Comencé a estudiar la Ciencia Cristiana porque ésta presentaba una manera de vivir totalmente nueva. Había llegado a un punto en que la vida para mí carecía de sentido. Fui invitada a asistir a una conferencia sobre la Ciencia Cristiana, y esto me abrió un panorama completamente nuevo.
Aunque al principio mi progreso parecía lento, un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy me ayudó a elevar mi pensamiento (pág. 22): “Si vuestros esfuerzos son impedidos por obstáculos terribles, y no recibís recompensa inmediata, no regreséis al error, ni os volváis perezosos en la carrera”.
Desde entonces he tenido muchas curaciones; algunas instantáneas. Me desperté una mañana con un dolor en el abdomen tan agudo que ni siquiera podía mantener el cuerpo erguido o preparar el desayuno para mi esposo. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí tratamiento. Fue inspirador observar que el error de la enfermedad física se desvaneció en la nada ante la oración científica. Para las diez de la mañana me sentí bien y me puse a cavar en mi jardín.
Mediante la más amplia comprensión e inspiración obtenidas en la instrucción en clase he podido resolver algunos de mis propios problemas. La alegría que se experimenta cuando se prueba el dominio sobre las sugestiones de la mente mortal es inefable. Recientemente, durante un verano, los árboles frutales de mi quinta estaban infestados con la mosca de las frutas. Vi que esta era una sugestión de la mente mortal y decidí orar sobre el asunto, utilizando la verdad que había aprendido en mi estudio de la Ciencia divina.
Resolví manifestar un gran amor por los árboles y los regaba copiosamente. El riego no eliminó la mosca de las frutas pero hubo una cosecha abundante de fruta. Decidí entonces examinar mi pensamiento y observé que no estaba amando a mi prójimo como a mí misma. Oré a Dios para que me alejara de la tentación y para ver a todos mis conocidos como Dios los conoce. Uno de los árboles se había deshojado casi por completo y tuve la tentación de rociarlo con insecticida, pero decidí que había llegado la hora de probar que todas las cosas son posibles para Dios.
Una mañana pude ver con mucha claridad que las ideas de Dios sólo pueden complementarse entre sí, por pequeñas que sean. Al día siguiente mis árboles no tenían traza alguna de la mosca de las frutas. Ahora están hermosos y con abundancia de hojas.
Estoy verdaderamente agradecida por las bendiciones recibidas como miembro de una iglesia filial y de La Iglesia Madre y también por la instrucción en clase.
Johannesburgo, Transvaal, Sudáfrica