UN niño, el más pequeño de la familia, había platicado a menudo con sus compañeros de juego, sobre la próxima visita de su abuela, a quien mucho amaba. Poco después de su llegada, un vecinito con quien jugaba le dijo: "Tu abuela es anciana; tiene los cabellos blancos." El primero se detuvo un momento y luego, como si declarase una cosa muy importante, respondió: "Mi abuela no es anciana; ella tiene una cara sonriente."
La cara que refleja alegría, bondad y amor desinteresado, jamás lleva marcas del número de inviernos que ha pasado, sino solamente las impresiones de una experiencia más amplia.
En la primera página del prefacio de su libro Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, ha escrito lo siguiente: "Para conservar un largo curso de años tranquilos y uniformes, en medio de la obscuridad uniforme de la tormenta, la nube y la tempestad, se necesitan fuerzas de las alturas,—tragos profundos de la fuente del Amor divino. Bien puede decirse: Hay vejez del corazón, y juventud que jamás envejece; un Amor que es un niño, y una Psiqué que siempre es niña. Sin embargo, la frescura fugaz de la juventud, no es la siempreviva del Alma, el colorido glorioso del florecimiento perpétuo, el resplandor y la grandeza espiritual de una vida sanctificada, en la cual mora la paz, sagrada y sincera tanto en las tribulaciones como en el triunfo."
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