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Renovando el sistema digestivo

Del número de junio de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde el punto de vista humano pareciera que debemos tomar alimentos y digerirlos para vivir y mantenernos activos. Cualquiera persona que conoce y acepta las teorías de la fisiología y la dietética concernientes a este proceso, llegará a la conclusión de que su sistema digestivo es muy importante. También puede sospechar que el mecanismo del proceso alimenticio e ingestivo, que se supone ser necesario para su sustento, convirtiendo la comida presentada en la mesa en energía mental y física, es tan complejo que fácilmente puede funcionar mal y causarle problemas. E incluso, puede que hasta desee renovar su propio sistema digestivo.

Pero la Ciencia Cristiana trae a luz una explicación diferente, espiritual, acerca de la naturaleza del hombre, de las funciones y actividad de su ser, y la manera en que es sustentado. Demuestra que a pesar de la creencia arraigada de los mortales, el hombre no es una entidad material, una estructura orgánica propulsada por un complejo mecanismo de consumo de alimentos. Él es un ser espiritual compuesto de las cualidades e ideas espirituales de la bondad y el amor inmortales, y sustentado por ellas. Este pan celestial de cada día proviene del Principio divino, Dios, que no solamente es el creador de todo, sino también la fuente inagotable de la fuerza, inteligencia, y vitalidad de todo individuo en Su universo.

En su relato alegórico de la creación, la Biblia dice: “He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”. Gén. 1:29; Y la Ciencia Cristiana, que revela el significado inspirado de las Escrituras, enseña que, en razón de que Dios es Espíritu divino, o Alma, todo lo que Él crea — hombre, animal, planta — es espiritual. La hierba y la fruta, el pan diario que Dios provee para la manutención de Su idea y semejanza perfecta, el hombre, consiste de substancia divina, no mortal. Dios es Espíritu divino, y Su creación consiste en la expresión de Sus propias cualidades. Éstas son la substancia de Su manifestación. Y el hombre, que es la semejanza de la Deidad y el objeto del cuidado de Dios, es alimentado por Él con el alimento espiritual de ideas divinas que lo sustenta, fortalece, vitaliza y embellece, y lo impulsa a demostrar la fuerza y dominio con que Dios lo ha dotado.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, “El Espíritu alimenta y viste debidamente todo objeto, según aparece en la línea de la creación espiritual, así expresando tiernamente la paternidad y maternidad de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 507; Y un estudio más a fondo de sus obras muestra que el alimento que Dios provee consiste de Sus atributos, la gracia espiritual y el poder inmortal del Alma que son las características de Su propio ser y deben, por lo tanto, caracterizar eternamente la individualidad de cada uno de Sus hijos en la familia del hombre, Su manifestación.

La Ciencia Cristiana enseña que el sistema digestivo humano indica la existencia de una idea que es enteramente espiritual: la aceptación, asimilación y expresión de las ideas espirituales que Dios da como alimento. En esta actividad de la Mente, Dios imparte a Sus hijos las cualidades y pensamientos del Alma, que ellos embeben y absorben, haciendo ver que estas cualidades y pensamientos constituyen su propia substancia verdadera. Esta actividad nutritiva de la Mente está gobernada por la inmutable ley divina. No está sujeta a la perturbación y al desorden como el sistema mortal de la digestión corpórea, la compleja función del estómago y vísceras materiales. Continúa mentalmente bajo la ley de Dios en todo instante y en continua renovación espiritual. Es una función perpetuamente armoniosa de la Mente divina reflejada en la acción perfecta de todas las ideas de la Mente, y nunca puede dañarse o producir enfermedad y sufrimiento.

El comprender este orden divino de cómo Dios mantiene a Su linaje, el hombre, es de gran valor práctico para la persona que piensa que sufre un deterioro de su sistema digestivo y desea renovarlo.

La Ciencia Cristiana enseña que los malestares de la indigestión son sensaciones mortales, creencias de la mente mortal, no realidades del ser espiritual. Esta falsa mente carnal construye sus propias falsas imágenes de pensamiento, las denomina cuerpos físicos, describe su anatomía como material y su mecanismo de funcionamiento como frágil, sujeto al desorden y a la inflamación. Este cuadro total de la persona como un mortal corpóreo es desde el comienzo hasta el fin, una fabricación mental, y, a pesar de las apariencias humanas, es enteramente construido por la mente mortal con sus propios materiales mentales y gobernado por ella.

En consecuencia, quienquiera que desee curar el cuerpo, debe rechazar su falso concepto acerca de sí mismo como un ser material, negar los síntomas de indigestión y reemplazar la creencia en teorías fisiológicas y dietéticas por el entendimiento espiritual de la idea de la actividad sostenedora del Alma, de modo que la mente mortal pueda delinear sobre el cuerpo conceptos más saludables y semejantes a la naturaleza de Dios, hasta que la espiritualización total del pensamiento se desprenda de ambos, de la mente y del cuerpo mortales. La Sra. Eddy escribe en Retrospección e Introspección: “Como el cuerpo mortal no es sino el estado objetivo de la mente mortal, esta mente debe ser regenerada para mejorar el cuerpo.” Ret., pág. 34.

A menudo se ha probado que las condiciones de enfermedad del cuerpo humano pueden curarse en forma permanente a través de la comprensión de los hechos espirituales del verdadero ser del hombre. Así como Cristo Jesús sanó por medio del poder de Dios, también hoy podemos renovar nuestros propios cuerpos. Por medio de la comprensión de la identidad perfecta, eterna, espiritual, gobernada por el Principio, que verdaderamente poseemos como linaje de Dios, el único Padre divino, podemos mejorar nuestras funciones físicas, incluso el sistema digestivo.

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