Hace algunos años se me presentó una dolencia en los pies y en las piernas. Había hinchazón y cada vez que hacía algo sentía dolor. El médico diagnosticó que estos síntomas eran efectos de una afección del corazón. Me indicó que tendría que tomar medicamentos por el resto de mi vida para fortalecer mi corazón, y que tenía que visitarlo cada mes para un examen. Al preguntarle si por lo menos mis piernas mejorarían, me contestó negativamente en silencio. Desde entonces por el lapso de diez años tomé los medicamentos tres veces por día. Pasé cada día de esos diez años temiendo que no vería el próximo día.
Mediante un maravilloso designio divino, conocí la Ciencia Cristiana, sobre la cual, a pesar de mis sesenta y siete años, no sabía nada. Al principio, se me alentó a que leyera un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y luego a leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y más tarde a visitar un practicista de la Ciencia Cristiana.
Después de cierto tiempo, gracias al paciente estímulo que recibí del practicista, me aventuré a reducir la cantidad de pastillas y tabletas. Al cabo de tres meses, me fue posible descartar toda la medicación. Tiré todos los remedios que había tomado diariamente, junto con muchos otros. Pero a pesar de ello, sin pensar realmente sobre esto, fui al examen médico tres veces más durante intervalos mensuales.
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