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“La Ciencia que actúa sin gastarse”

Del número de octubre de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia de toda curación se funda en la Mente — en el poder de la Verdad sobre el error,” declara Mary Baker Eddy en su libro, The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 154). La Christian Science presenta el método práctico para utilizar la Verdad en la curación del enfermo, la regeneración del pecador y la destrucción de la creencia en la muerte. Revela esta Ciencia que la Mente, o sea Dios, es el único poder real. Tal poder rige universal y eternamente conforme a ley fija. Revela asimismo que el poder de la Mente, Dios, es supremo, irresistible e inagotable. La Mente es a la vez el centro y la circunferencia de todo ser. Se halla en acción en todas partes con fuerza uniforme e inextinguible.

No existe fuerza real que se oponga a la Mente, ni siquiera que con ella coopere o que funcione independientemente de ella, puesto que la Mente es Unica, todopoderosa por ser Todo en todo. Sólo en la esfera de la supuesta creencia mortal parece haber lo que se toma como otra fuerza. Semejante falsificación o pseudofuerza nunca aparece en la consciencia divina, y carece de continuidad hasta como aspecto en el reino de la creencia. Es temporal y completamente agotable.

Cuando uno arroja por el aire una pelota, ésta pierde su fuerza así propulsada debido a la resistencia que encuentra en el aire o capas atmosféricas, cayendo luego a tierra atraída por la gravitación. La fuerza del empuje que la arroja se agota y sólo arrojando de nuevo la pelota vuelve a adquirirse. Ese poder es obviamente limitado, como toda forma de fuerza material. Dice Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 293): “Los llamados gases y fuerzas materiales son remedos de las fuerzas espirituales de la Mente divina, cuya potencia es la Verdad, cuya atracción es el Amor, cuya adhesión y cohesión son la Vida, perpetuando las realidades eternas del ser.”

Un remedo de la fuerza o fuerza fingida nunca puede tocar a Dios ni a Sus ideas del mismo modo que las tinieblas nunca pueden tocar la luz. La pretensión falsa de que el mal tiene poder disminuye en la consciencia humana en la proporción en que se reconoce la supremacía de la Mente. Mrs. Eddy fundó la Causa de la Christian Science a efecto de establecer en la consciencia humana el dominio de la Verdad sobre el error. Hablando de The Christian Science Monitor en el artículo de fondo principal de su primer número del 25 de Noviembre de 1908, y después de referirse específicamente a los títulos dados a las otras publicaciones periódicas, dice ella (Miscellany, pág. 353): “Al periódico siguiente le di el nombre del Monitor, para que esparza sin dividirla la Ciencia que actúa sin gastarse.”

La Ciencia del Cristianismo, la ley de Dios o sea del bien, “actúa sin gastare.” Se le utiliza, pero nunca se agota ni se consume. Cuando alguien comprende la perfección de Dios y de Su reflejo, que es el hombre, está tratando con la ley que es absoluta e intachable por ser de Dios, la Mente divina. Ciencia es conocimiento verdadero; luego no es ninguna teoría material. Es el mandato del Cristo, la Verdad, que extermina al error. Es orden o exigencia divina, no humana. La Ciencia es la luz de la Verdad o sea del Cristo, despuntando en la consciencia humana. Es la manifestación o emanación de la Mente, la comprensión del ser espiritual. Demuestra la curación sólo por la Mente.

La Ciencia está en acción siempre, invariable y exacta, porque la Mente perfecta que es Dios constituye su única fuente del ser y del poder. Al contrario de lo que pasa con la pelota que se arroja y en su curso va perdiendo la fuerza que la impele, la Ciencia no pierde su poder al proseguir en su curso. Mantiene su fuerza omnipotente eternamente. Sigue y prosigue sin declinar ni mermarse. Siendo la Mente infinita lo que la propulsa, tiene necesariamente que actuar “sin gastarse.” Cuando uno da un tratamiento conforme a la Christian Science debe comprender claramente que está tratando con la ley de Dios, que conserva su potencia eternamente. Esta Ciencia ni empieza al comenzar el tratamiento ni se acaba al terminarlo. La ley de la perfección, la ley de Dios, queda establecida como un hecho permanente. El reconocimiento de este hecho hace que la consciencia humana entre en armonía con esa ley de Dios, resultando entonces la curación.

Nunca pierde la Ciencia su fuerza divina. Su eficacia y potencia nunca se retardan ni merman con el transcurso del tiempo porque no incluyen nada material ni mortal. Si Dios incluyera materia o si ésta entrara en Su Ciencia, habría fricción constante y en consecuencia desgaste o diminución en su actividad, como ocurre con la pelota cuando la resistencia aerofísica se interpone al avance y acaba por detener su movimiento hacia adelante. Pero la Ciencia es la ley de Dios exenta de toda obstrucción material que de otro modo habría que vencer. Por eso es que, cuando el Científico Cristiano declara correctamente la verdad, desaparece lo que pretendía ser obstáculo en la creencia que lo causaba. No hay realidad en la enfermedad o discordancia material que nada tienen de genuino. La Ciencia revela que el hecho real, o la realidad eterna es la perfección. La supuesta potencia mortal no puede ofrecer resistencia u oponerse a la ley del ser inmortal.

La manifestación de Dios, o sea el Cristo eterno, está constituida, como indican las Sagradas Escrituras, “no según la ley de un mandamiento carnal, sino conforme al poder de una vida inmortal” (Hebreos 7:16).

Al vencer a la muerte, Cristo Jesús probó que el poder de Dios, de la Vida, la Verdad y el Amor es omnipotente y siempre está en acción. Cuando resucitó a la hija de Jairo, él empleó la Ciencia. Y ejemplificó esa misma ley de la Vida que es Dios cuando resucitó al hijo de la viuda en Naín, y después a Lázaro, y en su propia resurrección y ascensión. Jesús nunca reconoció ley alguna en la materia o de ella. El comprendía claramente la Ciencia perfecta que cura, la Ciencia del ser verdadero.

La Christian Science viene demostrando hoy el poder de la vida inmortal. Pone de manifiesto, al curar, que la ley de Dios, o sea del bien, es suprema sobre toda falsificación de la fuerza en mera creencia. Cuando esta Ciencia se demuestra, la falsa pretensión de poder se desvanece en el acto. No hay pretensión de la mente mortal, llámese explosión, voladura dinámica, pecado, enfermedad o muerte, que tenga fuerza o autoridad contra Dios o Su prepotente ley o edicto. Esa ley la constituye y establece la Ciencia de la curación espiritual mediante el poder de la Verdad, según lo presenta la Christian Science, operando imparcial, eterna y universalmente con fuerza inconsumible.

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