Uno de los industriales más prominentes ha escrito un libro aquilatando los modales y la moralidad de los hombres de negocios, instándolos a que amplíen su aprecio de los valores morales, éticos y espirituales, desempeñando así mejor servicio para sí mismos, para sus negociaciones y para la comunidad.
Para los que se crean partícipes en el desarrollo de las empresas en que trabajan o que juzguen ser responsables de lo que concierne a los empleados o a los accionistas, su estudio de la Christian Science puede volvérseles un factor de la mayor importancia. Dice Mary Baker Eddy en la página 128 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras:” “La palabra Ciencia, propiamente entendida, se refiere únicamente a las leyes de Dios y a Su gobierno del universo, incluso el hombre. De ahí se explica que hombres de negocios así como hombres de letras cultos han encontrado que la Christian Science les aumenta su resistencia y sus poderes mentales, aguza su perspicacia en relación con los caracteres, les da penetración e ingenio y habilidad para exceder su capacidad ordinaria.”
Si alguien se ve en la necesidad de crear mayor demanda de sus productos o de sus servicios, con frecuencia se siente tentado a apelar a los deseos populares según la mente mortal y a influir a la gente erróneamente, negándoles así su inherente dignidad y libertad para que piensen de por sí. Le es fácil a la mente humana convencerse a sí misma de que es razonable lo que ella quiere, y con la actual disponibilidad de medios técnicos para propagar mensajes para inducir a millones de personas a que hagan compras, un hombre de negocios puede a veces pensar desacertadamente que le resulte conveniente bajar las normas de la cultura empleando tecnicalidades productoras de venta burdas, mediocres y quizá hasta fundamentalmente no honradas.
Es interesante que en el pasaje antedicho Mrs. Eddy hace hincapié en que el estudio de la Christian Science ensancha la habilidad para percibir el carácter de las personas. Ella sabía que el hombre verdadero, la idea perfecta de Dios, es irreconciliable con los móviles que inculca la avidez de dinero, popularidad o fuerte influjo egoísta. El estudio de la Christian Science ensancha nuestro modo de pensar dándole al hombre o a la mujer de negocios um concepto más elevado del objeto de la vida. Un Científico Cristiano no sólo sabe que Dios es “el solo Ser Supremo y eterno que existe por Sí mismo,” como lo define un diccionario, sino que acepta también las inspiradas palabras de Jesús (Mateo 5:48): “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Como el Científico Cristiano ha aprendido a conocer las facultades espirituales del hombre, él se reconoce a sí mismo y a todos los demás en su ser real como imagen y semejanza de Dios, y esta comprensión le da un modo más sanamente claro para comunicarse y unificarse con los que trate o pueda tratar y hacer negocios con ellos.
El estudiante de la Christian Science halla en sus negocios que se le revelan o desenvuelven nuevas ideas prácticas de llevar a cabo. La Mente que es Dios imparte sólo ideas correctas para que el hombre las exprese o refleje como hijo Suyo, bendiciendo así constantemente. En realidad, no hay idea que, por ser edificante, pueda ser discordante, estridente o de mal gusto. Dice Mrs. Eddy en la página 336 de Ciencia y Salud: “Dios es la Mente paterna, y el hombre es el linaje espiritual de Dios.” ¿Qué padre humano hay que no esté dispuesto a impartirle a su hijo todas las ideas que pudiera hallar dignas de eso, cerciorándose de que él las entienda? Cuánto más nuestro Padre-Madre Dios se halla siempre dispuesto a impartirnos ideas que tienen alcance y poder infinitos.
Un joven se encontraba en la oficina del presidente de una compañía grande que él venía a entrevistar. El día anterior había entrevistado al jefe de un departamento de otra compañía, sin tropezar con ninguna dificultad para mostrar su entusiasmo y demostrar lo valioso que era el servicio que él ofrecía. Y ahora que estaba a punto de ver al jefe supremo de una empresa muy grande, repentinamente le entraba temor y dudaba de la habilidad suya y de la adaptibilidad del producto que tenía que ofrecer en venta. En los breves momentos en que el joven aguardaba que el presidente terminara de hablar por teléfono antes de atenderlo, recordó su preparación específica para el caso al estudiar esa mañana la Biblia y Ciencia y Salud. Comprendió que tanto él como el presidente serían capaces de expresar la misma Mente y que en realidad sólo existía esa Mente que es Dios. Vínole al pensamiento esta cita bíblica (Hebreos 11:1): “Es pues la fe la substancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.” Comenzó a ver que la estabilidad real, la substancia verdadera de la compañía no se hallaba en su activo físico, sus fondos depositados en el banco, ni en los títulos de sus dirigentes, sino en las útiles ideas expresadas tangiblemente en los productos de la empresa y en la acogida que les merecían del público.
Ya para cuando terminó la conversación telefónica, el joven sentía un influjo de paz y de confianza que dió por resultado una entrevista llena de animación precisamente sobre los puntos que él había estudiado. No sólo resultó esa entrevista en un contrato de cuantía, sino que los pensamientos allí y así expresados más tarde se adoptaron como programa básico para las ventas y los anuncios del organismo a que él servía, y con el tiempo le granjearon un ascenso que él estaba lejos de imaginar siquiera.
Nuestros pensamientos son hitos que nos llevan a un destino o carrera estrecho o extenso tanto individual como colectivamente. ¿Qué destino más amplio ni más espléndido, como hombres de negocios o como una nación, que el que se logra mediante esta exhortación de Pablo (Filipenses 4:8): “En fin, hermanos, cuantas cosas sean conforme a la verdad, cuantas sean honrosas, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buen nombre; y si hay otra virtud alguna, y si hay otra cosa alguna digna de alabanza, pensad en las tales cosas?”
Hoy más que nunca las empresas buscan pensadores que sean “creadores.” A la luz de lo que enseñan la Biblia y Ciencia y Salud, ¿no debemos pues volvernos a la Mente divina, fuente de todo pensamiento verdadero, en busca de ideas sanas, inspiradas e inevitablemente de éxito? Nada más seguro que el hecho de que con el transcurso del tiempo la humanidad habrá de reconocer la grandeza y la nobleza de los pensamientos que expresen claramente la sabiduría suprema, abandonando toda creencia en que el hombre está separado de Dios. ¿No es deber y privilegio nuestro, como Científicos Cristianos, percatarnos de que esto es posible de realizarse en la actualidad?
