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Eliminando el motivo de la carencia

Del número de agosto de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Necesitamos únicamente sintonizar la televisión o poner la radio o echar un vistazo a un quiosco de periódicos, y ahí está la palabra: carencia. Se nos dice constantemente que el mundo está lleno de pobreza, crimen, contaminación, guerra. Se nos muestra muy a menudo la vida como desprovista de alegría, salud, armonía, amor fraternal o libertad.

¿Será posible que una deficiencia forme parte del universo creado por Dios, el bien máximo? Si la escasez es creada por Dios, ¿puede ser superada? La respuesta plausible a las creencias en la escasez basadas en un sentido material de la existencia se encuentra en el estudio y la práctica de la metafísica cristiana expuesta en las enseñanzas de Mary Baker Eddy.

La Sra. Eddy explica en el libro de texto, Ciencia y Salud: “La metafísica es superior a la física, y la materia no entra en las premisas o conclusiones metafísicas. Las categorías de la metafísica descansan sobre una sola base, la Mente divina. La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos de los sentidos por las ideas del Alma”.Ciencia y Salud, pág. 269;

Puede ser que esto haga que alguien piense: ¡Qué hermoso pensamiento abstracto! Pero ¿cómo es posible que esto cambie la dificultad en que me encuentro o en que se encuentra el mundo? No tengo dinero, tengo deudas, carezco de muchas cosas y mi salud es precaria. Los países están en guerra, las riquezas naturales están contaminadas, ¿cómo puede la metafísica que se enseña en la Ciencia Cristiana cambiar todo esto?

Partiendo desde la base del razonamiento metafísico, empezamos con la Mente divina, Dios, como causa. En la Biblia se encuentra la autoridad para reconocer que la causa, o el creador del universo y del hombre, es el bien. Las Escrituras explican la creación como el desarrollo del bien, y que el hombre es la completa representación o imagen de Dios, que es Espíritu.

Razonando lógicamente de que un efecto tiene que ser similar a su causa, vemos que el efecto de Dios, Espíritu, es el hombre y el universo — espirituales y perfectos, completos y buenos. No puede haber carencia, deficiencia, falta de entereza o imperfección porque no tienen causa — Dios no las creó. La carencia no es una realidad, sino un falso concepto de la naturaleza de Dios como el Principio que manifiesta amor ilimitado y bien abundante para todas sus ideas.

En todos los escritos de la Sra. Eddy se encuentran reglas para aplicar las premisas metafísicas a los diversos problemas de la vida diaria. Lo fundamental en la enseñanza de la Ciencia Cristiana es la comprensión de que nuestro pensamiento se expresa o evidencia en circunstancias externas. Se nos dice, por ejemplo, en Ciencia y Salud: “Un cuerpo enfermo es el resultado de pensamientos enfermos”.ibid., pág. 260;

¿No podríamos, entonces, dar por sentado que una condición de pobreza o carencia debe provenir de pensamientos de carencia? Un estado de guerra o de relaciones rencorosas tiene que estar basado en pensamientos rencorosos. Una atmósfera o ambiente contaminado es el resultado del pensamiento mezquino, falto de consideración, impuro. Por lo tanto, la solución permanente de un problema no es corregir un efecto sino cambiar la causa mental. Se puede demostrar la eficacia del método científicamente cristiano de regenerar el pensamiento, y todo el que lo desee puede probar fácilmente que puede ser aplicado a todas las condiciones.

En un momento en que mis recursos eran escasos, en que vivía en una vivienda pequeña y que la escasez se hacía evidente en muchos otros aspectos de mi diario vivir, me di cuenta de que la carencia es la manifestación de una consciencia llena de pensamientos de carencia. Además, estaba oculta la sugestión sutil e insidiosa de que estaba separado de Dios y que tenía una mente propia restringida, que pensaba mis propios pensamientos discordantes en lugar de tener “la mente de Cristo”. 1 Cor. 2:16; El saber que Dios es la causa y que el hombre refleja cada cualidad de Su bondad infinita me llevó a pensar lo que estaba impidiendo que yo evidenciara la provisión siempre presente de Dios. Decidí ver cuánta creencia de carencia estaba admitiendo.

Fue sorprendente lo que se me reveló luego de unos minutos de vigilar mis pensamientos. Me di cuenta de que estaba presenciando y dando realidad a desavenencias, discordancias y disensiones. Esto era creer en carencia de concordancia, de armonía. Un noticiario informó sobre un desastre — carencia del gobierno de Dios — y luego vinieron otras noticias desalentadoras. Esto fue seguido muy pronto por evidencias de descontento (carencia de felicidad), desaliento (carencia de confianza), desobediencia e improbidad.

Comprendí que el estar de acuerdo con alguna de estas condiciones o actitudes es ver la carencia del único Dios como supremo y admitir que el mal tiene lugar y poder. Aceptar el desasosiego, la obstinación, la agitación, la estupidez, la prisa y la deformidad como reales, y creer que las personas son mortales, demasiado gordas o demasiado delgadas, con visión y oídos imperfectos, que manifiestan egoísmo, odio, pereza, crítica y violencia es admitir que Dios no es Todo, porque presupone carencia de calma, carencia de buena voluntad y carencia de orden, inteligencia, tiempo, proporción, oído, vista, amor, habilidad y paz.

Al ver de cuánta carencia estaba llenando mi pensamiento, hice un esfuerzo por poner en práctica el consejo de Ciencia y Salud: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo imperecedero, lo bueno y lo verdadero, y traeréis éstos a vuestra experiencia en la medida que ocupen vuestros pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 261. Cuando vino a mi pensamiento una sugestión de una condición de carencia, negué que pudiera ser parte de la creación de Dios. La reemplacé con la verdad de que, puesto que Dios llena todo el espacio, no puede haber carencia, vacío, no puede faltar nada, no puede haber necesidad.

El resultado de este pensamiento corregido se hizo evidente en sólo pocas semanas. Se canceló voluntariamente un contrato de negocios que establecía una limitación de mi salario. Esto elevó a más del doble nuestros ingresos y nos permitió mudarnos a una casa más grande. Las actividades en nuestro negocio fueron mayores de lo que podíamos haber previsto. Nuestra familia sigue siendo bendecida por el cambio de mi pensamiento que pasó, de ver y creer en la carencia, a reconocer el bien siempre presente de Dios.

La Ciencia Cristiana requiere de sus estudiantes la misma aplicación disciplinada que tienen quienes estudian hoy en día cualquier ciencia física o el arte. Los pensamientos que rompen las limitaciones del pasado están haciendo cambios dinámicos en las matemáticas. La astronomía moderna parece ampliar el alcance del pensamiento virtualmente más allá de la comprensión humana y de las teorías previamente aceptadas. Las normas hasta ahora aceptadas en la música se están cambiando; el tiempo y las escalas se están utilizando en forma diferente en la composición musical. Tal expansión del pensamiento humano nos da una vislumbre de la vastedad de la Mente y de las incontables ideas divinas que existen y que esperan ser descubiertas.

Así como el músico trabaja dentro del conjunto de reglas musicales para perfeccionar su habilidad, el Científico Cristiano eficaz disciplina constantemente su pensamiento, vigilando lo que piensa y cómo reacciona a lo que ocurre a su alrededor. Siempre está alerta en sus relaciones familiares, y en sus negocios, y en la iglesia y en otros asuntos, y practica el resolver “las cosas en pensamientos” y el reemplazar “los objetos de los sentidos por las ideas del Alma”. La salud, la armonía y la abundancia son los frutos de su trabajo y todos los que están en su pensamiento son bendecidos.

Todos tenemos la habilidad para vencer las falsas creencias de que existe carencia de cualquier naturaleza en nuestra experiencia. Sólo hace falta que estemos dispuestos a probar que Dios es todo-poder, todo-presencia, todo-Ciencia.

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