Martita tenía un juego favorito que le gustaba jugar con sus amiguitos. Se llama “Simón dice”. Quizás ustedes ya saben cómo se juega. Pero en caso de que no sepan, esto es lo que tienen que hacer: escogen entre ustedes uno que haga de guía; entonces, él tiene que pararse delante de todos y les dice lo que tienen que hacer. La treta consiste en que sólo tienen que hacer lo que él diga si dice: “Simón dice”. Si él no dice “Simón dice”, entonces no tienen que hacerlo. Tienen que escuchar con cuidado para hacer lo que deben hacer.
Martita aprendió un día que siempre es muy importante saber escuchar. Ocurrió cuando Martita y su mamá y su papá y su hermano estaban en un bosquecillo juntando hojas y ramas para decorar la casa. Martita encontró un gran conjunto de helechos. Al agacharse para sacar uno, se le metió en el oído una ramita puntiaguda de uno de los arbustos que estaban cerca de ella. Martita no pudo contener el llanto porque le dolió.
La familia de Martita no sabía nada acerca de la Ciencia Cristiana, de manera que subieron a su automóvil y fueron a ver a un amable doctor que vivía cerca. El doctor dijo que a Martita le dejaría de doler el oído pero que nunca volvería a oir con ese oído.
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