Revelación implica el descubrimiento de algo desconocido hasta ahora, especialmente de algo que se manifiesta sólo por medio del poder propulsor de Dios. Todo lo que es de la divinidad se origina con la divinidad y no con seres humanos. Dios se ha revelado a Sí mismo gradualmente a través de incontables centurias, a medida que los pueblos se han rendido humildemente ante Su presencia y han comprendido que existe algo más allá del concepto material de la vida, algo puro y divino que le es natural al hombre.
Mediante revelaciones silentes, Dios se interpreta a Sí mismo, da a conocer Su naturaleza, Su creación, Su voluntad, Su ley, Su hombre, la idea verdadera de la veneración. Entonces, el poder divino invariablemente impone su autoridad sobre la materia y el mal mediante la curación de las contradicciones de la armonía, pues ésta es siempre la evidencia de la creación de Dios — Su cielo. La curación es la insignia de la revelación verdadera. Hace valedera la afirmación de que una revelación se ha manifestado.
Cuando Cristo Jesús inició su ministerio público, sus primeras palabras confirmaron que una revelación estaba a punto de ocurrir. Dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 4:17; El mundo estaba preparado para un concepto más elevado de la vida tal como existe en Dios. Una formidable revelación estaba a sus umbrales.
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