Comencé a estudiar la Ciencia Cristiana porque ésta presentaba una manera de vivir totalmente nueva. Había llegado a un punto en que la vida para mí carecía de sentido. Fui invitada a asistir a una conferencia sobre la Ciencia Cristiana, y esto me abrió un panorama completamente nuevo.
Aunque al principio mi progreso parecía lento, un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy me ayudó a elevar mi pensamiento (pág. 22): “Si vuestros esfuerzos son impedidos por obstáculos terribles, y no recibís recompensa inmediata, no regreséis al error, ni os volváis perezosos en la carrera”.
Desde entonces he tenido muchas curaciones; algunas instantáneas. Me desperté una mañana con un dolor en el abdomen tan agudo que ni siquiera podía mantener el cuerpo erguido o preparar el desayuno para mi esposo. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí tratamiento. Fue inspirador observar que el error de la enfermedad física se desvaneció en la nada ante la oración científica. Para las diez de la mañana me sentí bien y me puse a cavar en mi jardín.
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