De los hijos de Amram y Jocabed, el menor, Moisés, fue incuestionablemente el más importante; sin embargo, Aarón, tres años mayor que él, también contribuyó al éxito del éxodo de Egipto, a pesar de que ciertas debilidades básicas de carácter limitaron su importancia.
Cuando Moisés fue elegido por Dios para liberar a los hebreos de su esclavitud, vaciló, alegando que no era de fácil palabra y que era tardo en el habla (ver Éxodo 4:10). Aun cuando Dios mismo le aseguró Su apoyo y guía. Moisés persistió en su vacilación y no fue hasta que Aarón accedió a la exigencia de Dios de que se desempeñara como vocero de su hermano y, después, como su profeta, que Moisés aceptó la prueba que tan noblemente realizó (ver Éxodo 4:16; 7:1). Claro está que Aarón estaba destinado a desempeñar en varias formas un papel subordinado en el gran drama en el que Moisés desempeñó el papel principal (ver, por ejemplo, Éxodo 17:8–13).
Aarón, descrito por el Señor como “el levita” (Éxodo 4:14), fue llamado para encontrarse con Moisés en el desierto. Juntos discutieron la tarea que tenían por delante. Y al llegar a Egipto, convocaron a los dirigentes de los israelitas, a quienes Aarón les dirigió la palabra en nombre de su hermano para comunicarles el mensaje del Señor y haciendo las señales y maravillas que Dios había ordenado (ver versículos 27–30). A su debido tiempo los dos hermanos cooperaron en hacer los arreglos con Faraón, aunque Moisés continuó tomando la iniciativa en sus urgentes esfuerzos que finalmente lograron liberar a sus compatriotas.
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