Tan radiante es el Cristo, el reflejo de Dios como lo manifestó Jesús, que el Maestro pudo alimentar, consolar y sanar a las multitudes. A través de los siglos esto ha sido atribuido a un poder milagroso que estaba sólo al alcance de Jesús, pero la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. enseña, y también demuestra, que el mismo Cristo está hoy al alcance de todos. El Cristo es, en realidad, la naturaleza verdadera y espiritual de todos a pesar de lo que el sentido material pueda argumentar en contra.
La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe: “El Cristo ejemplifica aquella fusión con Dios, su Principio divino, que da al hombre dominio sobre toda la tierra”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 316;
¡Qué tranquilizador es saber que no somos mortales, sujetos a todos los males que la creencia en un yo material trate de imponernos, sino que somos las ideas amadas de Dios, espirituales, perfectas e inmortales! Cuando se entiende esto, el resplandor del Cristo inunda todo nuestro ser, y disipa la desesperación. Y puede bendecir y sanar a los que nos rodean — y, en cierta medida, al mundo entero.
Hacía sólo seis meses que estudiaba Ciencia Cristiana, pero esta Ciencia ya me había dado una paz interior como nunca había sentido. Me dio además, un concepto totalmente nuevo de Dios como la única Mente y de mí como la idea de esa Mente. Me había enseñado que la oración no es simplemente una súplica a Dios implorando Su ayuda, sino también una afirmación de que Su bondad y misericordia están siempre presentes para sanar cualquier situación discordante.
Un miércoles, al volver a casa después de una reunión de testimonios en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, encontré a mi esposo, que entonces no era Científico Cristiano, sufriendo de un doloroso ataque debido a un desorden interno recurrente. Había seguido tratamiento médico durante muchos meses sin resultado.
Sintiéndome inspirada por el culto que acababa de escuchar, sabía que si lo que se había dicho en la iglesia era verdad, podía ayudarme en ese mismo momento. Sentía un maravilloso y profundo concepto de Dios como Amor, y afirmé que el Amor no enviaba el dolor, que ni siquiera lo conocía, y que, como idea del Amor, yo no podía ser inducida a creer en el dolor.
Sabía también que el Amor estaba presente llenando todo el ser. Las palabras del Salmista: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” Salmo 46:10;, vinieron a mi pensamiento. Me sentí más cerca de Dios que nunca, y no sentí más temor. Cuando miré a mi esposo estaba durmiendo tranquilamente. Nunca más volvió a sufrir de esa dolencia.
Esta irradiación del Cristo, la idea espiritual de Dios, en mi consciencia había alcanzado y bendecido a alguien que estaba dentro del radio de mi pensamiento, aun cuando no se había pedido ni dado tratamiento metafísico. Como una luz que al encenderse en un cuarto obscuro ilumina todo lo que está en él, así esta refulgencia del Cristo disipó las sombras de la creencia mortal. Este alivio inmediato del dolor convenció a mi esposo de la eficacia sanadora de la Ciencia Cristiana; y comenzó a estudiarla.
Experiencias como ésta son una gran fuente de estímulo cuando el sentido material parece tenaz y nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana parece insuficiente para enfrentar alguna situación difícil. Nos recuerdan que nunca tropezamos cuando dejamos que la luz del Cristo brille en nuestros corazones. El Apóstol Pablo tuvo que haber sentido el resplandor del Cristo cuando habló de “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. Filip. 4:7;
Cuando practicamos lo que sabemos del Cristo, expresando las cualidades de compasión, paciencia y bondad, sentimos su irradiación porque su poder va mucho más allá de la mera teoría.
El Cristo es una fuerza viva, vibrante, un resplandor irresistible que eclipsa la enfermedad, la duda, la carencia, el temor y la obstinación. Sentir y vivir el calor y la luz del Cristo, hace que estos males se desvanezcan.
El Apóstol Pablo persiguió durante mucho tiempo a los seguidores de Jesús. En el camino a Damasco se dio cuenta del mal que había hecho. La Sra. Eddy escribe sobre esa experiencia: “Cuando la verdad se le apareció por vez primera en la Ciencia, Pablo quedó ciego, y su ceguedad se hizo sentir; pero la luz espiritual bien pronto le capacitó para seguir el ejemplo y las enseñanzas de Jesús, curando enfermos y predicando el cristianismo por toda el Asia Menor, en Grecia y aun en la Roma imperial”.Ciencia y Salud, pág. 324;
Pablo nos dejó estas palabras: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. 2 Cor. 4:6.