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¿Qué busca el mundo?

Del número de mayo de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El desasosiego parece estar diseminado en el mundo de hoy. Éste es un estado de intranquilidad, de incertidumbre, de descontento. Ciertamente no es un estado feliz.

Los Científicos Cristianos, jóvenes y viejos, tienen una oportunidad única de probar la eficacia de su religión en esta atmósfera perturbada. ¿Qué es en realidad lo que tratan de encontrar los agitadores de hoy en día? ¿Acaso no es alguna verdad acerca de ellos mismos y del mundo que los rodea?

¿Cómo pueden los Científicos Cristianos dar a conocer a los demás lo que el estudio de la Ciencia Cristiana puede proporcionarles — cómo realmente le enseña a uno a comunicarse con Dios, consigo mismo y con su prójimo?

Muchas de las personas disconformes de hoy en día poseen mentalidades agudísimas con antenas espirituales sumamente sensibles. Instantáneamente rechazan todo lo que se basa en premisas falsas. Las instituciones tradicionales, sagradamente aceptadas durante siglos, se están derrumbando. Quieren la verdad, y la quieren ahora. Desconfían de la beatería farisaica que no les ofrece nada más que palabras huecas. Quieren algo que les pueda demostrar su valor en la presente etapa de su vida y no en un futuro estado de gracia. Si van a aceptar la realidad de la existencia de Dios, quieren que sea un concepto acerca de Dios que se pueda demostrar y usar.

En diferentes países del mundo, les he formulado a muchas personas la misma pregunta: “¿Cree usted en Dios?” Y la respuesta, por lo general, ha sido: “Bueno, supongo que hay algo — en algún lugar — pero ciertamente no sé lo que es, ¡e indudablemente jamás lo encontré en la iglesia a que iba de niño!” La mayoría ha perdido toda veneración por cualquier iglesia comprometida en el dogma ritualista, en el estado privilegiado del sacerdocio y así por el estilo. Pero, en casi todos los casos, creen en un poder superior a ellos mismos, que les es difícil definir.

La definición de Dios tal como se da en nuestro libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, ofrece un concepto de la Deidad que, el autor ha visto, despierta el interés de estas personas. Dice así: “Dios. El gran Yo soy; el que todo lo sabe, todo lo ve, que es todo acción, sabiduría y amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; todo substancia; inteligencia”.Ciencia y Salud, pág. 587; Comprendieron estas personas, sin dificultad, la idea del Principio que gobierna el universo y el Amor divino que abraza su propia creación. Sin embargo, dudaban de que la Vida pudiera ser eterna puesto que la muerte parecía ser tan evidentemente el fin de la vida.

He aquí una ilustración aritmética que más de una vez, despertó la curiosidad de esta gente y la mantuvo interesada. Podían ver que cualquier número — digamos, el número 5 — es básicamente un concepto en aritmética. No importa lo que le hagamos al símbolo, a la cifra 5, de una manera visible a los sentidos físicos, ya sea en forma escrita, pintada o grabada, nunca podemos tocar el verdadero número 5, que es un concepto. Del mismo modo, el hombre, el concepto, la idea de Dios, no puede ser destruido. Mientras exista el Principio del ser — que por siempre existirá — la idea que expresa ese Principio, el hombre, debe seguir existiendo, prescindiendo de lo que parece acontecer a una forma física.

“Pero,” insiste el interesado, “si hay un Dios, y según se supone es muy bondadoso y misericordioso, ¿por qué permite que ocurran cosas tan terribles en Su universo?”

Aquí uno debe tener mucho cuidado. Una respuesta superficial puede destruir toda credibilidad. Éste es el lamento desesperado del que sufre, del torturado, del pobre, de la víctima de la guerra, del lisiado, del desolado. En un sentido, es como el lamento lastimoso de Cristo Jesús cuando estaba en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:34; Si bien podemos asumir con seguridad que Jesús, a pesar de su lamento humano pidiendo ayuda, sabía en su corazón que Dios jamás podía desamparar Su bienamada creación, ésta es una pregunta muy difícil que la mayoría de las religiones no ha podido contestar satisfactoriamente.

Los estudiantes de Ciencia Cristiana están convencidos de que la Sra. Eddy, mediante inspiración divina, descubrió la única respuesta posible a este dilema. La respuesta era sencilla, pero como en el caso de todos los grandes descubrimientos, fue despreciada y rechazada en sus comienzos, especialmente por las iglesias tradicionales. No obstante, durante los últimos cien años, esta religión científica ha crecido y prosperado; innumerables personas dan testimonio de sus resultados beneficiosos.

¿La respuesta? El sorprendente descubrimiento de que el universo material que parece rodearnos no es nada más que lo que nuestro propio pensamiento, o el del mundo, acepta. En otras palabras, el pensamiento es la base de todo lo que experimentamos. La materia no es otra cosa que la objetivación del pensamiento. No hay inteligencia innata o vida en la materia; un cambio de pensamiento puede cambiar cualquier condición de la materia. La Sra. Eddy escribe así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 468 ;

Es fácil comprender cómo un mundo acostumbrado a aceptar la materia como la base de toda vida reaccionaría a una declaración tan revolucionaria. En otra parte del libro de texto la Sra. Eddy declara: “Aparte enteramente de la creencia y del sueño de la existencia material, es la Vida divina, revelando el entendimiento espiritual y la consciencia del dominio que el hombre tiene sobre toda la tierra. Este entendimiento echa fuera el error y sana a los enfermos, y con él podéis hablar ‘como quien tiene autoridad’ ”.ibid., pág. 14 ;

A pesar de que la creencia común de que el tacto, la vista, el oído, el olfato y el gusto son la realidad básica de la existencia, y gobiernan nuestra experiencia, los horizontes mentales se han extendido increíblemente en estas últimas décadas. Lo que hasta hace poco parecía milagroso ahora lo aceptamos como parte normal de nuestra vida diaria.

“Pero,” declara el interesado, “suponiendo que yo acepte lo que usted dice, aún eso no explica la crueldad del hombre hacia sus semejantes — la guerra, el homicidio, la violación, la avaricia, todas las cosas terribles que ocurren. ¿Acaso ese Dios, la Mente que se supone que conoce y gobierna todo, ese Dios, del que usted habla, sólo cierra Sus ojos y no ve las cosas horribles que pasan en Su universo?”

Ésta es una pregunta lógica que exige una respuesta igualmente lógica, y debe ser explicada con consideración y delicadeza. El lenguaje del Espíritu, que se presenta más y más claro a medida que lo estudiamos y lo utilizamos, sigue siendo un lenguaje extraño para aquellos que no están acostumbrados a él. Los estudiantes de Ciencia Cristiana saben que Dios, siendo todo el bien, no puede incluir un conocimiento del mal, así como la Verdad, siendo infinita, no puede incluir ni el más pequeño conocimiento de error.

“Entonces, ¿de dónde proviene el error?” Otra pregunta perfectamente lógica. Quizás uno pueda contestarla con otra pregunta, “¿De dónde proviene el error de que dos por dos son cinco — ya dónde se va cuando es corregido?” Indudablemente, a ninguna parte. Está basado en un concepto erróneo, que, una vez corregido, se destruye completamente. Así es con cualquier clase de error, ya sea físico, mental, moral, o personal. Sea cual fuere la forma que adopte el error, si ésta es discordante y niega la bondad de la creación de Dios, puede y debiera ser eliminada de nuestra experiencia sabiendo inteligentemente la verdad de que el error es irreal. La Biblia declara: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31; Dios jamás cambió lo bueno de Su universo, y el hombre no tiene el poder para hacerlo. Es sólo en el sueño, en la pesadilla, de la materialidad que no logramos ver a nuestro Dios que siempre está a nuestro lado.

Para explicar la base científica y lógica de nuestra religión a personas que nunca han tenido contacto con ella, es necesario tener paciencia, buena voluntad y comprensión. Los podemos invitar a que la pongan a prueba ellos mismos y vean que da resultado. Les podemos relatar la historia de Pablo cuando habló con los hombres en Atenas donde halló un altar en el cual estaba esta inscripción: “Al Dios no conocido,” Hechos 17:23, 28. y les dijo: “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”. Y también les dijo: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos,” y les explicó por qué era esto un hecho.

Cada uno halla la verdad a su manera, pero la oración nos proporciona todas las respuestas que necesitamos para responder a todas las preguntas que se nos hagan.

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