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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Aarón, el levita

Del número de septiembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


De los hijos de Amram y Jocabed, el menor, Moisés, fue incuestionablemente el más importante; sin embargo, Aarón, tres años mayor que él, también contribuyó al éxito del éxodo de Egipto, a pesar de que ciertas debilidades básicas de carácter limitaron su importancia.

Cuando Moisés fue elegido por Dios para liberar a los hebreos de su esclavitud, vaciló, alegando que no era de fácil palabra y que era tardo en el habla (ver Éxodo 4:10). Aun cuando Dios mismo le aseguró Su apoyo y guía. Moisés persistió en su vacilación y no fue hasta que Aarón accedió a la exigencia de Dios de que se desempeñara como vocero de su hermano y, después, como su profeta, que Moisés aceptó la prueba que tan noblemente realizó (ver Éxodo 4:16; 7:1). Claro está que Aarón estaba destinado a desempeñar en varias formas un papel subordinado en el gran drama en el que Moisés desempeñó el papel principal (ver, por ejemplo, Éxodo 17:8–13).

Aarón, descrito por el Señor como “el levita” (Éxodo 4:14), fue llamado para encontrarse con Moisés en el desierto. Juntos discutieron la tarea que tenían por delante. Y al llegar a Egipto, convocaron a los dirigentes de los israelitas, a quienes Aarón les dirigió la palabra en nombre de su hermano para comunicarles el mensaje del Señor y haciendo las señales y maravillas que Dios había ordenado (ver versículos 27–30). A su debido tiempo los dos hermanos cooperaron en hacer los arreglos con Faraón, aunque Moisés continuó tomando la iniciativa en sus urgentes esfuerzos que finalmente lograron liberar a sus compatriotas.

Además de su estrecha colaboración con Moisés, Aarón se desempeñó como el líder de la tribu sacerdotal de Leví, a la cual ellos pertenecían, sirviendo tanto de sacerdote como de sumo sacerdote. En verdad, a Moisés se le pidió que separara a Aarón y a sus cuatro hijos — Nadab y Abiú, Eleazar e Itamar — “de entre los hijos de Israel” (Éxodo 28:1), y que especialmente ungiera y santificara a Aarón mismo para el desempeño de sus tareas sacerdotales (ver Levítico 8:12). Se les pidió a Aarón y a sus sucesores que se hicieran cargo del gran culto anual relacionado con el día de la expiación (ver Levítico 16; Éxodo 30:10); y también se esperaba de ellos que inquirieran en el nombre del pueblo cuál era la voluntad de Dios (ver Éxodo 28:30), además de cumplir con muchos otros deberes sacerdotales. Más aún, se dijo de Aarón y de sus hijos que ellos deberían ser especialmente consagrados y que el “sacerdocio” debería ser de ellos “por derecho perpetuo” (Éxodo 29:9).

A pesar de los honores sacerdotales con que fue colmado, y al hecho de que fue designado para colaborar con Hur para hacerse cargo de las huestes israelitas durante la prolongada ausencia de Moisés y Josué, mientras Moisés se comunicaba con Dios en el Monte Sinaí (ver Éxodo 24:12—14), Aarón parece haber cedido muy fácilmente a las sugestiones mesméricas del pueblo de que olvidara a su hermano y su dirección espiritual y que se uniera a ellos en lo que era crasa idolatría. Por cierto que fue Aarón quien les incitó a que le proporcionaran zarcillos de oro, con los cuales hizo el notorio “becerro de fundición” (Éxodo 32:4), edificando un altar ante él como prueba de su importancia. A su regreso del monte, Moisés, el gran legislador, naturalmente exigió la completa destrucción del becerro de oro y de todo lo que éste representaba (ver versículos 8, 9, 19, 20).

El hecho de que Moisés parece no haber infligido un castigo especial a su hermano, ya fuese por este acto de insubordinación o por la abierta crítica que después le hiciera Aarón a él mismo y a su trabajo (ver Números 12), seguramente indica que él debe de haber visto estos actos como aberraciones temporales, las cuales no neutralizaron el bien que Aarón había hecho en previas ocasiones cuando había demostrado un firme respaldo a Moisés y había contribuido al gran trabajo al cual Moisés había dedicado su vida.

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