Quisiera relatar la curación que tuve al aplicar “la declaración científica del ser”.
Un día que estábamos jugando un partido de fútbol en el patio de la escuela, uno de los muchachos me lanzó el balón directamente a la cara dándome en un ojo. Me levanté y me dijeron que fuera a lavarme el ojo. Salí de la cancha, pero en lugar de ir a lavarme el ojo fui a mi sala de clases y me senté.
Me quedé muy quieta. No había nadie más en la sala. Comencé a repetir “la declaración científica del ser” diciendo lo que significaba. La primera parte dice: “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 468). Casi al final dice: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza”.
Mis compañeros de clase llegaron después de un rato y me dijeron que el ojo se me iba a amoratar. No acepté esto de ninguna manera. Me aferré a la verdad de que yo era hija de Dios y que Dios no ha hecho ojos amoratados. Para cuando volví a casa, unos quince o veinte minutos después, estaba completamente sana.
Estoy muy agradecida a la Ciencia Cristiana, y por haber tenido tantas maravillosas curaciones en la Ciencia Cristiana.
Washington, Distrito de Columbia, E. U. A.
