“Venid, adorémosle”, exhorta el conocido villancico. La canción resuena en nuestros oídos a medida que se acerca la culminación de las festividades de diciembre. Se refiere al niño Jesús, y el mundo cristiano responde alegremente al llamado para conmemorar su nacimiento. En cierta ocasión la Sra. Eddy escribió en un mensaje de Navidad: “Este atractivo día, coronado con la historia de la idea de la Verdad, — su advenimiento y nacimiento terrenales — es de un valor especial para los Científicos Cristianos, para quienes el advenimiento del Cristo en un sentido más cabal es tan preciado, y para la humanidad tan lleno de bendiciones divinas”.Miscellaneous Writings, pág. 320;
Por medio de la Ciencia Cristiana cada año podemos aprender más del profundo significado de este maravilloso acontecimiento. Al hacerlo, vamos adorando en mayor medida al Cristo, la Verdad, y honrando a Jesús, el más alto representante del divino Padre universal que jamás pisara la tierra. Nuestro homenaje se expresará así de manera más espiritual y, por lo tanto, más apropiadamente.
Es imposible sobrestimar la importancia que tiene para el mundo y para nosotros el advenimiento de este niño Jesús sobre la tierra. Le trajo a la humanidad la verdadera idea espiritual de lo que es Dios, que es más poderosa que todos los medios humanos para bendecir y curar. Por cierto que es sabio el tratar de obtener tal profunda y completa comprensión de lo que implica su advenimiento terrenal para que esté indisolublemente grabado en la memoria. La Sra. Eddy dice: “Es de lo más apropiado que los Científicos Cristianos recuerden la natividad de Jesús. Por cierto que le debemos homenaje a aquel que trajo gran luz a todas las épocas, y llamó ligeras sus cargas, — y aún así le estamos en deuda”.ibid., pág. 374;
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