Por largo tiempo he querido expresar mi gratitud por todas las bendiciones que he recibido mediante mi estudio de la Christian Science, por la paz, salud y felicidad que he experimentado durante muchos años. Espero que este testimonio dé a Dios la gloria que se le debe a Su santo nombre y que lleve un mensaje de amor, confianza y aliento a los que recorren la senda que lleva de los sentidos al Alma.
Cuando tenía yo veinte años oí hablar de la Christian Science a una conocida que sanó con esta Ciencia. Yo comencé entonces a leer el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, y concurrí tan seguido como me era posible a los servicios religiosos dominicales y a las reuniones de testimonios de los miércoles en una Iglesia Científica de Cristo.
Mi primera demostración del poder del bien sobre el mal fué una curación instantánea de unas quemaduras en mis piernas causadas por agua hirviendo que se derramó sobre mí. Otra curación fué la de las heridas que dejó en mis manos un perro que me mordió furiosamente. La emoción de miedo y el asombro que mostraba la gente que presenciaba eso me asustaron a tal grado que apenas me podía sostener en pie. Pero rehusé la atención médica y el desinfectante pues me sentía segura de la presencia de Dios, mi Padre, y de la actividad de la Verdad. Salí de allí yo sola con mis manos sencillamente vendadas con un lienzo. Esto ocurrió un domingo. El martes siguiente reanudé mis quehaceres habituales. Más tarde sané también de afecciones nerviosas con la ayuda de una practicista.
Hace varios años sentí el deseo de estudiar la Christian Science más consagradamente y con ese fin fui a ver a una maestra de esta Ciencia. Durante nuestra entrevista desapareció un engrosamiento de mi glándula tiroides que me había molestado desde mi niñez. De una afección cardíaca, que creo era hereditaria, sané comprendiendo y afirmando que con un Padre-Madre, que es Dios, yo no podía estar sujeta a una ley mortal de la herencia.
Pocos días antes de salir en un viaje que iba a hacer me sobrevino un caso de tonsilitis dolorosa con alto grado de calentura. Aunque me esforcé por percibir la creación perfecta del Dios perfecto, no cedió ese mal; así es que llamé por teléfono a una practicista, que me ayudó muy cariñosamente. Pude partir en la fecha señalada de antemano, y fui declarando la verdad por todo el camino. El viaje fué hecho en la más completa armonía y pronto se desvanecieron la tonsilitis y la calentura.
Durante los años en que he viajado mucho, he sido protegida muchas veces. Cuando algún problema ha conturbado mis pensamientos la tranquilidad ha quedado restablecida siempre, ya con los servicios religosos de nuestra iglesia, o bien con la ayuda de algún practicista de la Christian Science. La quietud que reina en nuestras Salas de Lectura ha sido a menudo “refugio en el día de mi calamidad” (Salmo 59:16).
Yo agradezco mucho todas las curaciones que he tenido, pero más aún el cambio que ha ocurrido en mi carácter. Siento gratitud a Cristo Jesús por habernos revelado a Dios como nuestro amante Padre. A Mrs. Eddy también, que con su obediencia al llamado de la Verdad y su amor a la humanidad nos allanó “un camino en el desierto” de las creencias mortales. Mucho deseo andar por este camino con todo mi corazón. Doy las más expresivas gracias por el privilegio de pertenecer a La Iglesia Madre y a una de sus filiales, por la instrucción facultativa que he recibido, y por toda la Causa de la Christian Science.— Ginebra, Suiza.
