En Munich, Alemania, hay un parque zoológico grande, y muchas clases de animales viven allí — sobre rocas, en el agua, casi como en el lugar en que nacieron. La gente muchas veces va al parque a visitar a las familias de animales. Éstas son verdaderas familias. Al igual que entre las personas, hay papás y mamás que cuidan de sus pequeños, les enseñan a jugar y los protegen. Hay familias felices compuestas de papás, mamás y pequeñas jirafas; monitos bebitos con mamá mono y papá mono, y muchas otras especies de animales. Pero un día, algo increíble ocurrió entre todas estas familias. Un tigre bebito estaba en una jaula con una mamá perrita — una mamá terrier que le estaba dando de mamar al tigre bebito. Esto ocurrió porque el tigrecito no tenía a su mamá tigre. La perrita, además de darle de comer al tigre bebito, lo cuidaba cariñosamente como si fuera su cachorrito.
El tigre bebito y la perrita eran muy diferentes, pero la madrastra perrita no lo veía así. Ella amaba al tigrecito, y él aceptaba este amor. La perrita no se preocupaba porque el tigre bebito no era de su familia de perritos. Seguramente sentía que el tigrecito necesitaba ayuda.
¿Cómo pudo sentir esto y ayudar al tigre bebito? Cuanto más entendemos la creación de Dios, perfecta y espiritual como Él la hizo, tanto más descubrimos que está llena de amor — todo y todos en la gran familia de Dios lo reflejan a Él. Por eso es natural que las mamás y los papás amen a sus hijos, y que hermanos y hermanas se amen unos a otros. Y es natural que una madrastra ame también. Ella es verdadera familia.
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