Poco después que me casé fui a vivir a Nueva York. Durante ese tiempo una sirvienta que habíamos traído del Japón, muy trabajadora y de carácter tranquilo, comenzó a padecer de insomnio, que continuó durante más de un mes; permanecía lela y decía palabras extrañas.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!