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El trabajo en pro de la paz

[Artículo original en alemán]

Del número de abril de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En un artículo en Miscellaneous Writings titulado: “Amad a vuestros enemigos” (pág. 8), Mary Baker Eddy establece claramente que en realidad no tenemos enemigos, a menos que los formemos en nuestro pensamiento. La Christian Science nos proporciona el remedio correcto para la enemistad y toda clase de mal, y nos enseña cómo aplicar este remedio, a saber, destruyendo toda creencia en la realidad de una creación que sea desemejante a Dios, en forma tal que comprendamos correctamente la totalidad y perfección de Dios y Su creación, las que excluyen toda otra existencia. Debemos refutar el testimonio de los sentidos materiales y reconocer la idea espiritual de Dios y del universo como la única realidad.

Quien haya experimentado una curación instantánea mediante la Christian Science es testigo del hecho espiritual expuesto en estas palabras bíblicas (Salmos, 33:9): “El [Dios] dijo: ¡Sea! y fué”. Para percibir la absoluta irrealidad de toda causa o efecto material y para aceptar como real el hecho espiritual de que toda causa y efecto pertenecen a Dios, debemos mantenernos constantemente a la alerta. En la medida en que los individuos y naciones perciban esta verdad, quedará establecida la paz. Mrs. Eddy escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 467): “Debiera entenderse claramente que todos los hombres tienen una misma Mente, un Dios y Padre, una Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfeccionará en la proporción en que se comprenda este hecho; las guerras cesarán, y la verdadera hermandad de los hombres quedará establecida.”

Las siguientes palabras de la “Oración diaria” del Manual de La Iglesia Madre por Mrs. Eddy (Art. VIII, Sec. 4): “ ‘Venga Tu reino’; ¡haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y deseche de mí todo pecado!” expresan el ferviente deseo del Científico Cristiano de que su concepto del ser esté cada vez más en acorde con la perfección espiritual, en la que todo efecto procede de la fuente divina, anulando así toda creencia en los efectos destructivos del mal, la mente mortal. Es el deseo del Científico Cristiano comprender con tanta certidumbre y tan cabalmente que Dios gobierna Su universo, que la existencia de una mente carnal ya se le hace inconcebible.

El concepto mortal de la perfección es tan limitado que le incumbe al Científico Cristiano poner mucho énfasis sobre la petición que encierra la “Oración diaria.” El concepto que tiene la humanidad del reino de los cielos aun se halla en gran parte entremezclado con la teología falsa y la ficción. Un sentido humano del reino de Dios no nos ayuda a progresar hacia la verdad. Hasta que Mrs. Eddy descubrió la Christian Science, aun no se había señalado el camino indicado a través de la vida y las obras del Maestro. El demostró que el cambio hacia un concepto más espiritual de la vida tiene que experimentarse en nuestro propio pensamiento y que no debemos esperar que otros puedan hacer esto por nosotros. La “Oración diaria” ruega que todo pecado sea desechado “de mí”, ¡no de otros!

Puestas en práctica, estas palabras indican que sin hacer caso de lo que hagan o piensen los demás, nosotros mismos debemos hacer lo que es correcto, según la luz de la comprensión espiritual. Nuestra comprensión de la siempre presente realidad y perfección del ser, el ejemplo del Cristo, y no la mera reacción humana a los pensamientos de aquellos que nos rodean, cambiará nuestra vida y nuestro medio ambiente, reemplazando la discordia y las contiendas con la armonía y la paz. Recordemos que no podemos mejorar la mente mortal. Es inútil el atentarlo, ya que la mente mortal es lo opuesto de la inmortal Mente divina, de la misma manera que la obscuridad es lo opuesto de la luz.

Nuestro deber como cristianos es desechar la mente mortal con su falso concepto del hombre material, y revestirnos del hombre nuevo, creado a la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Este hombre existe y está presente, pero no se le percibe en tanto que el pensamiento se vea obscurecido por el falso concepto del hombre como mortal y material, hecho del bien a la vez que del mal. De manera que nuestra tarea es primeramente la de desechar de nuestro pensamiento la confusión de los conceptos mundanos y temporales — la crítica, la envidia, la avaricia, el odio y la condenación — y luego llenarlo con el Amor y la Verdad, con todo aquello que sea bueno, perfecto, eterno y divino. Recordemos las palabras de Jesús (Lucas, 17:21): “He aquí que el reino de Dios dentro de vosotros está.”

A veces oímos decir que el cristianismo ha fracasado. Esto no es verdad. El cristianismo no ha sido aplicado universal y científicamente a los problemas mundiales; de haberlo sido, estos se habrían resuelto. En el grado en que nuestro pensamiento esté de acuerdo con los mandamientos de Jesús, de amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, probaremos que las circunstancias en que nos hallamos se irán ajustando a la ley divina. De esta manera ayudaremos a establecer eficazmente la paz y buena voluntad en el mundo.

El estatuto denominado: “Regla sobre móviles y acciones” hallado en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sec. 1), es de gran significado práctico, y no lo estaremos obedeciendo a menos que percibamos que no tenemos enemigos, ya que en realidad nuestro hermano es — así como lo somos nosotros — la imagen y semejanza de Dios, el Amor. En la medida en que esta verdad espiritual sea comprendida, dejaremos de juzgar y condenar a otros, condenando solamente el mal y no las personas. Mediante la comprensión espiritual, aquellos a quienes falsamente considerábamos enemigos, reconoceremos como amigos, que Dios nos provee.

La última parte de la “Oración diaria”: “Y ¡que Tu Palabra enriquezca los afectos de toda la humanidad y los gobierne!” denota el deseo de que las bendiciones halladas mediante la comprensión de una sola Mente y un solo gobierno, puedan ser gozadas por todos los hombres, y de que todos puedan comenzar a ejercer el dominio que Dios les ha conferido sobre la discordia y las contiendas, al aceptar el gobierno de Dios. En la medida en que Dios sea comprendido como Padre y gobernador del hombre, reinará la paz entre todas las naciones y en toda comunidad.

Jesús dijo (Mateo, 11:29, 30): “Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí. Porque mi yugo es suave, y ligera mi carga.” Con toda convicción el Maestro pudo decir esto ya que sabía que la recompensa de la espiritualidad es la remoción de nuestras pesadas cargas terrenales y la solución de nuestros problemas. Demos gracias a nuestro Padre celestial por el Cristo siempre presente, la idea espiritual de Dios y el hombre, que nos quita todas nuestras cargas. En tanto que contemplemos como real a la tal llamada creación imperfecta y material, no podremos comprender la perfección de la única y verdadera creación espiritual. Reconozcamos pues una sola causa divina, el Amor universal, imparcial y supremo. Así probaremos que el odio, la envidia, las contiendas, la pobreza, la carencia y la tristeza son irreales.

¡Qué misión tan grande y santa tiene el Científico Cristiano de probar que la paz del mundo es posible mediante la comprensión y demostración de la Christian Science! En la medida de su comprensión y demostración de las verdades espirituales del ser, él demuestra que no existe un pasado ni un futuro humanos, sino solamente la divina omnipresencia del Amor eterno.

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