Kent era alumno de una Escuela Dominical cristiano-científica y había probado por sí mismo muchas veces que la Christian Science cura. Pero ahora el error parecía hablarle muy recio diciéndole que tenía un resfriado y una calentura fuerte. Aunque Kent se esforzaba mucho por ver que el error no era cierto y que él era realmente hijo perfecto de Dios, parecía sentirse peor. Finalmente, después de haber tosido todo el día, se volvió a su madre y le dijo: “Yo simplemente no comprendo. Cuando Jesús curaba a la gente, quedaban sanos en el acto. ¿Cómo lo hacía?”
Su madre contestó que esa era una buena pregunta, pero tan importante, que tendrían que estudiar para hallar la respuesta. Dijo que tenían que aprender más respecto al Cristo. Abriendo luego “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, leyeron en la página 332: “El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana.” En la página que sigue Mrs. Eddy explica que el Cristo siempre ha venido a todos los que están listos para recibirlo.
Como indicó su madre, los Científicos Cristianos entienden que Jesús era humano, pero que el Cristo es la idea verdadera que Jesús expresaba, el mensaje divino, que viene a los que están dispuestos a escucharlo. Jesús, más que todos los otros hombres que han existido, atendía a ese mensaje divino y lo comprendía y probaba su poder para curar. Jesús podía curar enfermos porque el Cristo llenaba su mente.
“Si el Cristo ha venido a todos esos otros,” preguntó Kent, “¿vendrá a mí también?” Su madre respondió que Cristo está siempre con nosotros. Pero hay que reconocer su presencia y su poder. Entonces percibiremos que el error no es nada y que Dios es Todo. La enfermedad es como mal sueño. Debemos despertar para que veamos que el sueño no es verdadero y que sólo el Amor divino es real. Cuando escuchamos quietamente para oír la voz del Padre y conservamos nuestros pensamientos puros y amables, nos damos cuenta de que Cristo está siempre presente atendiendo a todo lo que necesitemos.
Hablaron luego de la espiritualidad de Jesús que lo habilitaba para curar. Su madre le explicó que cuando nos rehusamos a escuchar al error y atendemos sólo a la voz de Dios, también nosotros pensamos espiritualmente. Jesús nos dijo cómo hacer esto cuando declaró (Juan 8:31, 32): “Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Sin que importara cuán gritando alegara el error, Jesús siempre podía percibir la idea espiritual que es la verdadera. Dice Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 476 a la 477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él allí mismo donde a los mortales aparecía el hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo.”
Kent quería saber qué hacer para pensar más espiritualmente. Tomaron pues la Biblia y la abrieron en el capítulo 22 de Mateo en el que encontraron que Jesús contestó así a esa pregunta (versículos 37–39): “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
La madre explicó que debemos amar a Dios sobre todo. Cuando amamos a Dios, vemos que nuestro prójimo es Su hijo. Entonces entendemos que en realidad nuestro prójimo es la imagen y semejanza de Dios, espiritual y perfecta. Esto es amar a nuestro prójimo de una manera que cura.
Le preguntó su madre: “¿Qué has aprendido en la Escuela Dominical que te ayude a pensar espiritualmente?” Kent le respondió ampliamente requiriendo un buen rato. Primero habló de los Diez Mandamientos y luego agregó las Bienaventuranzas. Convino su madre en que ambas cosas nos enseñan admirables modos de pensar o estar espiritualmente conscientes. Ella opinó que Kent bedía incluir también el Padre Nuestro, la oración que nos dió Jesús. Mrs. Eddy nos dice que esta oración responde a toda necesidad humana. Y ella, nuestra Guía, nos da la interpretación espiritual del Padre Nuestro en las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud.
Kent y su madre hablaron de cómo venía la gente en busca de Jesús para que los curara. Todo lugar a que él iba se volvía un lugar santo debido a la pureza de sus pensamientos. Dondequiera que él estaba, curaba y reconfortaba a la gente. Hablando de él y sus discípulos, dice Mrs. Eddy en Retrospection and Introspection (pág. 91): “Cuando él estaba con ellos, un bote de pesca se volvía un santuario, y la soledad estaba poblada de mensajes santos del que es Todo-Padre.”
Kent se sonrió contento. Su madre lo metió en su cama y pronto quedó profundamente dormido. Ya no tosía. Había sanado. Pero lo que más importaba era que había probado que cuando los Científicos Cristianos escuchan al Cristo, el mensaje divino de Dios, satisfacen sus propias necesidades y las de los demás, como lo hacía Jesús.
