Al contemplar nuestro mundo, como lo hacemos hoy en día a través de la televisión, sacamos en conclusión que es un mundo de contrastes. Por ejemplo, podemos ver en la misma noche a un grupo de gente en un ambiente de lujo tomando una cena suntuosa, o a una familia en un sampán comiendo su tazón de arroz.
Y, hablando de contrastes, qué diferencia entre las extensamente difundidas sugerencias que nos imponen los diferentes medios de información de hoy en día — “cuide su salud”, “vigile su dieta”, “tome vitaminas” — y las simples palabras de Jesús: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Su demanda es: “Buscad primeramente el reino de Dios v su iusticia”. Mateo 6:25, 33;
Cristo Jesús enseñó que Dios es Espíritu y que el hombre es el linaje del Espíritu. La avalancha de advertencias sobre el cuidado del cuerpo, de nuestra dieta y demás, resulta de la creencia de que el hombre es un producto material que, como las bestias y los vegetales, necesita ser alimentado por completo materialmente para tener salud y bienestar.
La demostrable comprensión de Jesús de que el Espíritu es substancia y el hombre es espiritual, lo capacitó para sobrevivir, sin efectos nocivos, la penosa prueba de ayunar cuarenta días y cuarenta noches (ver Mateo 4:2). Esta misma comprensión también lo capacitó para demostrar que Dios cuida constantemente de Su creación y alimentó a una multitud de cinco mil personas que habían ido al desierto para escucharlo. Aunque sus discípulos sólo tenían a mano unos pocos panes y algunos peces, Jesús miró hacia el cielo, bendijo la escasa provisión, y ésta fue abundante. (Ver Mateo 14:14–21.)
Jesús enseñó que Dios provee a todas nuestras necesidades porque Él es la verdadera Vida del hombre. Las enseñanzas del Maestro aplicadas en la Ciencia Cristiana, han capacitado a miles para apartar su pensamiento del cuerpo — apartarlo de dietas especiales o de la preocupación por el alimento — y para comprender su verdadero ser espiritual, logrando así obtener y mantener un sentido verdadero de la salud v el bienestar.
La Sra. Eddy escribe: "Admitid la hipótesis corriente de que el alimento es el sustento de la vida, y tendréis que hacer otra admisión en la dirección opuesta, — que el alimento tiene el poder de destruir la Vida, Dios, ya sea por deficiencia o exceso, por calidad o cantidad”. Y más adelante, en la misma página dice: “El hecho es, que el alimento no afecta la Vida absoluta del hombre, y esto llega a ser evidente de por sí, cuando aprendemos que Dios es nuestra Vida”.Ciencia y Salud, pág. 388.
La comprensión de estas declaraciones cristianamente científicas, eventualmente liberará a la humanidad del dominio de los llamados regímenes y leyes de la salud, leyes que Dios nunca decretó. Instruidos por la Ciencia cristiana, los hombres pueden rechazar la propaganda que quisiera entronizar los medicamentos, las píldoras y las vitaminas como gobernadores del género humano.
Demostré que “Dios es nuestra Vida” en mi propia experiencia, cuando durante un período de aproximadamente tres años y medio como prisionero de guerra en el Oriente, fui privado de lo que los médicos de la Fuerza Aérea y del Ejército consideraban una dieta suficiente y apropiada.
Durante este tiempo de prueba, las verdades que había aprendido en la Ciencia Cristiana me fueron de gran ayuda. Fueron el alimento que realmente buscaba cada día para mantenerme. Por medio de la contemplación y asimilación de estas verdades, la presencia de Dios y Su tierno cuidado fueron para mí una realidad viviente y omnipresente.
Jamás había tenido una sensación de paz, seguridad y confianza tan profunda y satisfaciente. A pesar de encontrarme rodeado de paredes, atalayas y alambradas de púas, un mundo completamente nuevo se abrió para mí — más espiritual, más hermoso — jamás me sentí tan libre de las exigencias por alimentarme y cuidar de mi cuerpo. Por primera vez había empezado realmente a poner en práctica las verdades de la Ciencia Cristiana, y los resultados eran directos y tangibles.
Durante casi todos esos años trabajé como capataz de un grupo de soldados en una granja situada a una hora de marcha del campo de prisioneros. Nuestro andrajoso grupo marchaba hacia esa granja fuertemente custodiado; nos levantábamos a las cinco de la mañana y casi siempre regresábamos a las cinco de la tarde. Nuestra comida principal consistía generalmente de un tazón de arroz salpicado de algunas hojas verdes de lo que cultivábamos en la granja. En contadas ocasiones había una pizca de carne en el arroz o quizás de pescado; pero comparado con la alimentación normal, era una dieta completamente insuficiente para mantenerse saludable. Sin embargo, sostenido por las verdades que había aprendido, pude continuar trabajando y realizando las largas marchas, y hasta disfruté de ello. Sí, durante ese tiempo aprendí mucho sobre la importancia de apoyarse en Dios. La Ciencia Cristiana me ayudó a pasar por esa experiencia sin haber estado un solo día enfermo. Y aunque estaba sumamente delgado cuando volví a casa, no sufrí efectos nocivos.
El ataque furioso de la propaganda de medicamentos, píldoras y vitaminas debe verse como lo que es — una resistencia innecesaria a la idea del Cristo como la presenta la Ciencia Cristiana. Ésta es la verdadera idea del hombre como espiritual, perfecto, creado por Dios, a quien se le ha otorgado dominio sobre toda la tierra — en contraste total a la desalentadora sugestión de que el hombre es un pobre mortal a merced de todo tipo de enfermedades y peligros. La verdad eterna de que el hombre es la imagen y semejanza de Dios, y, por lo tanto, inmortal y armonioso, morando en la felicidad ilimitada del ser verdadero, está aquí para que todos la conozcan. En resumen, sea que nos sentemos a la mesa preparados para un banquete, o simplemente ante un tazón de arroz, es bueno hacer lo que Jesús dijo, y no preocuparnos por nuestra vida, porque en realidad Dios es nuestra Vida.
