Una demostración en la Ciencia Cristiana es la evidencia práctica en nuestra experiencia de que las enseñanzas de esta Ciencia son verdaderas.
La Ciencia Cristiana revela a un creador perfecto y una creación perfecta. Enseña que puesto que Dios es el Espíritu infinito, la vida y el universo son realmente espirituales. La materia, lo opuesto del Espíritu, es una ilusión de los sentidos físicos, un estado subjetivo del pensamiento material. En el universo del Espíritu la materia no tiene lugar.
De igual modo, el mal no puede tener lugar en la verdadera existencia espiritual y perfecta, la cual es la expresión de Dios, el Amor, o el bien. De ahí la exigencia de Jesús: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48;
El hombre verdadero y perfecto es inmortal, la manifestación eterna del Espíritu perfecto, la Vida divina. El hombre espiritual y sin tacha, jamás ha caído de su estado perfecto. Por ser la imagen y semejanza de Dios, no tiene consciencia del pecado, la enfermedad y la muerte.
El universo perfecto no precisa mejoramiento ni corrección. El hombre perfecto no necesita mejoramiento ni curación. Entonces, ¿qué necesidad hay de una demostración en la Ciencia Cristiana? Hablando del hombre perfecto, la Sra. Eddy escribe en La Unidad del Bien: “El hombre científico y su Hacedor están aquí mismo, y no serías ningún otro que este hombre, si subordinaras las percepciones carnales al sentido espiritual del ser y su origen espiritual”.La Unidad del Bien, pág. 46;
Nuestra experiencia terrenal aparenta ser la percepción carnal o material de la imperfección en vez de la perfección, de la materia en lugar del Espíritu, del mal en vez del bien, o una mezcla del bien y del mal. Para armonizar nuestra experiencia terrenal y reemplazar gradualmente la materialidad con la realidad espiritual necesitamos progresar en el logro de la percepción espiritual del ser. La demostración de dominio sobre la enfermedad y la discordancia prueba que estamos realmente progresando y nos alienta en gran manera.
El origen de la enfermedad, por ejemplo, puede demostrarse que siempre proviene del pensamiento material. Del pensamiento limitado y material proceden reacciones tales como odio, envidia, celos, ira, ansiedad y obstinación; todas ellas nocivas para la salud. Asimismo, la creencia de que la existencia es material e imperfecta produce el temor a las leyes físicas, e inclusive a las leyes higiénicas, que son aceptadas ampliamente como reguladoras de la existencia humana. Mas los resultados del falso pensamiento material que actúa por medio del temor y otras emociones dañinas, pueden anularse mediante el pensamiento espiritual.
Las leyes materiales no son leyes válidas en el reino perfecto del Espíritu. No se originan en el Principio divino del bien. De la misma manera que al administrar justicia, un tribunal supremo puede anular la sentencia errónea de un tribunal menor, así la comprensión de la ley de perfección del Principio divino, puede anular las supuestas leyes de la materia, es decir, las creencias materiales.
La corrección no se lleva a cabo en el universo perfecto y espiritual, sino en el pensamiento del ser humano, quien se separa de un mundo material de ilusiones y reconoce la naturaleza espiritual de la Vida y la creación. Se identifica a sí mismo en un grado mucho menor como un mortal material; logra una vislumbre de su naturaleza original y espiritual como la imagen y semejanza de Dios. Recibe el Cristo, la Verdad, que revela el estado verdadero del hombre como hijo de Dios. El Cristo sana; el Cristo corrige el pensamiento material que ve al hombre como un mortal enfermo. La acción del Cristo restaura al cuerpo la salud.
Esto es demostración en la Ciencia Cristiana. Comenzamos en nuestro pensamiento con un creador perfecto y una creación perfecta. Nos damos cuenta de que los conceptos materiales con todas sus imperfecciones son ilusiones. Los síntomas de la enfermedad desaparecen en proporción a nuestra comprensión espiritual. De esta manera, la curación nos da la prueba visible, es decir, la demostración de la verdad espiritual que sabemos acerca de nosotros mismos.
Visto desde el punto de vista de la perfección espiritual nada ha cambiado. Mas desde el punto de vista de nuestra experiencia terrenal, ha ocurrido un mejoramiento. El bienestar es una verdad espiritual, y la curación es una revelación gradual de la verdad espiritual en la existencia humana.
Ésta es la actividad del “Cristo”, que la Sra. Eddy define en Ciencia y Salud como “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583.
Cristo Jesús fue el representante perfecto del Cristo en este plano humano. Ante todo se interesaba en demostrar a los hombres el origen espiritual de ellos, que es el Padre afectuoso. Impartió una comprensión espiritual de la relación intacta del hombre con Dios. Consideró la curación y la regeneración como señales convincentes de lo que enseñó (ver Marcos 16:17).
La demostración en la Ciencia Cristiana no sólo abarca la curación de la enfermedad sino que por medio de la aplicación del principio del Cristo descubierto por la Sra. Eddy, se transforma en armonía toda clase de discordancia.
Nos encontramos sólo en el umbral de la demostración de esta Ciencia revolucionaria.
En nuestro trabajo metafísico, nuestra oración sobre una situación, deberíamos proceder siempre desde el punto de vista absoluto de la perfección divina. Pero mientras la falsa apariencia de discordancia no haya cedido, uno no puede actuar como si la demostración se hubiera completado.
En un caso en que todavía no se haya hecho la demostración, a menudo se requiere mayor humildad para descubrir y remover totalmente de la consciencia los pensamientos erróneos que causan la discordancia. Se requiere aún mayor perseverancia y comprensión espirituales. Sólo lo que hemos demostrado lo hemos comprendido cabalmente.
Pero esto no tiene que desanimarnos. La meta merece el esfuerzo. Cada vez que solucionamos un problema, estamos progresando hacia la solución total del problema del ser. Si persistimos de todo corazón en nuestro esfuerzo, entonces de seguro que la demostración que todavía no hemos alcanzado la lograremos pronto.
La Ciencia Cristiana no ignora la vida humana, sino que la libera de la materialidad y de la mortalidad, fortaleciéndola en su relación con lo que es divino e inmortal.
En la medida en que progresamos espiritualmente, el estado perfecto del hombre verdadero se revela en nuestra experiencia humana en creciente medida. Cada paso en esta dirección, cada corrección en el pensamiento y la consiguiente curación o ajuste de una situación discordante, es una demostración en la Ciencia Cristiana.
    