hayan demorado en libertarse de algún argumento falso y persistente del error, encontrarán allí nueva inspiración y ayuda. Cuando, por el bien de otros, contemplamos al hombre perfecto, a la manera de Jesús, nosotros también somos bendecidos, pues la gloria de Dios es universal y sin limitación alguna.

Nuestro Maestro probó su dominio completo sobre toda clase de error y de enfermedad—sí, aun sobre la misma muerte. Nuestro deseo es seguir su ejemplo, curar a los enfermos y proteger de esta manera su demostración de la perfección. Nuestro esfuerzo es hacer lo que él haría; y según las palabras de nuestra Guía (Science and Health, pág. 476 y 477): "Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él allí mismo donde a los mortales aparecía el hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo."

Nuestro propósito es vivir nuestras vidas de acuerdo con el modelo que él nos presentó. Entonces, cuando penetremos en el recinto de la iglesia, con humildad y confianza exclamaremos: "Esta hora la velaremos con Cristo, nuestro Señor."

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