Cuando hablamos sobre las pruebas que nuestras amistades y conocidos han enfrentado, a menudo exclamamos: “¡Él ha sufrido tanto!” o “¡Después de todo lo que ella ha sufrido!” Con frecuencia podemos pensar o hablar de esta manera acerca de nosotros mismos.
Por muy compasiva que sea la intención de tales pensamientos, ¿acaso no conducen a aferrarse al error o a la discordancia? En la verdad del ser, el mal no tiene ninguna evidencia valedera que pueda creerse o recordarse. En la creación del Espíritu divino, no hay veteranos lisiados en batallas. La Sra. Eddy aconseja: “Vivimos en una era en que la divina aventura del Amor consiste en ser Todo-en-todo”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 158;
¿Qué podría un hijo inmortal de Dios experimentar jamás sino el todo del Amor? ¿Y quién no consideraría la aventura de descubrir el todo del Amor la meta de su vida?
Si alguien ha pasado completamente a través del valle de alguna dificultad agresiva a una solución espiritual, ha encontrado la luz y la libertad de la curación. Y para que esta curación sea completa, debiera traer consigo el reconocimiento de que jamás, en ningún momento, en el llamado valle, realmente ocurrió la experiencia.
¿Cómo determinamos cuando se ha producido nuestra curación? ¿Acaso lo hacemos solamente al recobrar la normalidad evidenciada en la apariencia física, o en la manifestación exterior de relaciones pacíficas? Si es así, tal vez no hemos atravesado el valle de la creencia en la discordancia ni hemos cumplido el recorrido hasta el fin de él. Si una experiencia pasada aún nos parece exageradamente real, si todavía nos causa ansiedad o nos perturba el recordarla, cuando recapitulamos oral o mentalmente sus detalles, entonces hay trabajo curativo por hacer. Cuando una dificultad es sanada en la Ciencia Cristiana, nunca más puede repetirse. Si no fuera así, el progreso, que es la ley de Dios para Sus hijos, sería imposible.
Mas la mente mortal, la creencia de vida en la materia, sutilmente nos persuade a reafirmar la existencia del mal, incluso cuando una experiencia errónea se está superando. O incurrimos en la tendencia a perpetuar el mal manteniendo pensamientos tales como: “¡Cáspita, qué batalla fue aquélla!” Mas cuando comprendemos que vivimos en el Espíritu divino, sabemos que no podemos estar separados de nuestro dominio otorgado por Dios, ni jamás lo hemos estado. Tampoco se nos puede tentar a creer que podemos perder nuestro dominio en algún instante durante o después de una demostración.
El hombre nunca se salva por un pelo, ni escapa en una tabla ni pasa por contingencias espeluznantes. Muchos estudiantes de la Ciencia han experimentado pruebas casi pasmosas del todo del Amor, al ser liberados de situaciones que parecían ser extremadamente peligrosas. Su protección ha sido asegurada por la comprensión de que su identidad nunca puede sufrir ni aun el riesgo de daño alguno.
Es bueno recordar que las beneficiosas experiencias y demostraciones de la perfección de Dios no pueden ser una carga sobre nosotros. Proceden de la oración y del crecimiento espiritual. La Sra. Eddy nos dice: “Al Científico Cristiano no le fatiga la oración, la lectura de la Biblia o la del libro de texto de la Ciencia Cristiana”.Manual de La Iglesia Madre, Art. XVII, Sec. 1; La creencia de “haber pasado por tantas cosas” no puede fatigar ni debilitar cuando la hemos acallado con la verdad del hombre, el hijo de Dios, quien está envuelto solamente en la actividad y en el todo del Amor.
Ciertamente Cristo Jesús tuvo que vencer muchas cosas durante su ministerio. Enfrentó a los celosos patriotas que interpretaron mal su misión, la crítica capciosa de los fariseos, la incomprensible torpeza aun de sus más cercanos discípulos, y el odio sin disimulo de la mente mortal. Sin embargo, el Maestro nunca hubiera logrado la resurrección y la ascensión, si hubiera permitido que su consciencia fuera agobiada por tales creencias mortíferas. Podemos estar seguros de que venció completamente en su pensamiento, y en consecuencia, en su experiencia, la intensidad, la angustia — todos los detalles de su crucifixión. Venció las frustraciones, los desengaños y el odio que provocaron ese culminante suceso.
La Sra. Eddy nunca hubiera podido llevar a cabo su trabajo hasta su conclusión como la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana si no hubiera tenido la profunda fe que la sostenía durante las muchas pruebas que encontró a lo largo del camino. Su consciencia del todo del Amor la capacitó para alentarnos: “El camino es angosto al principio, pero se expande a medida que caminamos por él”.Miscellany, pág. 202;
Al igual que el Maestro debemos ser cabales en reducir el mal hasta el fondo de su nada absoluta. Todo lo que no se haga así no puede considerarse como una curación. Debemos reconocer que esto se lleva a cabo no sólo por nuestra específica e inflexible negación del error sino aún más por nuestra incansable afirmación de las verdades espirituales correlativas que contrarrestan el caso. Podemos evitar el peso muerto del error sobre nuestros hombros cuando rehusamos detallarlo o describirlo. ¿Cómo puede la nada ser detallada? Los supuestos detalles y descripción de una dificultad tienden a hacernos creer en ella, tienden a hacerla real en nuestro pensamiento — el único lugar donde puede pretender tener realidad.
Esto no significa que no debamos recordar las circunstancias y sucesos de una hermosa curación. ¿De qué otra manera podríamos expresar y compartir nuestra gratitud y alentar así a los demás? Pero esto en verdad significa que debemos ver la irrealidad de cada elemento y de cada faceta de una dificultad y así regocijarnos de que éstos jamás fueron otra cosa que etapas de una ilusión.
Si hacemos esto concienzudamente, no caeremos en la trampa de desear volver a vivir una experiencia para mejorarla. Esto no dejará que desaparezca la marca de la cicatriz. Por otra parte, no debemos obsesionarnos por una sensación de impotencia cuando una circunstancia ya pasó, y en consecuencia, no puede ser corregida. Si algo permanece en el pensamiento, existe, en cierta medida, en el presente y todavía puede sanarse. A menudo en los momentos más inesperados, cosas que son poco menos que deseables y que sucedieron hace muchos años surgen de repente en nuestro pensamiento. Cuando esto ocurre, podemos sentirnos agradecidos de que los sucesos han reaparecido para ser sanados ahora. Entonces asegurémonos de que los sanaremos de verdad, en lugar de meramente combatirlos de nuevo y agregar cicatriz sobre cicatriz.
El Salmista ciertamente comprendió el hecho de que uno puede salir ileso de cualquier dificultad que encare; escribió: “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará”. Salmo 91:7. Los jóvenes hebreos salieron del horno de fuego ardiendo y ni siquiera olor de fuego tenían. Cuando demostramos totalmente la verdad en cualquier aspecto, no quedan señales de la batalla. Puesto que el hombre refleja a Dios, es semejante a Dios, y esta naturaleza divina constituye nuestra identidad verdadera. Cada demostración nos renueva, nos fortalece y nos eleva más, anhelando así otras oportunidades para demostrar Su bondad infalible.
Por lo tanto, cuando recordamos una experiencia que pareciera haber sido difícil en su momento, asegurémonos de que estamos agradecidos — agradecidos por la curación que probó la irrealidad de la dificultad. Nunca podemos estar menos que agradecidos por cada una de las divinas aventuras del Amor. Si no percibimos lo divinamente afectuoso de la aventura en la experiencia, logremos, mediante trabajo metafísico adicional, traer nuestra comprensión de ella hasta este nivel a la manera del Cristo. Entonces podremos tener la certeza de que nuestro trabajo está bien hecho y que la curación es irrevocable.
