La Ciencia Cristiana ha sido para mí durante muchos años una fuente de ayuda siempre presente y por ello me gustaría expresar mi gratitud. Aunque he tenido muchas curaciones por medio de la utilización de esta Ciencia, hay algunas que son especialmente importantes para mí.
Una ocurrió cuando tenía unos ocho o nueve años de edad. Estaba jugando en un parque frente a mi casa en lo que llamábamos “barras de los monos”. Me hallaba colgado de las rodillas sobre una barra como a un metro de altura cuando de pronto caí sobre uno de mis codos doblándome considerablemente el brazo tras de la espalda y fuera de su posición normal. El dolor fue intenso.
Me llevaron a casa e inmediatamente recibí de un practicista tratamiento en la Ciencia Cristiana. El codo se había hinchado mucho y estaba amoratado. El tratamiento de la Ciencia Cristiana continuó y empecé a mejorar gradualmente. Unas semanas después cargué con ese brazo una pesada maleta de un familiar que había venido a visitarnos. Algunos años después, cuando tuve que pasar un examen físico para poder ingresar en un campo de niños exploradores, el médico que me examinó me preguntó si alguna vez me había quebrado el brazo derecho a la altura del codo. Le contesté que creía que sí. Me dijo entonces que parecía que se había hecho un excelente trabajo al encasar el hueso.
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