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Velando por una sola hora

Del número de enero de 1947 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿QUIEN no se habrá conmovido ante las trágicas palabras de Cristo Jesús, cuando oraba en el huerto? En el momento más tenebroso de su carrera, cuando se vió constreñido a presentar la prueba máxima de la presencia de Dios, buscó apoyo en aquellos a quienes amaba y a quienes tanto había ayudado. En aquella hora, él necesitaba la ayuda de sus amigos y les pidió que lo acompañasen en la oración, pero ellos le fallaron y en el inmenso vacío del abandono mental, Jesús dirigió a Simón Pedro aquella pregunta transcendental: "¿De modo que no habéis podido velar conmigo una sola hora?"

Había acudido a sus amigos y éstos le faltaron. Ahora, recurrió por completo a Dios y recibió el apoyo que necesitaba; ya nada esperaba del sentido humano de la existencia. Aceptó el hecho de la existencia espiritual y no buscó ningún otro sostén.

Cuán a menudo nosotros, como seguidores de Cristo Jesús y estudiantes de la Christian Science, hemos sentido que, de habérsenos presentado aquella oportunidad, no le hubiésemos faltado, sino que hubieramos más bien respondido a su petición, apoyándole con una hora de sincera oración.

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