La comprensión de la Ciencia Cristiana muestra que la astrología es básicamente una falacia — un engaño dentro de una ilusión, que multiplica el mesmerismo del pensamiento mortal y ata a los hombres más fuertemente a la creencia de vida y muerte en la materia.
Por consiguiente, como teoría humana, la astrología tiene que ser enfrentada y negársele validez. La conjunción de las estrellas y planetas como se ve desde la tierra en un momento dado, no tiene ningún poder o influencia en sí misma o de sí misma. Pero la creencia en la astrología, mantenida tan fuertemente por tanta gente, sí parece tener poder, a menos que, o hasta que, esa creencia sea vencida con la verdad que prueba su falta de poder.
Salvo que conscientemente reclamemos y comprendamos que estamos libres de esa creencia con su mezcla de predicciones de buenas y malas perspectivas, puede que nos encontremos manifestando sus presagios, así como podríamos manifestar, por ejemplo, la creencia universal en las enfermedades contagiosas si no estamos alerta. Nuestra inmunidad contra esta creencia de la astrología sólo se logra por medio de un reconocimiento consciente de nuestra naturaleza verdadera que incluye nuestro parentesco intacto con Dios y con Su universo. También requiere una comprensión consciente de que la falsa pretensión de la astrología carece de poder sobre nosotros o sobre cualquiera otra persona.
Si las predicciones astrológicas se cumplen, ya sea en lo que concierne a la vida individual o a los grandes sucesos mundiales, ello se debe a los temores conscientes o inconscientes, a sugestiones agresivas y a la tenacidad con que muchos creen en tales predicciones. La creencia de la mente mortal dominará la experiencia hasta que esa creencia falsa e ignorante sea corregida y reemplazada con la verdad del ser.
La astrología no es sino una fase de la creencia mortal, con su típica variedad de vaticinios buenos y malos. Para alcanzar el dominio que Dios nos ha dado sobre la creencia de que el bien puede ser transformado en mal, o seguido por éste, tenemos que conocer la naturaleza de nuestro ser verdadero como fue demostrada por Cristo Jesús, y como está científicamente expuesta en la metafísica de la Ciencia Cristiana.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que el hombre nunca nació en la materia, en un cuerpo material o en un universo material. Aprendemos que tal creencia es simplemente un falso concepto de la mente mortal. Rechazamos absolutamente este concepto falso acerca del hombre y del universo, y por medio del discernimiento espiritual aceptamos, en cambio, un concepto radicalmente opuesto que nos revela la Mente divina, el concepto de que el hombre es enteramente espiritual, viviendo eternamente en el universo espiritual de Dios, en el reino de Dios.
El Salmista escribió: “Alabad a Jah, porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios;. .. El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito”. Salmo 147:1, 3–5 ;
Cuando Dios, el hombre y el universo, se perciben en su verdadera luz, quedamos libres de las miríadas de sugestiones de limitación material, incluyendo la astrología. Ya no somos mesmerizados por la creencia de que los cuerpos celestes tienen poder sobre nosotros o que nuestra supuesta conexión con un punto determinado en el tiempo puede influir en nuestro destino dirigido por Dios.
Si queremos mantenernos libres de las limitaciones de las creencias astrológicas, no deberíamos pensar de nosotros mismos o de otros como pobres mortales que poseen un cuerpo físico y una personalidad y linaje humanos, nacidos para envejecer y morir en un globo terráqueo material que gira en el espacio junto con un sinnúmero de otros globos de materia, todo ello destinado a “morir” un día por su propia degradación. Deberíamos más bien obtener el concepto correcto de nosotros mismos viéndonos enteramente independientes de los falsos conceptos materiales de las cosas y poseyendo libertad y dominio dados por Dios.
El sueño o creencia hipnótica de vida en la materia nunca fue verdadero. Nunca fue nada más que una sugestión mentirosa; y en la proporción en que comprendemos genuinamente la Ciencia Cristiana probamos que esto es así. Nunca hubo la menor creencia astrológica, nunca en todo el reino de Dios, nunca en la realidad. Nunca en la Verdad ha habido un solo pronóstico basado en horóscopos, nunca un soñador soñando el sueño de que lo ha habido. Todo esto es un engaño. La astrología no ha sido hecha por Dios; ni siquiera es conocida por Dios. Al ver esto así — reduciéndola a su nada original — se demuestra su falta de poder.
La Sra. Eddy, en un capítulo de Ciencia y Salud, titulado “El Magnetismo Animal Desenmascarado”, escribe: “Los planetas no tienen más poder sobre el hombre que sobre su Hacedor, puesto que Dios gobierna el universo; pero el hombre, reflejando el poder de Dios, tiene dominio sobre toda la tierra y sus huestes”.Ciencia y Salud, pág. 102.
El hombre no está sujeto a los “desastres”, una palabra que induce a pensar que se tiene “mala estrella”. Muchas personas, en lugar de comprender que su protección contra todo mal proviene de Dios, agradecen a su buena estrella por haber escapado de algún desastre. Otros, no sabiendo que Dios suple abundantemente cada una de sus necesidades, piden a una estrella que se cumplan sus deseos. Si uno experimentara la repetición de una calamidad, haría bien en cerciorarse si ha reclamado el dominio que Dios le ha dado y si ha visto con bastante claridad la ineficacia — la irrealidad absoluta — de la creencia universal en la astrología.
La creencia astrológica de que hay fuerzas mayores actuando en el universo y que afectan nuestra existencia terrenal no puede influenciar a aquel que sabe que Dios, el Espíritu, es el único poder; que toda la fuerza es, en consecuencia, espiritual y enteramente buena.
De ninguna manera es cierto que podemos adoptar una decisión inteligente sólo si consultamos nuestro horóscopo. Podemos adoptar una decisión inteligente en todo momento a pesar de las creencias astrológicas, siempre que sepamos la verdad. El comprender la Verdad nos libera de las limitaciones de tales creencias y nos permite elegir sabiamente, elegir lo que mejor promueva nuestro bienestar y también el bien de los demás. La única Mente divina no conoce intereses opuestos, de ahí que el hombre, como la idea perfecta de la Mente, tampoco conoce ninguno.
El hombre que es la imagen misma de Dios, el hombre que cada uno de nosotros es, en realidad, ahora mismo, en contraste con lo que parece ser para los sentidos materiales, refleja lo espiritual y divino. Nunca está sujeto a limitación alguna de creencia humana, incluyendo cualquier signo del zodíaco.
El que quiera asegurar su independencia de las injustas, y a menudo crueles, pretensiones de la astrología — pretensiones que se basan en un concepto equivocado del hombre — no debería sentir más fascinación o curiosidad ociosa acerca de su propio signo del zodíaco o de las pretensiones astrológicas concernientes a amigos o a personalidades famosas de la que sentiría por un diagnóstico médico. En cuanto a la comparación de signos del zodíaco, ¡en qué forma nos veríamos limitados al aceptar que somos incompatibles con las personas nacidas bajo ciertos signos! Nos limitaría tanto como la suposición de que debemos ser incompatibles con determinadas personas porque pertenecen a una raza o a una nacionalidad diferente. Como todos tenemos una fuente divina, un Padre-Madre Dios, todos, en efecto, somos hermanos. Y tenemos el derecho, el deber, y el privilegio de amarnos unos a otros divina y universalmente, sin parcialidad, tal como Cristo Jesús nos amó. No existen excepciones — raciales, ideológicas, religiosas o astrológicas.
Sondear en la astrología es inclinarse ante otros dioses. Semejante idolatría puede conducir a mucho sufrimiento innecesario. La Ciencia Cristiana nos muestra una manera infinitamente superior de descubrir profundamente quiénes somos, cuál es nuestro propósito, a dónde vamos en la vida, cómo llegar, y cómo relacionarnos con los demás en forma satisfactoria y plena.
No necesitamos substitutos astrológicos, especialmente cuando estos substitutos sólo sirven para perpetuar el sueño de vida en la materia en el que los hombres aún creen que tienen que luchar con fuerzas inmensas, misteriosas, y a menudo destructivas.
La Ciencia Cristiana penetra a través de esta confusión de pensamiento. Revela la gloria espiritual de Dios, infinitamente mayor que toda la gloria de los cielos materiales, y revela al hombre de la creación de Dios — el hombre que todos nosotros en realidad somos — teniendo “dominio sobre toda la tierra y sus huestes”.
