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La filosofía verdadera

Del número de abril de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Puede uno librarse de las contradicciones de las teorías mortales, razonando de acuerdo con las enseñanzas de la Christian Science? Sí, el razonamiento basado en las verdades puras de las enseñanzas de Cristo nos ayuda a alcanzar la comprensión espiritual de la perfecta ley de la Vida, que es la ley divina. El sincero investigador de la Verdad prontamente descubre que el razonamiento sobre una base espiritual es un factor vital en su progreso hacia el Espíritu. Percibe además que si sus razonamientos se basan en el materialismo, continuarán siendo erróneos e inevitablemente le aportarán un falso concepto de Dios y de Su creación, el hombre y el universo.

La Christian Science establece en el pensamiento el concepto verdadero de Dios como la Mente única, y del hombre como la imagen y semejanza de esta Mente única, infinita y eterna. Revela además el ser espiritual, absoluto e infalible. Proclama la perfección de Dios y del hombre, premisa desde la cual debe partir si se han de vencer las falsas teorías de la mente mortal.

La filosofía verdadera no admite ni la desviación ni la inconsecuencia. El pensamiento correcto y científico se manifiesta en la armonía y en el orden. A menos que se conteste correctamente la pregunta acerca de lo que es el ser verdadero — y no que este tema sea evadido por considerárselo un fenómeno desconocido — los problemas de la humanidad no se verán resueltos. En las páginas 21 y 22 de su obra No y Sí, Mary Baker Eddy escribe: “La filosofía divina es demostrablemente la idea verdadera del Cristo, en la cual el Principio sana y salva. Una filosofía que no puede sanar a los enfermos tiene poco parecido con la Ciencia y, a decir menos, parece una nube sin agua, ‘llevada en derredor por todo viento de enseñanza’. Tal filosofía seguramente no ha tocado el borde de la túnica de Cristo.” La historia de la humanidad demuestra claramente que la filosofía verdadera, que sana y salva, deriva de las enseñanzas puras de Jesús.

Un diccionario define la palabra “filosofía”, en parte, como: “El amor a la sabiduría; en el uso actual: la ciencia que investiga los hechos y principios de la realidad ...; la ciencia que comprende la lógica.” Los términos “sabiduría”, “realidad”, y “lógica”, que caracterizan esta definición, son más que meras palabras para el estudiante de la Christian Science. Este ha llegado ha apreciarlas porque comprende su significado espiritual. Esta comprensión le capacita para demostrar que Dios es omnisciente, fuente de toda sabiduría; que El es la Mente creadora, que se expresa sólo mediante aquello que es real y eterno; que El es Principio divino, el origen de la ley espiritual — pura, verdadera e invariable. Es evidente que el pensamiento indisciplinado y egoísta no puede reflejar ninguna de las preciosas cualidades que hallamos en la comprensión espiritual de lo que es la sabiduría, la realidad y el orden.

A menudo oímos llamar ciencia a los conocimientos materiales sistematizados. ¿Es acaso razonable el aplicar la palabra “ciencia”, derivada de la palabra latina scire, que significa saber, a aquello que no está basado en la Mente, la inteligencia divina, y que por tanto no es el conocimiento verdadero? Para mantener un razonamiento correcto hay que reconocer que las teorías de las ciencias físicas representan los conocimientos puramente humanos, pues no se basan sobre la verdad espiritual. En su primera epístola a Timoteo, Pablo le aconsejó a este joven que se guardara de todo modo de pensar que pervirtiera el significado puramente espiritual de la Palabra. He aquí su consejo (I. Tim., 6:20): “Oh Timoteo, guarda el depósito que te fué confiado, apartándote de los profanos y vacíos discursos, y de las contradicciones de la ciencia falsamente llamadas así.”

Exacta y justa, la Ciencia verdadera no es otra que la ley de Dios. Si Dios es la Mente, y es el Todo, El debe ser la fuente de toda la inteligencia. Luego ¿no es lógico concluir que toda verdad proviene de la única y sola Mente, que es Dios? El razonamiento que se atribuye a una fuente inferior no puede ser científicamente lógico.

La lógica es “la ciencia que trata de los canones y criterios de la validez, en el pensamiento y la demostración.” La Christian Science es la ley de Dios. La prueba de este hecho es simple. Cuando es aplicada correctamente, sana a los enfermos y regenera a los pecadores, tal como lo hacía en tiempos de Jesús. La Ciencia divina demuestra que Dios es la elevada y sagrada fuente de toda lógica verdadera, la que presenta conclusiones que sanan y purifican. “Las corrientes que purifican necesariamente emanan de fuentes puras; en tanto que las corrientes impuras fluyen de fuentes corrompidas. Sobre este punto, la luz, la lógica y la revelación divinas coinciden.” Así lo expresa nuestra Guía en la página 223 de su obra Miscellaneous Writings.

La filosofía verdadera es el conocimiento demostrable de la ley espiritual. La Christian Science establece el hecho de que el cristianismo está basado en la filosofía divina y puede aplicarse en toda circunstancia. Esta filosofía, que mantiene el pensamiento en armonía con la inteligencia infinita, deriva su vitalidad, su poder espiritual, de la pura fuente de donde emana todo el bien. Exige pruebas prácticas y no discusiones eruditas y “disputas de opiniones dudosas.” Nuestra bien amada Guía lo expresa claramente cuando dice (ib., pág. 250): “Yo exijo mucho del amor, pido testigos activos para probarlo y nobles sacrificios, grandes proezas, como su resultado. A menos que éstos aparezcan, rechazo la palabra como simulación, como una moneda falsa que no tiene el sonido del verdadero metal. El amor no puede ser una mera abstracción o bondad sin actividad y poder.” ¡Cuán vacía es la letra si ella no se ve cumplida en la curación y la reforma! Es esta la prueba que estimula la consciencia humana, alentándola a buscar más diligentemente la sabiduría y la realidad.

La Christian Science repite estas palabras de la Biblia (Isa., 1:18): “¡Venid pues, y arguyamos juntos!” Esta Ciencia se aparta absolutamente del camino trillado de las teorías conjeturales, pues sus enseñanzas derivan de una premisa puramente espiritual — la totalidad de Dios. Es la ley de la Verdad viviente, cuyo único propósito es el de bendecir y sanar. Reemplaza la duda y el temor con la certidumbre y la confianza e invierte la falsa evidencia de los sentidos materiales, de manera que la humanidad llega a conocer las verdades del ser, o sea la Ciencia.

Los estudiantes de la Christian Science hallan inspiración y fortaleza tanto física como mental en el diario estudio y análisis de las Lecciones Bíblicas semanales contenidas en el Trimestral de la Christian Science. Fortificados así, su pensamiento se hace inmune a las falsas creencias de la mente mortal. Pablo nos da este consejo (II. Tim., 2:15): “Procura con diligencia presentarte ante Dios como ministro aprobado, obrero que no tiene de qué avergonzarse, manejando acertadamente la palabra de la verdad.”

El Amor no se hace valer con “palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y con poder” (I. Cor., 2:4). Es la filosofía divina, o sabiduría verdadera, la cual desvela en la consciencia la verdad inmortal de que Dios es perfecto y que el hombre también lo es. La humanidad tiene urgente necesidad de esta “demostración del Espíritu y ... poder”— este ejemplo de cristianismo primitivo — para despertar en ella la comprensión correcta de la única base infinita de todo razonamiento verdadero, a saber la ley de Dios.

Feliz de aquel que ha descubierto la filosofía de las enseñanzas de Cristo y probado su valor en el laboratorio de la experiencia diaria. Estas pruebas le demuestran que el Amor satisface ampliamente toda necesidad humana. En la revelación de la paternidad y maternidad de Dios, el discípulo descubre algo de su naturaleza y ser verdaderos, como hijo de Dios, que nunca se ve abandonado, sino que es amado, apreciado e incluído en la infinita provisión de Dios.

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