Quisiera relatar la curación que tuve al aplicar “la declaración científica del ser”.
Un día que estábamos jugando un partido de fútbol en el patio de la escuela, uno de los muchachos me lanzó el balón directamente a la cara dándome en un ojo. Me levanté y me dijeron que fuera a lavarme el ojo. Salí de la cancha, pero en lugar de ir a lavarme el ojo fui a mi sala de clases y me senté.
Me quedé muy quieta. No había nadie más en la sala. Comencé a repetir “la declaración científica del ser” diciendo lo que significaba. La primera parte dice: “No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 468). Casi al final dice: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!