La comprensión de que Dios es la Vida y eterna e indestructible y de que el hombre es por siempre inseparable de la Vida y que la refleja, es de suma importancia para el Científico Cristiano. Trae consigo a la experiencia humana una sensación de regocijo, espontaneidad, potencia y dominio que no se puede obtener de ninguna otra manera. Reconociendo lo cual, dijo Pablo (Filipenses 4:13): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Observad que este gran adepto del Maestro atribuía su habilidad para elevarse por encima de las limitaciones terrenales al hecho de que su pensamiento estaba identificado con el poder de Cristo.
¿Qué es Cristo? No el humano Jesús, sino el poderío y la omnipotencia del Espíritu que guiaba, gobernaba y sostenía todas sus acciones. La mentalidad de Jesús estaba identificada ininterrumpidamente con el Cristo — la naturaleza misma, el poder, substancia, presencia y actividad de Dios, la expresión plena de la Vida eterna. El Cristo capacitaba a Jesús para que ejerciera dominio sobre todos los males de la tierra y para que los reemplazara con la armonía del cielo.
Mary Baker Eddy nos has revelado que la potencia de Cristo siempre está presente y que puede responder a toda necesidad humana. Nuestra tarea consiste en reconocerlo y rendirnos a esa potencia. ¿Cómo rendirnos al Cristo? Abandonando persistentemente la falsa evidencia de que el hombre y el universo son materiales y aceptando y sosteniendo el hecho de que la existencia es espiritual según nos lo revela la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”.. Haciéndolo así identificamos nuestros pensamientos con el poder y la actividad de Cristo.
Refiriéndose a la ineficacia de sus oraciones para curar antes de que descubriera la Christian Science, dice Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 351): “Mas cuando comprendió [ella] el sentido espiritual de la doctrina en la Ciencia del Cristianismo, este sentido espiritual fué un socorro inmediato. Era la presencia viviente y palpitante de Cristo, la Verdad, lo que sanaba a los enfermos.”
“La presencia viviente, palpitante de Cristo” nos sostiene ahora mismo y nos está renovando con su vitalidad inagotable. Este poder nunca está inactivo ni se limita jamás. Es superior a todo el poder material que los hombres conocen. Y está siempre a la mano. Por vía de ilustración, hoy todas las ciudades grandes del mundo están dotadas de grandes plantas eléctricas cada una de ellas equipada para suministrar alumbrado y potencia eléctrica a miles de hogares y de fuerza motriz a las fábricas. Todo lo que hay que hacer es tocar el conmutador para abrirlo, recibiendo entonces el provecho de la corriente eléctrica que es inagotable por cuanto ven los sentidos materiales. Pero la potencia del Cristo es superior a todo eso, y no sólo es de veras inagotable sino que está gratuitamente a la disposición de todos.
Hablando de la vitalidad del Cristo, dice Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 449): “Un grano de Christian Science hace maravillas por los mortales, tan omnipotente es la Verdad, pero hay que asimilar más de la Christian Science para perseverar en el bien hacer.” He aquí un buen consejo tanto para el principiante como para el obrero experimentado. Todos pueden hallar mucho aliento en esas palabras, porque se reafirman en la seguridad de que cada declaración de la Verdad que aceptan tiene el apoyo del poder del Espíritu para llevar a cabo el objeto o propósito de su vida. Nunca necesita uno vacilar en ayudar a sus semejantes orando, puesto que no es uno mismo, sino la verdad que uno declara, la que efectúa la curación de que se trate. Pero hay que recordar que uno tiene que continuar ampliando y profundizando fielmente su comprensión del Cristo, la Verdad, a fin de seguir prosperando.
Hay una verdad vital, un hecho espiritual siempre presto y disponible para redargüir y destruir toda mentira de la mente mortal, y su efecto es inmediato. Cuando no logramos ver la evidencia de la curación, puede ser que sea por falta de fe, por ceguera mental, o falta de confianza en la verdad. Como no hay nada que separe a Dios de Su Cristo, así nada puede separar a Cristo del cumplimiento de su inmediata misión de redargüir todo lo que no sea semejante a él estableciendo en su lugar la verdad espiritual. No hay intervalo entre la actividad de Cristo, la Verdad, y su efecto o sea la curación. El reconocimiento del poder de la Palabra reemplaza el agotamiento o cansancio con la resistencia ilimitada, la debilidad con vigor irresistible, la pesantez con la espontaneidad y la pereza con la diligencia y brío para todo trabajo santo.
La Vida divina está renovando continuamente sus ideas, impartiéndoles de continuo su potencia irresistible a todas desde la mínima hasta la máxima. Reconocer estas verdades y ceder a este poder es individualizar la supremacía del Espíritu en la experiencia del diario vivir, lo que a su vez nos capacita para seguir las huellas de Jesús paso a paso. De esta manera nos prestamos a llenar, en cierto grado, la función del Cristo.
Este reconocimiento consciente del Cristo viviente sostuvo a Mrs. Eddy durante toda su magna obra. Los que la conocieron sentían la presencia de ese poder en cada hecho y pensamiento de ella. Como las palabras que Jesús hablara con dos de sus discípulos en el camino a Emaús hacían arder sus corazones, así ardía en el corazón de nuestra Guía el espíritu del Cristo. Ella anhelaba hacer bien, y el ardor de ese anhelo se extendía hacia toda la humanidad. Eso hizo de ella una curadora natural, una gran Guía, y guió a ella misma por las gloriosas sendas de servicio a la raza.
Oremos por que el poder predominante del Cristo, la manifestación de la Vida eterna, arda en nuestros corazones de tal manera que ejemplifiquemos esta declaración de nuestra Guía (Pulpit and Press, pág. 4): “Quien vive en el bien vive asimismo en Dios,— vive en la Vida entera, por todo el espacio. El reino suyo es individual, su diadema corona de coronas. Su existencia es imperecedera, desenvolviendo perpetuamente el eterno Principio de ella. Esperad pacientemente en el Amor ilimitado, dador y señor de la Vida. Reflejad esa Vida, y con ella viene la plena potencia del ser.”