“¿Puedo hablar con usted confidencialmente?” Es posible que un principiante en la Ciencia Cristiana le formule esta pregunta a un o una practicista de la Ciencia Cristiana a quien le ha solicitado que le ayude por medio de la oración. Es posible que lo que tenga que decir sea muy confidencial — quizás algo relacionado con sus negocios o su vida familiar, su situación económica, o detalles íntimos acerca de su estado físico o mental. Le preocupa que sus asuntos privados puedan llegar a divulgarse, y quiere estar seguro de poder hablar libremente sin temor de ser delatado.
Pero aun cuando no sienta la inquietud de que sus asuntos privados se divulguen, el practicista tiene una obligación absoluta de mantenerlos en confidencia. Si el practicista no cumple con este requisito se expone a la disciplina de la Iglesia. En el Manual de la Iglesia la Sra. Eddy es bastante categórica: “Los miembros de esta Iglesia deben guardar en confidencia sagrada toda comunicación privada que reciban de sus pacientes; así como cualquier información que les venga como resultado de las relaciones entre practicista y paciente. Una infracción sobre este punto expone al infractor a la disciplina de la Iglesia”.Manual de La Iglesia Madre, Art. VIII, Sec. 22;
No queda lugar para concesiones. Lo mejor es que la sagrada relación entre practicista y paciente se guarde siempre en el santuario secreto — o sea, bajo el manto del anonimato. Es tan necesario guardar en confidencia el hecho mismo de que una persona necesita pedir ayuda a un practicista como la naturaleza de la dificultad que pueda tener. Dentro de lo posible, el practicista no debiera revelarle ni a su esposa (o en el caso de una practicista, a su esposo) ni a ninguna otra persona, el hecho de que se le está solicitando ayuda o que la está prestando.
En cierta ocasión, un señor le dijo a un miembro de su familia, que era una activa practicista, lo siguiente: “Sé que mucha gente te llama por teléfono, pero que yo sepa no tienes un solo paciente. Nunca has mencionado a nadie por su nombre”. Así es como debiera ser — no sólo por la tranquilidad del paciente sino en beneficio del trabajo sanador a realizarse.
Esta norma de confidencia no es una formalidad restrictiva, sino una estipulación prudente y benévola en beneficio de todas las partes interesadas. La experiencia demuestra que con frecuencia el tratamiento (o la oración) en la Ciencia Cristiana es de mayor eficacia y más rápido cuando se da en privado. Jesús dijo: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto”. Mateo 6:6; Y la Sra. Eddy escribe: “No es más difícil conseguir que vuestros pacientes os oigan mentalmente, mientras que otras personas estén pensando en ellos o conversando con ellos, si entendéis la Ciencia Cristiana — la unidad y la totalidad del Amor divino; pero es conveniente estar a solas con Dios y los enfermos durante el tratamiento de la enfermedad”.Ciencia y Salud, pág. 424.
La curación se realiza mediante la visión sanadora de la totalidad del Amor divino y de la perfección presente de la naturaleza verdadera del paciente como la idea por siempre armoniosa del Amor. Esta visión se alcanza más rápidamente cuando la atmósfera de pensamiento que rodea el caso se mantiene libre de especulaciones en cuanto al estado del paciente.
La responsabilidad de mantener en privado las comunicaciones confidenciales no atañe solamente al practicista. El paciente puede hacer mucho en el adelanto de su curación manteniendo la naturaleza confidencial de su relación con quien lo está ayudando. Puede abstenerse de hablar con otros sobre las declaraciones que le haga el practicista en el transcurso de su tratamiento audible. Puede meditar en lo profundo de su corazón sobre los pensamientos a la manera del Cristo de paz y Amor que le vienen impersonalmente como resultado de las devotas afirmaciones hechas durante el tratamiento silencioso, acerca de su unidad con la Mente divina y su reflejo de la verdadera consciencia, que constituye la salud. El momento de impartir estos pensamientos a otros es cuando la curación se ha efectuado y la gratitud impulsa la prudente participación de las bendiciones recibidas.
Los problemas humanos se solucionan mejor en el santuario secreto de la comunión con el Espíritu. Al mantener las confidencias en secreto, la persona está contribuyendo a asegurar que la atmósfera mental que lo rodea sea celestial, conducente a la curación, libre de críticas y sugerencias antagónicas que pudieran nublar su clara visión de la Verdad como también la del practicista. No hace falta que una tercera o cuarta persona se comprometa en ningún problema personal y privado por el que se esté dando tratamiento, y ni siquiera hace falta que sepa que existe tal problema. Por lo general, un practicista se asegura de que los pacientes lo visiten y se comuniquen con él en privado. El paciente debiera corresponder conteniéndose en contar a la gente que está solicitando la ayuda de un practicista en particular o de darlo a entender a los demás miembros de la iglesia mediante excesivos contactos personales con el practicista, antes y después de los cultos.
La práctica sanadora de la Ciencia Cristiana es un ministerio espiritual. Su propósito es el de liberar al pensamiento humano del mesmerismo de las sugestiones de temor y de discordia de la mente mortal. Se propone establecer la consciencia de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, el Amor divino, y de la perfección presente del paciente como imagen de Dios.
Tal propósito es una tarea santa y gozosa. Se efectúa en el lugar secreto de la consciencia espiritualizada — el estado de la Mente en la cual la discordia mortal de cualquier clase es desconocida. La curación se logra más rápidamente cuando practicista y paciente guardan escrupulosamente las confidencias y no permiten que el chisme o la delación impidan la demostración de la presencia del hombre perfecto de Dios.
