¿Qué valor tienen las verdades espirituales absolutas para los recién casados o para los que piensan casarse? Después de todo, la Ciencia Cristiana enseña las verdades puras y categóricas sobre la naturaleza del hombre, acerca de la creación, de las relaciones con los demás y de la vida, ¿no es así? Afirma que el hombre es totalmente espiritual. Que vive como una idea en la Mente y no como un mortal en la materia. Asegura que Dios, el Espíritu, es absolutamente todo y que la unidad del Espíritu y de su expresión, el hombre, es indestructible.
Si la Ciencia exigiera que para ser Científico Cristiano uno tuviere que desprenderse de inmediato hasta del último vestigio de creencia en la vida humana, entonces habría que admitir que la Ciencia apenas si tendría la más leve relación con la situación de una pareja de recién casados. No obstante, la Ciencia exige crecimiento espiritual basado en el desarrollo de la comprensión y sostenido por la fidelidad a las normas morales derivadas de lo divino, y no la adhesión a exigencias metafísicas artificiosas.
El efecto de una comprensión de la realidad pura no es el aniquilamiento de la vida humana, sino su enriquecimiento progresivo y, finalmente, su completo sometimiento a lo divino. “Emérjase suavemente”, nos aconseja la Sra. Eddy, “de la materia hacia el Espíritu. No hay que imaginar que la espiritualización final de todas las cosas se pueda impedir, sino que hay que venir más bien de manera natural al Espíritu por medio del mejoramiento de la salud y las condiciones morales y como resultado de progresos espirituales”.Ciencia y Salud, pág. 485;
Si se esperara de los Científicos Cristianos que se desprendieran en seguida completa y permanentemente de todo sentido de existencia personal, la Ciencia, en lugar de ayudarnos, nos llevaría a la confusión y a una pérdida de dirección coherente y racional en nuestra vida. Pero el comprender al hombre real, nuestra identidad espiritual, y nuestra unidad con el Espíritu, nos da una dirección muy definida. No elimina de inmediato todo pensamiento y manera de vivir humanos, pero nos da orientación espiritual y fuerza moral.
Si bien la Ciencia Cristiana guía moralmente, no establece, ni podría establecer, reglas universales que rijan cada detalle individual de la vida humana. Por el contrario, es sumamente respetuosa de la individualidad, distinción y singularidad de todos. La Ciencia Cristiana no estipula todos los particulares de cómo vivir nuestra vida, si debemos o no tener hijos, o cuántos deberíamos tener. Ninguna junta autoritaria decide si una joven pareja de Científicos Cristianos recién casados debiera o no debiera tener planes en cuanto a su familia, ni tampoco esta Ciencia determina cómo debe abordarse esto desde un punto de vista material.
La Ciencia Cristiana nos da una base firme para nuestra vida y relaciones con los demás. Pero no nos da directivas detalladas en cuanto a asuntos domésticos, tales como si una esposa debiera trabajar, o por cuánto tiempo, ni nos aconseja sobre el grado de intimidad que los matrimonios jóvenes deberían mantener con los familiares de sus cónyuges. No insiste en que los Científicos Cristianos deban casarse con Científicos Cristianos o que si uno de los cónyuges no es Científico, debiera ir a la iglesia con el otro.
Lo que sí hace la Ciencia Cristiana es sumamente significativo y práctico. Proporciona una base espiritual inmutable desde la cual todas estas preguntas relacionadas con el matrimonio, y muchas otras, pueden ser resueltas como una demostración individual lograda mediante la comprensión de la Ciencia del hombre. Guía, sí, a los individuos y matrimonios individuales a hacer de su vida un ejemplo de la expresión armoniosa de la Mente divina, ejemplificando así la expresión misma de la Vida que se nos evidencia mediante el Cristo, la idea de Dios. “Yo he venido”, explicó Cristo Jesús, “para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10;
La Ciencia Cristiana proporciona el fundamento metafísico sobre el cual basar las decisiones matrimoniales y fortalecer las actitudes en cuanto a la moral. Por medio de la comprensión espiritual, la vida humana es tocada por la realidad divina en las formas específicas más adecuadas para nosotros. Nuestra vida incluye las cosas y las experiencias que más claramente nos evidencian la infinitud y la bondad de Dios.
La comprensión de que Dios es Vida y Verdad, Principio y Alma, y que el hombre es Su reflejo invariable, revela grandes posibilidades para los matrimonios jóvenes, como para todos. Mediante la Ciencia Cristiana podemos utilizar la inteligencia ilimitada de la Mente y la sabiduría especial que procede de la comprensión científica. En lugar de actuar meramente presionados para amoldarnos a normas en boga — adoptando actitudes dudosas porque ellas predominan en la sociedad — nuestras decisiones y acciones serán más individuales debido a que serán más inspiradas. Los resultados, como consecuencia de la demostración, serán más felizmente adaptables a la individualidad de los que están involucrados.
Si bien los escritos de la Sra. Eddy incluyen pasajes específicos sobre el matrimonio (incluyendo un capítulo entero del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud), todo el contenido de sus libros — por referirse a las verdades fundamentales del ser — está íntimamente relacionado con el matrimonio, el hogar y la familia, y es un guía que conduce hacia la moral.
No se llega a las mejores decisiones en lo concerniente al matrimonio cuando éstas se fundan solamente en el consejo de los demás. El consejo maduro y lleno de sabiduría que nos da a todos la Sra. Eddy es: “Dejad en paz las relaciones matrimoniales de los demás: sólo dos personas deben estar en sus recintos”.Miscellaneous Writings, pág. 290.
El valor moral se desarrolla de manera eficaz al buscar, investigar y descubrir un sentido individual más puro del ser divino y verdadero. Un compromiso más elevado con el Cristo inalterable, la Verdad, en lugar de una reacción frente a los cambiantes valores culturales, conduce a respuestas válidas para las preguntas relacionadas con la moral y la conducta. Las decisiones matrimoniales son verdaderamente exactas cuando se basan en una comprensión espiritual más profunda. Entonces ni los consejos humanos ni las cambiantes normas culturales podrán sacudir, desviar o tergiversar las relaciones.
