Es posible que muchos digan que siempre ha habido guerras y que, por lo tanto, las guerras son inevitables. Pero en lo más profundo del corazón de los hombres persiste la esperanza de que haya paz mundial. Este justo deseo es para que toda la humanidad tenga una vida significativa, libre y feliz — una vida gobernada por la ley de Dios, como la describe Isaías: “El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo”. Isa. 32:17, 18;
¿Dónde puede encontrarse una paz semejante? Debemos empezar con nosotros mismos. Para nosotros la verdadera paz empieza en nuestro propio pensamiento y se evidencia por la paz que nosotros mismos expresamos. La comprensión espiritual acerca de Dios y del hombre irradia paz. Obtenemos esta consciencia que conduce a la paz y a la armonía por nuestro estudio y aplicación de la Ciencia Cristiana. Como escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “La Ciencia Cristiana revela la Verdad y su supremacía, la armonía universal, la plenitud de Dios, el bien, y la nada del mal”.Ciencia y Salud, pág. 293;
La discordancia surge cuando uno ofende o acusa a otro y ninguno quiere perdonar o hacer concesiones. Consentir en tendencias tan adversas como la disensión, el odio, la envidia, la rivalidad hostil y la venganza hace que la paz peligre. Uno debe separarse de estas tendencias y reconocer como supremas las fuerzas espirituales de Dios, el Principio divino.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!