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El gozo de enseñar a los chiquitines

[por una maestra de Escuela Dominical de la Christian Science]

Del número de octubre de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es realmente un regocijo enseñar a los chiquirritines en la Escuela Dominical. Pero algunas maestras se muestran reacias a emprender esta labor temerosas de que sea difícil hacer las lecciones suficientemente sencillas para ellos o no poder hacer que los parvulitos estén quietos o guarden silencio.

No es difícil, y los nenes estarán contentos y felices si se les deja tomar parte en la lección. No necesitamos hablarles como sus superiores, lo que se requiere es que seamos ingenuos como ellos y con ellos. Hablar con ellos, no a ellos. A ellos les gusta hablar acerca de Dios, y su confianza y espontaneidad con que confían en su querido Padre-Madre han de enseñarle muchas lecciones a la maestra de ellos.

Con estos chiquitines conviene escoger cualquier tema en el que más se interesen. Por ejemplo, en mi clase, un domingo Carlos estaba ansioso de contar que al venir a la Escuela Dominical había encontrado un gatito. Inmediatamente yo dejé a un lado el tema que había preparado para la ocasión al principio y comenté concisamente sobre el gatito que Carlos había encontrado.

En seguida dije a la clase que yo tenía un gatito en mi casa y les conté cómo lo había curado la Christian Science cuando sufrió un daño. Si logramos captar el interés de los pequeñuelos de alguna manera semejante, usualmente se muestran listos para seguir atentos a lo que de más se les diga o enseñe.

Cuando pasamos lista de los que han concurrido, hablamos de lo que significa estar presente. Cuando se leen los nombres de los alumnos, cada cual responde “presente” al oír su nombre. “¿Quién más está presente,” les pregunto a veces.

“Usted está,” alguien puede responder.

“¿Quién está siempre presente en todas partes?” Ellos suelen contestar que Dios, el Amor, está presente en todas partes. Con frecuencia recordamos el himno que escribió Mary Baker Eddy que comienza con “Dulce presencia, gozo, paz, poder” (Poems, pág. 4). Todos aman este himno que llaman “Dulce presencia.” Ellos entienden que la dulce o apacible presencia de Dios siempre está aquí. Aun cuando mamá y papá no estén presentes, nuestro Padre-Madre Amor siempre está con nosotros cuidándonos.

Suele preguntarse a veces: “Dado que los pequeñuelos no saben leer, ¿de qué sirve llevar a la clase la Biblia y ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’ por Mrs. Eddy?” Por supuesto que siempre es necesario tener a la mano estos libros. Por la actitud que la misma maestra muestra hacia estos preciosos libros de texto y su cuidado en manejarlos, los chiquitines pronto aprenden a amarlos también. Se les emplea constantemente en mi clase. Cada domingo hablamos algo acerca de ellos. Comenzamos con “¿Qué libro es este?” tomando la Biblia en mi mano. Ellos la llaman siempre “la Santa Biblia.” “Y éste, el otro libro de texto nuestro?” les pregunto, tomándo en mi mano Ciencia y Salud. Ya saben su nombre entero, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.” “¿Y quién lo escribió?”

Ellos responden inmediatamente con facilidad: “Mary Baker Eddy.”

Les interesa oír que la Biblia consta de muchos libros escritos por diversas personas. Cuando leemos de la Biblia, siempre mencionamos el libro de que leemos. Los pequeñitos saben que la Biblia consta de dos partes, “la parte vieja” y “la parte nueva.” Hablamos de en cuál de las dos partes, “la vieja” o “la nueva,” está la historia de que tratamos cuando de alguna se trata. “El nene Moisés,” “Samuelito” y “la túnica de muchos colores” de José están en la parte vieja. La historia de Jesús y sus amigos está en la parte nueva.

Los nenes se gozan en el manejo de los libros y me ayudan a encontrar lo que buscamos en ellos. En la Escuela Dominical se emplean Biblias con índice digital, y cuando les leo historias de la Biblia ellos me ayudan a hallarlas, por turno, colocando el dedito pulgar en el lugar correspondiente — que yo les indico. Eso lo consideran un gran privilegio suyo.

Estos niños están aprendiendo los sinónimos de Dios que aparecen en la página 587 de Ciencia y Salud. Un domingo en el que el tema de la lección era “Mente” leímos en la página 311 de Ciencia y Salud: “Dios es la Mente.” Y luego en la página 469: “La Mente es Dios.” Todos mostraron interés en notar que se podía decir de los dos modos, y se gozaban en hacer eso mismo con los otros sinónimos de Dios. Yo siempre encuentro unos u otros puntos en la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Christian Science que se adaptan a su pensamiento en flor.

Los pequeñuelos que forman mi clase viven a orillas o cerca del mar y les agrada saber que Jesús también vivía junto al mar. Ellos entienden de botes y pescadores y les gusta oír cómo los pescadores amigos de Jesús solían llevarlo a navegar en algún barco. Ya entienden algo de lo que Jesús quería decir en su parábola del hombre sensato cuya casa resistía el embate de las olas por estar construida sobre la roca y que la casa del insensato fué derribada por las olas debido a que había sido edificada sobre la arena. En una ocasión hallamos en la Biblia versículos que hacen mención de la roca, tales como “¡Jehová es mi roca, y mi fortaleza, y mi libertador! ¡Mi Dios es mi roca; en él confiaré!” (Salmo 18:2.) Y luego leímos la parábola según Mateo 7:24–27, que formaba parte de la Lección-Sermón de esa semana en el Cuaderno Trimestral. Le gustó a la clase, y ahora quieren oírla otra y otra vez. Estos alumnos saben que están edificando su casa sobre la Roca, la Verdad, cuando obedecen los Diez Mandamientos y observan las beatitudes que mencionan las Bienaventuranzas.

Cada domingo pasamos un ratito hablando del Padre Nuestro. Un domingo en que la clase expresó el deseo de saber cómo había adquirido su nombre (en inglés) de “La Oración del Señor,” leímos en la Biblia (Lucas 11:1) que Jesús se las dió a sus discípulos cuando ellos le suplicaron les enseñara a orar. Mi clase va aprendiendo, renglón por renglón cada vez, esta oración con su interpretación espiritual que le da Mrs. Eddy en la página 16 a la 17 de Ciencia y Salud.

Celia, que nunca aparta su mirada del rostro de su maestra cuando ésta les relata o les lee alguna historia bíblica, vibraba de interés cuando, al mencionarse algo de jiras campestres, recordamos a la clase que Jesús y sus amigos a menudo comían en el campo como solemos hacerlo en las partidas de campo. En una ocasión en que muchos cientos de gentes habían ido a oír a Jesús hablar de Dios, y en eso se habían tardado largas horas, la gente comenzó a tener hambre, pero todo lo que hallaban que comer eran “cinco panes de cebada y dos peces pequeños,” que traía un muchacho. Procedimos pues a leer cómo fueron alimentados cinco mil como lo explica el capítulo sexto del Evangelio según Juan que contenía la Lección-Sermón de esa semana.

Deseo repetir que no es difícil enseñar a los chiquitines. Dejad que ellos hablen de Dios. A veces quieren hablar de otras cosas también. Pero si es de lo que esperan comer ese día, o llaman la atención a algún abrigo nuevo o vestido que estrenan, siempre es posible aprovechar eso para hablar de la amable bondad del Padre y de Su solícito cuidado de todos Sus hijos. Y así ellos vuelven fácilmente a hablar de Dios.

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