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¿No es asombroso cómo aceptamos los...

Del número de diciembre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿No es asombroso cómo aceptamos los hechos sin discutirlos, especialmente si los hemos experimentado toda nuestra vida? Así me sucedió en la Ciencia Cristiana. Parecía que cuando precisaba ayuda, mi madre estaba siempre a mano, haciendo todo el trabajo metafísico; mientras que yo solamente contemplaba los sucesos. En mis años juveniles oí decir que los jóvenes, a veces, aceptan dudas acerca de la religión y de Dios. Bueno, yo dejé que esta sugestión entrase en mi pensamiento y sufrí muchísimo.

En esa época fui a veranear y aunque mi madre trabajaba en el mismo lugar, raras veces nos vimos o hablamos. Un día, de repente, aquellas dudas se apoderaron realmente de mí; fui a verla en su oficina y le manifesté que no podía creer en la Ciencia Cristiana, pues, nunca la había visto en acción. Quería verificar personalmente su poder.

Dos días después con mis amigas fui a mirar las contiendas de lucha libre al campo de los muchachos y cuando éstas finalizaron, mis amigas y yo procedimos a iniciar el regreso a nuestro campo. Al abandonar el lugar, descendí corriendo un cerro que terminaba abruptamente y caí pesadamente. Al levantarme, observé una herida en mi rodilla izquierda. Sin prestar mucha atención, riendo, me dirigí a la enfermería, pero vi que era cosa seria cuando la enfermera al limpiar la contusión afirmó que necesitaría varios puntos. Nunca antes se me habían dado puntos y no estaba dispuesta a que se me dieran ahora. Mi madre vino con otra enfermera que decidió que no eran necesarios. Vendó mi herida y me fui a mi cabaña.

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