Una tarde de verano advertí que el cielo estaba ennegrecido con nubes amenazadoras. De hecho, se veía tan negro el cielo, que me retiré a mi cuarto.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!