Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana, la cual ha sido mi único guía y médico durante casi cuarenta años. La primera vez que leí Ciencia y Salud por la Sra. Eddy fui sanado del hábito de fumar y de tomar bebidas alcohólicas. A través de los años hemos tenido muchas curaciones en nuestro hogar, incluyendo la de superar la escasez y la restricción. También he probado muchas veces que la Ciencia Cristiana puede ser una gran ayuda en el mundo de los negocios. Yo no sé lo que haría sin la Ciencia a la cual recurro constantemente en busca de dirección y al hacer decisiones importantes.
Quisiera relatar una curación que tuve hace varios años, por la cual estoy profundamente agradecido. Me caí del techo de nuestra casa, cayendo sobre una entrada para coches asfaltada, desde una altura de más de cuatro metros. La estructura ósea del lado izquierdo de mi cuerpo fue sacada fuera de su lugar por el impacto de la caída, y mi mano izquierda se me torció perdiendo su forma. Cuando volví en sí, vi que mi esposa había llamado a un vecino y a su hijo para que me llevaran dentro de mi casa. Me colocaron en un colchón de goma sobre el piso. Me era totalmente imposible mover el cuerpo.
Inmediatamente empecé a decir “la declaración científica del ser”, dada en Ciencia y Salud. Las palabras con que empieza son (pág. 468): “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Oré muy sinceramente por una mejor comprensión de la verdad sanadora, que yo sabía que estaba en esa declaración. Puedo decir con agradecimiento que ni mi esposa ni yo tuvimos ningún temor, ni jamás hubo una sombra de duda en nuestros pensamientos de que el Cristo, la Verdad, como se enseña en la Ciencia Cristiana, me sanaría, como lo había hecho en el pasado.
Le pedí a mi esposa que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. El practicista empezó a hacer trabajo de oración para mí. En muy poco tiempo desapareció todo dolor, pero todavía me era imposible mover el cuerpo. Permanecí en el suelo durante tres semanas esforzándome por resolver este problema justamente donde estaba yo. Cada día había señales de progreso. Mi esposa también hizo un buen trabajo de oración para mí. Durante dos semanas durmió muy poco; cada hora durante la noche venía para ver si todo andaba bien. Me era imposible comer porque no podía enderezar mi espalda. Se me alimentaba con líquidos a través de un tubo.
Cada día la practicista le daba a mi esposa pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud para que yo estudiara, y muchos otros pasajes de los escritos de la Sra. Eddy. A medida que estudiaba yo estos pasajes, me encontraba con que mi pensamiento se elevaba por encima de la creencia de cualquier realidad en la condición. Uno de los pasajes que más me ayudó fue éste de Ciencia y Salud (pág. 424): “Bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”. Al darle una consideración muy devota a esta declaración, comprendí que yo era un hijo perfecto de Dios justamente en ese momento y en ese lugar y, como un hijo espiritual de Dios, no residía en un cuerpo material. Entonces empecé a ver más claramente que, en realidad, jamás me había caído. Yo sabía que Dios había hecho perfecto al hombre y que nada podía cambiar jamás eso. Comprendí que Él es la Vida del hombre, y que la Mente divina es suprema y que todo está bajo su gobierno total. Esto elevó mi pensamiento por encima de la pretensión de que había habido un accidente. Llamé a mi esposa y le pedí que pusiera una silla a mi lado y me levanté sentándome en la silla y permanecí allí por un rato.
Éste fue un día de regocijo para mi esposa y para mí. Entonces al día siguiente caminé hasta el teléfono y llamé al practicista. Ésta fue la primera vez que había podido hablar con el practicista personalmente. Todos nos regocijamos y expresamos mucha gratitud a Dios por Su bondad. Volví al trabajo poco después de esta completa curación en la Ciencia Cristiana.
Mi trabajo requiere mucha fuerza en mis manos y brazos, y también tengo que doblar y mover mi cuerpo. Sin embargo, he podido seguir trabajando normalmente desde esta maravillosa curación.
Estoy sinceramente agradecido por la firme y bondadosa ayuda que me dio el practicista, y por mi esposa, que estuvo a mi lado tan fielmente día y noche. Estoy agradecido a Dios, por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, y por la Sra. Eddy, nuestra Guía, y por todos sus escritos que podemos estudiar conjuntamente con la Biblia para recibir nueva y constante inspiración. Mi afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial, la instrucción en clase, y el privilegio de servir en la Causa de la Ciencia Cristiana han sido una gran fuente de inspiración para mí a través de los años.
East Hartford, Connecticut, E.U.A.