No hay sino un solo poder. Esta es la poderosa verdad del ser que nos corresponde entender y demostrar científicamente. Puesto que no existe más que un solo Dios, no puede haber sino un solo poder, y éste bueno. La noción de un solo poder que sea malo, es del todo fantástica e insostenible, puesto que el poder del mal solamente puede ser destructivo. La noción de dos poderes antagónicos, uno bueno y el otro malo, ambos procedentes de una misma Causa Primordial, es igualmente insostenible. Ningún poder inteligente crearía o toleraría dentro de sí mismo aquello que destruiría su propia creación. No es posible pensar correctamente ni vivir en armonía sobre la base de dos poderes opuestos. Si el bien es la única causa, el mal forzosamente no puede tener ni causa ni creador, y por lo tanto no existe. Esta doctrina de un solo Dios, un solo poder, es la base de las enseñanzas de Cristo Jesús. Habiendo percibido este único poder o Principio, en su Ciencia pura, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, hace la siguiente declaración en la página 228 del libro de texto, Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras): "No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia posee todo el poder, y el reconocer cualquier otro poder significa deshonorar a Dios."
¡Cuán grande es la liberación del temor continuo y la angustiosa responsabilidad, de quienes se alejan de la idolatría de muchos poderes, muchas mentes, y aceptan el único poder, el cual la Christian Science revela como Espíritu o Mente. La llamada mente humana está hecha de idolatrías, y se convierte en el campo de batalla de sus propias creencias y elementos antagónicos. El monoteísmo puro, o sea, el reconocimiento de un solo Dios, un solo poder, ofrece la única solución a sus problemas — la única base para el razonamiento lógico y científico.
¡Cuán artera es la creencia de que hay dos poderes que gobiernan los pensamientos y acciones de la humanidad, sin que en su mayor parte ésta ni siquiera se dé cuenta de ello! ¡Y cuán rara la ocasión en que se reconoce con júbilo y de una manera cabal, vital y persistente el único poder, sin dudar de manera alguna su omnipresencia y omniacción! El cristiano devoto sin duda se sentiría muy ofendido si se le llamase idólatra, por su creencia en el poder del pecado, la enfermedad y la muerte, o aun el de la pobreza, la vejez y la incapacidad. ¿Pueden, acaso, reconciliarse estas creencias con el único Dios, que es bueno, y, que, además, es la única causa y creador? ¿No es inconcebible, no será aun una blasfemia, creer que Dios podría o sería capaz de expresar en Sí mismo el pecado, la enfermedad, la vejez, la pobreza, la desintegración y la muerte? Sin embargo, ¿no es esta la enseñanza de la falsa teología, que declara que el hombre es la imagen y semejanza de Dios y luego encuentra dentro del hombre todas las malas tendencias y pasiones? ¿No es igualmente inconcebible creer que Dios tienta al hombre con el pecado y en seguida lo castiga por ceder a tal tentación?
El hombre, creado por Dios, el único poder, tiene que ser totalmente bueno, tal como lo es su creador. De consiguiente, no puede tener dentro de sí mismo el poder de ser bueno y malo, o de obrar bien y mal, de tentar, ser tentado o ceder a la tentación; de pecar y arrepentirse, de estar sano y enfermo, todo en contra del Principio de su ser. Para el Científico Cristiano ha llegado el momento de probar y regocijarse en su liberación de la idolatría, de reconocer y tener confianza en el único poder, el Todo y Unico, sin admitir jamás la posibilidad de la existencia de su opuesto, el mal. Guardando así su conciencia aunada con Dios, el bien, acepta su reflejo individualizado del poder infinito, y hace frente a las pretensiones del mal con serenidad, ecuanimidad y confianza, reconociendo que no tienen poder en absoluto. En la página 173 de su libro, Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), Mrs. Eddy dice: "Si la Mente, Dios, es todopoder y todapresencia, el hombre jamás se encuentra con otro poder y presencia que—obstruyendo su inteligencia—le cause dolor, le encadene y le engañe."
¿Será el malestar y la enfermedad la manera en la que presenta el mal sus pretensiones de poder? Para el Científico Cristiano esto no será sino una oportunidad para enfrentar la situación con tranquilidad, reconociendo que el único poder es bueno y que no se halla dividido, ni limitado en forma alguna. Este poder mantiene al hombre, la idea de Dios, en su propia perfección, expresando salud, o integridad, sin que pueda ser tocado por ningún pensamiento falso que vertiera su nefasta sombra de malestar y enfermedad. De no poner completa confianza en este poder, que es el Amor divino, regocijándonos en él, estaremos creyendo en el mal, y por consiguiente temiéndolo. Así es que si la enfermedad se manifestara alguna vez como parte de nuestra propia experiencia, o se nos presentara como una persona pidiendo auxilio, siempre nos mantendremos firmes en nuestro conocimiento y en nuestras declaraciones, de que sólo el bien es poder. Recordemos las instrucciones de nuestra Guía, contenidas en la página 445 de Science and Health: "Ninguna hipótesis sobre la existencia de otro poder debiera interponer dudas o temores para estorbar la demostración de la Christian Science." Esto le capacita al Científico Cristiano para hacer frente no sólo a las pretensiones de la enfermedad, sino al menor vestigio de las pretensiones del mal, con firme regocijo en el único poder, que es el bien. Dándose cuenta de esta verdad, el Científico Cristiano saluda la llegada de cada día con júbilo, libre del temor,—el temor de que pueda suceder algo malo, de que fracase algún buen propósito, de que alguna aparente necesidad no se satisfaga, o de que algún gozo justificado sea negado. Llega a reconocer que este único poder es el poder supremo a cada momento, en todo lugar y para todos por igual, y que encierra dentro de sí todo el bien.
¿Qué se podrá decir acerca de las pretensiones del poder devastador que parece haber asolado la tierra con las fuerzas destructoras del mal? Jesús, quien caminó continuamente con el único poder, dijo: "Mas en comenzando a suceder estas cosas, erguíos y alzad vuestras cabezas; porque vuestra redención se va acercando." Y en los Salmos leemos: "¡Callad, y sabed que yo soy Dios!" Si la cristiandad obedeciera estos mandatos, si reconociera y declarara el único poder que es Dios, contemplaría el efecto que, según el mismo salmo, resulta de tal saber: "[Jehová] hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra." ¡Ojalá que todos los Científicos Cristianos sean obedientes y vean esta promesa cumplida! En Isaías encontramos esta otra profecía consoladora: "Vosotros empero tendréis una canción como en la noche en que se observa fiesta solemne. y gozo de corazón tendréis, como quien marcha con flauta, para ir al monte de Jehová, a la Roca de Israel." Esta alegría del corazón será realmente nuestra,' a medida que lleguemos "al monte de Jehová",—las alturas del entendimiento espiritual. No existe el poder del mal, porque el mal no existe para tener poder. Esto constituye el pináculo de nuestro saber. Esta es la resurrección y la vida. Sólo el bien es poder, y el hombre es la expresión de ese poder divino. Libertado del temor, cada individuo se halla seguro en la omnipotencia del poder divino, aunado con la nobleza de carácter y propósito, rodeado por la belleza y hermosura, abundando en la gracia inagotable, morando por siempre en la inmortalidad de ese poder divino.