En vista de que el contagio personal o sea la adoración de la personalidad está tan desenfrenadamente generalizado como cualquier epidemia, y porque su víctima sufre a veces más de lo que sufriera la víctima de una enfermedad contagiosa, yo someto este testimonio. Espero sinceramente que si alguno de los que lo lean se halla bajo la influencia de alguna atracción personal, o adoración, o adulación, lo que aquí lea le ayude, como a mí me ha ayudado lo que he leído en los testimonios, a librarse de esa forma de cautiverio.
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