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La Biblia era un libro cerrado

Del número de septiembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Biblia que yo asocio con mi niñez era un volumen hermoso e ilustrado, que parecía más importante por estar en una caja de terciopelo con rosas bordadas y una cerradura de plata. Se necesitaba una llave para abrirla y, salvo en raras ocasiones, permaneció cerrada, simbólicamente, por muchos años.

Estaba encima de una mesa redonda en el centro de la sala y se la reverenciaba de tal manera que una vez mi madre me dijo: “¡Pensar que puedas decir, o siquiera pensar, tales cosas en el mismo cuarto donde está la Biblia! Tú o la Biblia deberían salir del cuarto”. No había nada que nos avergonzara más que esto.

Definitivamente la Biblia era una presencia moral. Cuando necesitábamos disciplina, nuestros padres nos llevaban a la sala y nos hablaban, teniendo la Biblia entre ellos y nosotros. Nos decían que se necesitaba arrepentimiento antes de que viniera el perdón y que sufriríamos castigo de Dios si no éramos honestos, porque Él podía ver el corazón.

La Biblia era también un medio de consuelo en épocas difíciles. De la misma manera que nosotros nos apoyábamos en nuestros padres para cualquier cosa, ellos se apoyaban en las Escrituras, leyendo de ellas con la reverencia de quien está en la presencia misma de Dios. No tenía importancia si lo que escuchábamos provenía de una Biblia sueca. No dudábamos del valor de lo que se estaba leyendo. Si no entendíamos, nos hacían la traducción al inglés, aunque en forma muy rudimentaria. De alguna forma el mensaje era capaz de proveer su mensajero.

Para quien estaba acostumbrada a considerar así a Dios, como omnipresente, como el que todo lo sabe y todo lo ve, como lo revela la Biblia, y a reverenciarlo, las difíciles pruebas por las que pasaron mis padres en sus últimos años provocaron preguntas profundas. Como madre de niños pequeños y miembro investigador de una denominación protestante, llegué a un momento de extrema angustia — de extremas dudas. ¿Por qué un Dios que ama, un Dios en quien se confió y a quien se obedeció, permitió que mis padres sufrieran tanto? ¿Tendríamos, tanto mis hijos como yo, que pasar por las mismas angustias?

¿Qué podría hacer yo por mis hijos más de lo que mis padres habían hecho por mí? “Instruye al niño en su camino”, Prov. 22:6; dice el conocido verso de la Biblia. Siempre recordaré mi desesperada súplica: “Pero, ¿cómo, Dios? ¡No sé cómo!”

Cerca de un año después, a través de singulares circunstancias, me dieron el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. No me di cuenta inmediatamente de que era la respuesta a todas mis preguntas sobre Dios. Pero era la llave, y abrió la Biblia con la misma eficacia de la pequeña llave de los años de mi niñez. La diferencia estaba, sin embargo, en que uno no podía nunca cerrar de nuevo la Biblia. La Ciencia Cristiana iluminó de tal manera sus páginas con la comprensión de Dios omnipotente y omnipresente, el Espíritu divino, y de Su universo perfecto y espiritual gobernado por la ley divina, que el mensaje del ser inmortal que tiene la Biblia se hizo palpable y práctico.

Lo más importante fue que Ciencia y Salud me reveló que el mal no tenía origen, no tenía causa, no era real y era la mentira acerca de Dios, que es el Dios del bien únicamente. Me mostró que conocer a Dios correctamente traía recompensas, no castigos, y, lo más importante, dominio, a medida que se entendían y aplicaban Sus leyes. Dios es Espíritu, Su creación es espiritual. Las crueles manifestaciones de la materia deben ceder a Su omnipresencia cuando se la comprende. Estas verdades habían estado en la Biblia en todo momento, pero no me habían sido reveladas en ninguna de las diversas traducciones que había estudiado.

Inmediatamente vi que los años trágicos de mi familia no hubieran sido vividos si hubiéramos tenido esta comprensión espiritual de las Escrituras.

¿Por qué, entonces, no apareció antes esta interpretación en la historia de la humanidad? Porque esta interpretación necesitaba la visión espiritual y el trabajo de toda la vida de la Sra. Eddy, cuyo libro ha interpretado para millones los pasajes bíblicos en su más puro significado espiritual.

La Sra. Eddy, que era una asidua estudiante de la Biblia, fue llevada a las más grandes alturas del descubrimiento espiritual por medio de amargas pruebas de la vida, por un intelecto investigador y por una insistencia intuitiva en la bondad de Dios. Entonces, en un momento de crisis, experimentó una curación física como directa consecuencia de la iluminación espiritual que tuvo mientras leía devotamente una de las curaciones de Cristo Jesús, que aparece en los Evangelios. De inmediato comprendió la trascendencia de la revelación que tuvo de la Verdad divina, y luego de más años de investigación para hacer suya esta Verdad, la registró en Ciencia y Salud — una tarea de la mayor importancia. Durante los treinta y cinco años entre la primera y la última edición continuó revisando y perfeccionando su libro. Como dice uno de sus biógrafos, el propósito de ella fue “hacer que su libro expresara más exactamente lo que ella quería decir para que explicara con más perfección la revelación que ella nunca dudó que Dios le había dado”. Lyman P. Powell, Mary Baker Eddy: A Life Size Portrait (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1950), pág. 134;

De la Biblia, la Sra. Eddy escribió: “La Biblia fue mi libro de texto. Ella contestó mis preguntas acerca de cómo fui curada; pero las Escrituras tuvieron para mí un nuevo significado, una nueva lengua. Su significación espiritual apareció y comprendí por primera vez en su significado espiritual, la enseñanza de Jesús y su demostración, y el Principio y la regla de la Ciencia espiritual y de la curación metafísica, en una palabra, la Ciencia Cristiana”.Retrospección e Introspección, pág. 25;

Siempre estaré agradecida por los beneficios recibidos por haber crecido en un hogar cristiano y por la influencia que tuvo la iglesia en los años de mi madurez. Todo fue una preparación moral necesaria para el posterior desarrollo que la Ciencia divina trajo a mi cristianismo. Cuando empecé mi estudio de Ciencia Cristiana, el poder de la revelación de la Sra. Eddy me fue especialmente claro a través de la profunda verdad de estas declaraciones: “Cuando se alcance lo real, lo cual es anunciado por la Ciencia, entonces la alegría ya no temblará ni nos defraudará la esperanza... Las ideas espirituales conducen a su origen divino. Dios, y al concepto espiritual del ser”.Ciencia y Salud, pág. 298;

El estudiante de la Biblia, equipado con el libro de texto de la Ciencia Cristiana, no solamente siente más entusiasmo por la Biblia sino que también la encuentra más práctica. Adquiere dominio sobre su existencia a medida que absorbe y utiliza las verdades reveladas. Un nuevo reconocimiento de su eterna filiación con el amoroso Padre, protege y mejora su vida diaria.

Cuando contemplo a mis nietos aprendiendo a comprender la “nueva lengua” del Espíritu, y cuando veo los efectos de la Ciencia del cristianismo en la vida de tantos otros jóvenes, percibo claramente que la traducción espiritual que la Sra. Eddy hizo de las Escrituras es el camino para instruir “al niño en su camino”. Y cuando la ha hecho suya por medio de la aplicación diaria de las verdades de la Biblia en su vida diaria, no se pierde. ¿Cómo podría uno cambiar por ignorancia la comprensión que se ha demostrado, o alejarse de la presencia viva de su amigo afectuoso que consuela y sana?

La esperanza de la Sra. Eddy era que su libro trajera a la vida de todos los hombres el poder de Dios que está revelado en la Biblia, al compartir ella su profundo significado espiritual: “Un conocimiento sin inspiración de las traducciones de las Escrituras ha impartido poco poder para practicar la Palabra. De ahí que la revelación, el descubrimiento y la presentación de la Ciencia Cristiana — la Ciencia del Cristo, o la ‘nueva lengua’ de la que San Marcos profetizó— se transformó en un requisito en el orden divino. En las veloces alas del pensamiento espiritual el hombre se eleva por encima de la letra, la ley, o la moral de la Palabra inspirada hacia el espíritu de la Verdad, con lo cual se adquiere la Ciencia que demuestra a Dios. Cuando la Biblia se lee y se practica en esta forma, no existe posibilidad de falsas interpretaciones. Es posible comprender y conocer a Dios y recurrir a Él en toda necesidad humana”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 238.

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