La Ciencia Cristiana alimenta el hambre del corazón humano presentando al mundo el mensaje sanador del Cristo, el ideal de Dios. Por medio de las bondadosas ministraciones del Cristo, la Verdad, siempre activo en la consciencia humana, los individuos y las naciones están despertando a la comprensión de su necesidad de lo que es espiritualmente bueno y permanente. La humanidad está haciendo esfuerzos en busca de algo que sane las heridas que se ha infligido a sí misma.
Los sistemas materiales no pueden proporcionar este elemento sanador porque todos operan desde la base de la falible mente humana, que es limitada y finita. La Ciencia Cristiana, sin embargo, que presenta la verdad de la única y omnisuficiente Mente divina infinita y del hombre como la idea perfecta de la Mente, satisface la necesidad humana. Esta verdad cura todos los males; ajusta las relaciones discordantes; mejora nuestro concepto de los negocios, del empleo y de la provisión; venda a los quebrantados de corazón; y sana al débil, al pecador y al desalentado.
Muchos de nosotros que hemos aplicado la Ciencia Cristiana a los diversos aspectos de la experiencia humana con resultados de curación, hemos sido abundantemente bendecidos. Estamos convencidos de que esta Ciencia es la perla preciosa y de que, si se la demuestra con fidelidad, sanará todos los problemas. Pero si queremos obedecer una de las reglas fundamentales del cristianismo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, Mateo 22:39; debemos demostrar, cada vez en mayor medida, la oportunidad de compartir la Ciencia Cristiana con nuestro prójimo, mediante la distribución de literatura y de otras actividades de la iglesia. Podríamos comparar nuestros esfuerzos a este respecto con el gesto de verter una copa de “aceite y vino sanador” en el pensamiento del mundo. Estas palabras son tomadas del Himno No. 259 del Christian Science Hymnal, (Himnario de la Ciencia Cristiana):
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