Quisiera expresar, por escrito, mi sincera gratitud por una curación que tuve por medio de la Ciencia Cristiana en enero de 1972. Esta curación me hizo percibir la voz callada y suave tan pronto como aprendí a abandonar mi renuencia a escuchar.
Desperté una mañana y me di cuenta de que no podía oír con el oído izquierdo. No sólo había quedado sordo, sino que también se había afectado mi equilibrio. Esta sordera realmente me molestaba, porque era el primer problema físico que jamás había tenido. Se me crió en un hogar de Científicos Cristianos toda mi vida, pero en ese momento sentí que esta dificultad era mayor que mi entendimiento.
Hice una cita con el mejor especialista en oídos de nuestra ciudad. Cuando le fui a visitar, el médico me hizo unas pruebas de sonidos y me dijo que estaba sordo de ese oído y que era una sordera espontánea y total. Me dijo también que no se conocía una explicación médica de la condición ni un tratamiento que él pudiera darme para remediarla. Me sugirió, sin embargo, que orara.
Poco después, visité a un practicista de la Ciencia Cristiana. Le hablé brevemente de mi problema. Ambos negamos inmediatamente que la curación estuviera sujeta a un límite de tiempo. Su siguiente comentario fue el que me sirvió de inspiración: “La sordera puede indicar una renuencia a escuchar”. En ese mismo momento sentí el deseo de escuchar a Dios y de unirme a Él. Hablamos unos minutos más acerca del trabajo de oración que era menester hacer y me fui.
Durante los días siguientes leí diariamente la Lección-Sermón. El tema era “Verdad”. Incorporaba las ideas que necesitaba adoptar para invertir mi renuencia a escuchar. Oré mucho, no sólo con la lección, sino también con el Padrenuestro, y con la “Oración Diaria” que figura en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Me esforcé por identificarme como idea o reflejo de Dios, teniendo en mente los sinónimos, Vida, Verdad, Amor, Mente, Alma, Principio, Espíritu. La “Oración Diaria” incluye estas palabras (Art. VIII, Sec. 4): “Haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí, y quita de mí todo pecado”.
Me encontré entonces ante la situación de que no tenía a mano mis libros para usarlos. Comenzando con la verdad básica de que “Dios es Amor”, que había aprendido en la Escuela Dominical, y siguiendo con el conocimiento que había adquirido en la instrucción en clase, me empeñé en tener mi mente llena de ideas relacionadas con la Verdad y el Amor divinos y en no dejar que el mal entrara en mi pensamiento. No tuve ninguna dificultad en aprovechar la fuente ilimitada de la memoria y el conocimiento.
Durante cinco días no pude comunicarme con el practicista, ni por teléfono ni personalmente, pero en ningún momento sentí otra cosa que una verdadera sensación de comunicación entre el bien y yo.
La mañana del sexto día, a eso de las 10 horas, mientras examinaba lo que sabía, tuve una comprensión de perfección, y en ese instante sentí el calor y la proximidad del único creador perfecto y completo. Junto con esta comprensión vino una curación instantánea, ¡y pude oír! Había desarrollado una disposición a escuchar las ideas buenas y verdaderas de Dios.
Quisiera manifestar mi gratitud por el Modelo, Cristo Jesús, y por la Sra. Eddy por su descubrimiento de la Ciencia Cristiana.
Orlando, Florida, E. U. A.
