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El oportuno advenimiento del Cristo

Del número de diciembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Navidad es, para muchos, una valiosa conmemoración del momento en que, por medio de la Ciencia Cristiana, vino a ellos la primera vislumbre del Cristo, la idea espiritual de Dios y nacieron de nuevo. Sea cual fuere la época del año en que tuvieron esa experiencia, fue una oportunidad de iluminación y gran regocijo cuando reconocieron que la Verdad divina era un poder salvador experimentado en los asuntos humanos. Cuando miran hacia el pasado, reconocen que constituyó un momento decisivo en su experiencia en el que comenzaron a comprender que la substancia y la inteligencia no están en la materia, sino en el Espíritu, y que Dios, el bien, es todo poder, toda presencia y toda la realidad del ser.

Algunas de estas mismas personas ya habían experimentado su desencanto con la materia y rebeládose contra las pretensiones de ésta de tener poder para bien o para mal sobre el universo y el hombre de Dios. Cuando el Cristo se les hizo presente estaban dispuestas a recibirle. Como los reyes magos y los vigilantes pastores, estaban buscando la sabiduría más profunda y espiritual del Cristo. Algunas estaban cansadas del sufrimiento físico, anhelaban el bienestar, y, por medio de esta expresión de la gracia de Dios, encontraron satisfacción. Otras, a pesar de sus creencias y prejuicios tradicionales, despertaron a la comprensión de la naturaleza divina del ser verdadero, aun en contra de su propia voluntad y de su opinión humana. La razón y la demostración prevalecieron sobre la evidencia del sentido físico, y con humildad e integridad aceptaron, aunque con renuencia, la idea espiritual.

Ahora bien, cuando estas personas miran retrospectivamente al advenimiento de la Verdad divina en su consciencia, es indudable que pueden decir que para ellas el advenimiento fue oportuno, gobernado por la inteligencia, y que fue la mayor bendición que jamás conocieron. Les ha dado paz, salud, armonía, fortaleza y satisfacción en la confianza de que poseen los medios para resolver no sólo sus propios problemas, sino también todos los problemas de la humanidad.

La Verdad divina, o el Cristo, viene a cada uno de nosotros en el momento más apropiado para nuestro crecimiento y progreso espirituales. Jesús, el portador del Verbo de Dios, vino al mundo en la época y en el lugar en que su mensaje pudiera cumplir mejor su propósito. Muchos de aquellos entre los que vivió y enseñó se mostraron receptivos. Estuvieron preparados a aceptar la enseñanza que él traía y a que los sanara. Unos pocos estaban dispuestos a sacrificar todas las ataduras humanas y predicar “el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15;

Es verdad que en aquella época el desarrollo físico y tecnológico era muy inferior al actual. Los viajes eran lentos y se hacían a pie o a lomo de caballo o asno y no en aviones a retropropulsión. No había sistemas electrónicos que facilitaran la comunicación de los oradores con el público, ni imprentas ni redes de radiodifusión para divulgar la enseñanza de un maestro. Hoy se arguye, a veces, que acaso hubiera sido mejor que un ministerio tan importante como el del Maestro se hubiera postergado hasta una época en que su mensaje se hubiera podido transmitir más eficaz y ampliamente por medios electrónicos. En ese caso, se dice, este gran hombre y sus discípulos hubieran podido hablar directamente a la población de toda la tierra, en lugar de hacerlo por la sola expresión oral ante unos pocos en un obscuro rincón del Imperio Romano.

Mas en la Biblia se representa a Dios como diciendo: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”. Isa. 55:8; La oportunidad de Dios para la revelación es el momento de máxima receptividad a las ideas espirituales. Su modo de revelación es divino, no humano. Su verdad aparece en la consciencia en el instante en que puede ser entendida. Una vez entendida, no puede perderse.

En ésta época aprovechamos, del mejor modo que podemos, los métodos modernos de comunicación. Mas la revelación divina no ha dependido ni depende ahora de la palabra impresa o de las ondas sonoras. Si el momento es oportuno y se carece de estos útiles medios humanos, la Verdad puede venir al pensamiento receptivo por medio de la transmisión directa de las ideas espirituales de Dios a Su linaje, el hombre. ¿De qué otro modo hubiera podido Moisés, cuando cuidaba ovejas en el desierto, discernir que la naturaleza del ser verdadero era “Yo soy el que soy”, Éx. 3:14; el Dios único, o Ser divino? ¿O cómo hubiera podido María comulgar con la Verdad y el Amor al punto de concebir la idea espiritual de Dios y dar a luz a Jesús?

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “A través de todas las generaciones, tanto antes como después de la era cristiana, el Cristo, como la idea espiritual, — el reflejo de Dios, ha venido con cierta medida de poder y de gracia a todos los que estaban preparados para recibir a este Cristo, o sea la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. 333.

Actualmente hay millones de personas preparadas para este advenimiento. Están desengañadas de la materia y de sus métodos, cansadas de sufrir, y tienen la humildad necesaria para comprender y aceptar la idea espiritual. Para estos millones de personas el período de Navidad puede significar mucho más que una ocasión de asombrada contemplación del nacimiento de Cristo Jesús y de gratitud por su ejemplo. Puede ser una oportunidad de nuevo nacimiento y curación. Dios gobierna el advenimiento del Cristo en la consciencia individual. Él asegura que no se demorará el gran momento de revelación en la experiencia de estos millones de seres.

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