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El alimento de Rebeca

Del número de diciembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Rebeca siempre le había encantado la escuela y por las mañanas salía precipitadamente de casa para tener tiempo de jugar con sus amigas antes de entrar a clase. Pero durante las últimas semanas había salido cada vez más tarde, y últimamente llegó al colegio después de haber sonado la campana.

Una noche, después de acostarse y decir el Padrenuestro junto con su madre, Rebeca empezó a llorar. No le había dicho a su mamá cuál era su problema. Pensó que tenía la edad suficiente para resolverlo por sí misma por medio de la oración, utilizando las verdades que le habían enseñado en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Le había puesto empeño pero las cosas no habían cambiado.

— ¿Por qué mis oraciones no han recibido respuesta? — sollozó.

— ¿Cuál es tu problema, querida? preguntó su madre.

—¿Conoces a la nueva chica que entró a mi clase este año — Diana? Por alguna razón me detesta y ha convencido a los demás que se vuelvan contra mí. Sé que no soy una corredora veloz y que no soy buena para lanzar la pelota. Diana lo es, y ella ha empezado a decirles a todos que no jugará en su equipo si me incluyen a mí. Ella es realmente veloz y fuerte, y todos quieren tenerla de su lado, así es que, poco a poco, nadie ha querido que yo juegue en su equipo.

He orado por verla como la perfecta hija de Dios. Sinceramente he tratado de amarla. Pero las cosas han empeorado en vez de mejorar. De modo que me he apartado de todos.

— Quizá lo que Diana justamente necesite es saber que tú puedes hacer otras cosas bien dijo — la mamá. Tú eres una buena nadadora y patinadora. ¿Sabe ella que te gusta escribir cuentos y poesías?

Rebeca gimió. — Ella ya lo sabe. El otro día, la profesora me hizo leer una poesía en clase, y durante el recreo, cada vez que Diana me veía, gritaba, "Miren a la blanducha, escribe poemas. ¿Por qué no te vas a tu casa con mamá?" Y hoy le dijo a Linda que yo le había dicho a las otras chicas algo horrible de ella, ahora Linda tampoco quiere hablarme. No iré más a la escuela.

La madre la rodeó con su brazo. Se sentó quietamente, escuchando por una idea de Dios que le indicara lo que debiera decir. Finalmente, le dijo, — Rebeca, Cristo Jesús les enseñó a orar a sus discípulos. Decimos su oración todas las noches y sabemos que el Padrenuestro, de verdad sana. Pensemos por un momento acerca de la frase que dice, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Mateo 6:11;

Rebeca parecía disgustada, — No necesito pan, necesito amigas.

— Por supuesto que necesitas amigas — accedió la madre — Leamos la explicación que la Sra. Eddy nos enseña acerca de esta frase: —“Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos”.Ciencia y Salud, pág. 17. Si tenemos “gracia” estamos haciendo las cosas que agradan a Dios.

— Pero si yo oré, y de verdad me empeñé en tratarla amablemente — dijo Rebeca.

— Sí, hiciste bien, pero obviamente se necesita algo más. El resto de la frase dice, “Alimenta los afectos hambrientos” .

Rebeca alzó la vista. — No necesitas explicarme eso, “hambriento” significa desfallecer de hambre, y yo estoy tan hambrienta por una amistad que me es difícil esperar.

La madre sonrió. — Esa hambre será satisfecha. “Nuestro pan de cada día” no significa necesariamente algo para comer. Puede significar cualquier cosa que pareciera que nos hace falta en nuestra vida. Tú no puedes carecer de amigas. Nadie puede ser privado del amor de Dios. Él siempre alimenta “los afectos hambrientos” de cada uno de nosotros.

Entonces, Rebeca oró para saber que los afectos de cada uno ya estaban satisfechos.

Una semana después, entró a toda carrera por la puerta de la cocina, con su carita radiante. —¿Sabes qué sucedió durante el recreo? — preguntó sofocadamente. Antes que su madre pudiera responder, prosiguió ¡Diana realmente se disculpó por su comportamiento y me pidió que jugara en su equipo!

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