Poco después que me casé fui a vivir a Nueva York. Durante ese tiempo una sirvienta que habíamos traído del Japón, muy trabajadora y de carácter tranquilo, comenzó a padecer de insomnio, que continuó durante más de un mes; permanecía lela y decía palabras extrañas. Esto me alarmó mucho. Después de haberlo pensado bien, le hablé acerca de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens.; hacía poco que había oído hablar de esta religión, y le pregunté si le gustaría que la llevaran a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana. Dijo que le gustaría así es que la llevé.
Después de una buena conversación, volvió a casa muy feliz. Al día siguiente no apareció en la cocina por un buen rato. Muy preocupada, fui a su cuarto alrededor de las once, llamé a la puerta y la abrí un poco. Dormía profundamente y con comodidad. Ése fue el fin del insomnio; aún vive en Nueva York y goza de excelente salud.
Después que falleciera mi esposo, volví con mis cuatro hijos al Japón; fue una gran sorpresa para mí el saber que mi madre, que había estado buscando una religión, había encontrado la Ciencia Cristiana y la estaba estudiando seriamente todas las mañanas. Sentí que esto no podía ser más que la providencia de Dios. Comencé a estudiar la Biblia y el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, desde entonces he experimentado muchas curaciones.
La Ciencia Cristiana me dio fortaleza para criar a mis cuatro hijos. Fue una bendición que desde pequeños aprendieran el idioma inglés, junto con la Ciencia Cristiana y que pudieran asistir a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Durante un verano, mientras estábamos en un balneario, mi hija mayor leyó un prospecto de una escuela en Estados Unidos de América, para hijos de Científicos Cristianos y empezó a preguntar si ella podía asistir. Le expliqué que era financieramente imposible para nosotros. Sin embargo, su deseo era tan grande que oré sobre esto y sentí que uno de mis hijos podía ir. Decidí que fuera mi hija mayor y aquel otoño partió para la escuela.
Mi segunda hija iba a ser educada en el Japón; por consiguiente, se solicitó su admisión en el Colegio Japonés de Niñas. Sin embargo, una fuente de ingreso completamente inesperada se abrió para nosotros, y al año siguiente esa hija se había reunido con su hermana mayor. Por supuesto que el hecho de que pude mandar a mis cuatro hijos a esa escuela se debe al amor de Dios y estoy siempre profundamente agradecida por ello.
Cuando mi hija menor era muy pequeña, le correspondió ser paje en una boda. Le mandé a hacer un vestido blanco, preparamos flores y estábamos deseando que llegara el momento del acontecimiento. El día llegó, pero cuando salíamos de casa para ir a la boda, mi hija se sintió enferma con fiebre, comenzó a renguear y apenas podía caminar. Nada se podía hacer en ese momento; así que declaré en mi corazón que, como Cristo Jesús lo enseñó, Dios está siempre cuidando a Sus hijos, y Sus hijos están eternamente protegidos y son armoniosos. Le hablé a la niña en este sentido y continué orando de todo corazón. Pedí ayuda a un practicista y fuimos a la boda. Cuando la ceremonia comenzó, mi hija lucía como si nada le hubiera sucedido y desempeñó su papel muy feliz.
Durante el gran terremoto en los alrededores de Tokio, y durante la Segunda Guerra Mundial, experimenté la gran protección de Dios.
Estoy agradecida por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, así como por vivir cada día con buena salud, con gozo y actividad. También estoy indeciblemente agradecida de que la Ciencia Cristiana haya sido introducida en el Japón.
Tokio, Japón