Las plagas que sobrevinieron a los egipcios, tal como se relata en el libro del Éxodo, evidentemente resultaron de la obstinación del gobernante a negarse que los israelitas salieran de Egipto y veneraran a su Dios en el desierto. El punto culminante que resultó en la muerte de los primogénitos de toda familia egipcia en una sola noche, hizo que Faraón y su gente se sometieran. Aun los primogénitos de sus animales fueron destruidos.
Con anticipación a este horrendo acontecimiento, le fue declarado a Moisés que los israelitas debían observar el rito de la Pascua. Esta fiesta solemne parece haberse instituido teniendo presente tanto la consagración como la protección. Algunos eruditos sostienen que con anterioridad a esta ocasión, los israelitas deben haber celebrado una fiesta similar; pero si es así, el significado más profundo en el pensamiento hebreo se remonta a aquella horrenda medianoche en que los egipcios experimentaron el impacto total del mensaje de las plagas.
En el décimo día del mes de Nisán, algunas veces llamado Abib, el cual corresponde a parte de los meses de marzo y abril del calendario cristiano, los israelitas debían comenzar con los preparativos seleccionando un cordero o un becerro, sin defecto, por cada familia. Debía ser sacrificado en la noche del decimocuarto día del mismo mes. Se debía marcar claramente con la sangre los dos postes y el dintel de las casas de cada hebreo, quedando así identificadas.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!