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Dos semanas después de haber llegado a...

Del número de agosto de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dos semanas después de haber llegado a casa con la regocijante experiencia de haber recibido instrucción en clase, mi familia y yo teníamos que ir al Medio-Oeste para ayudar a mis padres a segar el trigo. Pero llegó una carta diciéndonos que cambiáramos nuestros planes para las vacaciones si lo deseábamos, pues mis padres estaban seguros de que no habría trigo para segar. La zona donde vivían acababa de ser azotada por una granizada tan intensa como nunca habían tenido. El granizo del tamaño de una pelota de béisbol, había roto ventanas, estropeado techos y cobertizos, sembrados y huertos. La carta decía que sólo en uno de los campos de mi padre había caído algo de la granizada, pero no en otros; como habían tenido por varios años seguidos granizadas parciales o totales, esperaban que esto volviera a ocurrir.

Había obtenido tanta fortaleza y seguridad mediante la instrucción en clase, que llamé a mis padres asegurándoles que iríamos para la siega. Después, el error me hizo dudar de mi sólida afirmación, de manera que inmediatamente le pedí a Dios que guiara mi pensamiento a lo que debía aferrarme. Sentí que debía estudiar en Mateo 13 la parábola de Jesús sobre el trigo y la cizaña (ver versículos 24–30). Comprendí claramente que debía pensar menos en términos materiales y más en ideas divinas. Me di cuenta de que, espiritualmente hablando, la semilla, completa en sí misma, estaba gobernada, protegida y desarrollada por Dios, y se manifestaba como provisión para satisfacer nuestras necesidades diarias.

En Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) la Sra. Eddy dice (pág. 307): “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas a su vez os dan provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”. Declaré que esto era la verdad para todos los hijos de Dios, y no sólo para mis padres. Para mí la cizaña era un símbolo de granizo, de plagas de viento, de temor, de superstición y de falsa educación, y sabía que no tenían poder ni ley, que no eran nada, porque no habían sido creados por Dios, y por lo tanto no tenían procedencia. No podían destruir lo que Dios crea y protege.

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