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Un libro que nos muestra cómo vivir

Del número de agosto de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando la Sra. Eddy descubrió la Ciencia del ser — el cristianismo del Cristo en su declaración científica — y la ofreció al mundo en el libro de texto, Ciencia y Salud, fue como si hubiera levantado la tapa de un inmenso cofre de tesoros, permitiendo que se dispersaran a los rincones más remotos de la tierra. Este libro no es una mera explicación de teorías personales. La Sra. Eddy se refiere a ella misma como una escriba bajo órdenes (ver Miscellaneous Writings — Escritos Misceláneos, pág. 311). Ella sabía que esta Ciencia era la Palabra de Dios y jamás perdió de vista este hecho. Escribe: “En las palabras de San Juan: El Padre ‘os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre’. Este Consolador, según yo lo entiendo, es la Ciencia Divina”.Ciencia y Salud, pág. 55;

Ciencia y Salud tiene la cualidad de eterna novedad. Aunque fue publicado hace cien años, es un libro muy joven. Por cierto que es eterno. Las ideas espiritualmente dinámicas que presenta acerca de Dios, del hombre, y de la creación — coordinadas como están con las verdades de la Biblia — nunca caen al nivel de lo mundano, lo monótono, lo doctrinario. Estas ideas están revestidas de alegría y propósito; nos motivan de tal manera que uno recurre espontáneamente al libro en busca de inspiración y guía.

Dios perfecto, creación perfecta —¡cuán maravillosa y consoladoramente son dichas estas verdades! El Consolador tiene las soluciones para todos los pesares, pérdidas, tristezas, carencias. Trae fortaleza y esperanza, abriendo nuestros ojos a la presencia vivificante de la Vida, que no deja lugar para las cavernas de la vacuidad. El diccionario Webster define en parte la palabra “confortable” como “libre de molestia, preocupación, duda, temor: ... en circunstancias ... seguras”.

Por supuesto que no hay seguridad, ni consuelo cuando uno mora en un sentido limitado del yo, atado por el temor y la tensión. La Ciencia Cristiana nos da un concepto enteramente nuevo de individualidad y progenitura, una nueva identidad, un nuevo nacimiento. La Ciencia declara con Cristo Jesús que tenemos que nacer de nuevo. San Juan, en el Apocalipsis, habla de un ángel que “tenía en su mano un librito abierto”. Un mensaje inspirado dijo al autor del Apocalipsis: “Vé y toma el librito que está abierto en la mano del ángel.. . Toma, y cómelo”. Apoc. 10:2, 8, 9;

A medida que asimilamos y vivimos las verdades contenidas en este libro, nuestro ser adquiere un significado más amplio y más profundo. Nos encontramos haciendo una evaluación más inteligente del trabajo que tenemos que hacer y con un corazón más pronto y más dispuesto para hacer este trabajo. Tal vez un pasaje con el cual uno está enteramente familiarizado adquiera de repente un nuevo significado y estalle en una creciente gloria de comprensión y curación; o puede que señale algún error en particular que necesita ser visto y echado fuera, o bien indique el paso correcto a tomar al hacer una decisión importante. Estas verdades casi nos salen al encuentro desde la página exigiéndonos que las vivamos.

Ciencia y Salud presenta la interpretación espiritual de la Ciencia del cristianismo — la Ciencia que Cristo Jesús presentó y vivió. Su vida fue una continua manifestación del poder de Dios para curar y bendecir no solamente a un individuo sino a multitudes de ellos. La profunda y perdurable confianza en Dios que este libro puede despertar en el corazón del sincero lector es ilimitada. Incluso sólo una vislumbre de la unidad de Principio e idea, Dios y el hombre, puede echar abajo los límites que uno pueda haber aceptado como una imposición durante años. La aceptación de hechos espirituales da comienzo a un nacimiento espiritual de surgiente esperanza, donde la identidad e individualidad adquieren un nuevo significado. Uno comienza a aprender algo del propósito de vivir.

Las ideas del “librito” llegan a nosotros como el Cristo, el Consolador, que jamás está consciente de la enfermedad, el pesar, o los problemas que nos enfrentan. En cambio, el Cristo conoce su propia presencia y actividad divinas que continúan allí donde nuestro pesar parece estar. Y empezamos a dejar que este conocimiento se vuelva nuestro conocimiento. La Sra. Eddy pregunta: “¿No encontramos siempre a nuestro consolador fuera de nosotros y en lo alto?” La Unidad del Bien, pág. 18;

Con certeza y exactitud el libro de texto describe y define al hombre de la creación de Dios — el hombre a la semejanza del Cristo que constituye la identidad verdadera y espiritual de cada uno de nosotros. Estudiado sobre esta base, ¡el libro se convierte en nuestra biografía! Leedlo de esta manera. Meditadlo de esta manera. Podemos aprender de él la inmensidad y nobleza de nuestro ser verdadero. ¿Necesitamos de provisión? Recurrimos a Dios, por medio del libro, y no a la materia en busca de nuestra respuesta. ¿Necesitamos compañía? Recurrimos a Dios, por medio del libro, y no a personas en busca de nuestra respuesta.

Este ser verdadero de nosotros no es algo que nosotros hacemos, algo que nosotros creamos. Es creado por Dios — es Su obra. San Pablo pregunta: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Y en un versículo anterior escribe: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. 1 Cor. 3:16, 9; La Sra. Eddy escribe: “El único Ego, la única Mente o el único Espíritu, llamado Dios, es la individualidad infinita, que provee toda forma y gracia, y que refleja la realidad y divinidad en el hombre y en las cosas espirituales e individuales”.Ciencia y Salud, pág. 281.

Dios refleja Su realidad divina en cada identidad. Apartando la mirada de la materia y la mortalidad, todos podemos saber que en verdad el gran Yo soy está reflejando Sus atributos en nosotros. La Mente divina es inteligencia y refleja inteligencia en el hombre; el Amor divino refleja en el hombre el amor radiante que bendice al universo. ¡Qué manera tan científica de pensar acerca de uno mismo!

Razonando desde esta base, empezando desde esta altitud, podemos rechazar el pensamiento de que somos personas mortales luchando solas, tratando de moldear alguna forma de existencia que tenga significado mediante el método de tanteos. Podemos rechazar las inclinaciones mortales y los impedimentos que se supone que se nos imponen al nacer. Podemos derrotar la pretensión que dice que hemos sido hechos en una especie de molde mortal y que tenemos que vivir así eternamente, con los mismos rasgos de carácter y defectos, haciendo siempre la misma cosa de la misma manera — sin originalidad, sin innovación.

Abramos nuestro pensamiento a la posibilidad de todo lo bueno, al alcance infinito del Amor y sus oportunidades presentes, conociendo la infinitud de nuestro ser, sin carencia o límites. Armados de este Amor, podemos decir verdaderamente: ¡La abundancia es la bandera que ondea, cuando el Cristo está en casa!

Ciencia y Salud ha abierto por cierto la puerta de este reino infinito del Amor. ¿El hombre separado de su Dios, su bien? ¡Imposible! ¿Un Dios y hombre separados uno del otro? ¡Increíble! Aquí está el libro con sus maravillosas verdades, su poder curativo, su mensaje divinamente inspirado para todo el mundo. ¿Qué vamos a hacer con él? ¿Cómo podemos hacerlo brillar, cómo podemos hacer que cobre vida en los corazones y asuntos humanos?

La respuesta es simple. Podemos vivir las verdades que habla.

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