Las primeras palabras de la Sra. Eddy en el Prefacio de Ciencia y Salud son: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”.Ciencia y Salud, pág. vii; No se ofrece aquí un pequeño apoyo de intereses personales seguros, ningún cómodo círculo de viejas amistades y lugares familiares, ni siquiera la tradicional manera materialista de ver a nuestro mundo como una pequeña partícula de polvo que gira en un universo de otras pequeñas partículas de polvo giratorias. Si hemos de disfrutar de las bendiciones ilimitadas del día de Dios, que la Ciencia Cristiana nos ha descubierto, no debemos apoyarnos en nada que no sea el “infinito sostenedor”; debemos reconocer que Dios es la infinita inteligencia creadora, y que el hombre es la infinita idea espiritual de Dios, idea que vive en el universo infinito de ideas espirituales.
Pero volvamos un poco más atrás. ¿Cuán grande es su mundo? ¿Cuán grande es el mío? ¿Es lo que Shakespeare describió como “el gran globo mismo”, o es una media docena de calles alrededor de nuestro hogar y lugar de trabajo? ¿Es un pequeño mundo limitado, compuesto de unos pocos amigos e intereses personales, algunas veces confortable y otras no tanto? O si lo consideramos con una visión más amplia, ¿es aún así esa pequeña partícula de polvo giratoria?
Las últimas palabras de Cristo Jesús poco antes de su ascención pueden haberle causado sorpresa a su pequeño grupo de fieles amigos. Éstos eran hombres jóvenes, sin rango social especial, habitantes de un pueblo sometido alejado de los centros mundiales de poder, que cuando hablaban griego y latín, en cualquier medida que lo hablaran, sin duda lo hacían con acento provinciano. Sin embargo, Jesús les dijo: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8;
En la actualidad la exhortación de la Ciencia Cristiana no es menor. El primer capítulo de Ciencia y Salud comienza poniendo énfasis sobre la expansión de pensamiento: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.Ciencia y Salud, pág. 1. La Ciencia Cristiana no nos enseña a tener fe en que unas pocas cosas fáciles son posibles para Dios — quizás la curación de las enfermedades funcionales pero no de las orgánicas. Necesitamos “una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles”. El amor sanador y regenerador debe ser abnegado. Los pensamientos pequeños y el amor pequeño son egoístas. Para que sean abnegados, nuestros pensamientos y nuestro amor deben ir hasta lo último del universo y más allá y deben reflejar individualmente la infinita inteligencia divina y el Amor divino que lo abarca todo.
A muchos de nosotros nos ha ocurrido que durante algún período de la historia mundial lleno de acontecimientos trascendentales, hemos concentrado nuestros pensamientos continuamente en nosotros mismos y en nuestras pequeñas dificultades. O quizás uno de nuestros amigos nos haya dicho: “Esta semana ha estado llena de acontecimientos”, y luego haya descrito la historia de sus pequeños problemas personales. Debemos ser compasivos, porque tales problemas pueden parecerle grandes y deben ciertamente ser resueltos. Pero el primer paso resolverlos resolverlos bien puede ser elevar el pensamiento al “infinito sostenedor”, a Dios para quien todas las cosas son posibles, al amor abnegado por nuestro mundo y nuestros semejantes.
La operación sanadora de la Ciencia Cristiana es como “el dedo de Dios” del que habló Jesús. Tiernamente y con precisión ajusta cada pequeño pequeño detalle de nuestro pensamiento y vida. Nos revela la actividad de Dios como el Padre-Madre compasivo, como el bondadoso y sapientísimo Médico, como la inteligencia educadora y el amigo infalible de toda identidad en Su universo, cuidando de todos como si cada uno fuera Su única y más preciada criatura.
Al mismo tiempo la curación de la Ciencia Cristiana opera como “el brazo de Jehová” del que habla Isaías. Revela el infinito poder de Dios que llega a las partes más distantes de la tierra, a las cimas más altas de las montañas y a las mayores profundidades del océano, a las estrellas, a las galaxias, a los más lejanos y aislados universos. Muestra el Principio infalible, el cual está presente y opera en todas partes con la autoridad irresistible de la ley espiritual. Nos asegura que por muy lejos que penetremos en estas inmensidades, la ley sostenedora y el amor de Dios están allí para apoyarnos.
Para la Sra. Eddy, el mundo nunca fue pequeño, nunca fue una partícula de materia girando entre otras incontables partículas de materia giratorias. Ella leía mucho y estaba profundamente interesada en el mundo y el universo. Pero siempre miró más allá del conocimiento y progreso humanos, hacia lo que éstos insinuaban sobre el destino espiritual y eterno del hombre.
La Sra. Eddy esperaba que los Científicos Cristianos tuviesen esta misma visión amplia del mundo. Su fundación del The Christian Science Monitor es sólo una indicación de esto. Esta visión más amplia, válida por sí misma, también provee una palanca que aumenta nuestra fuerza para afrontar mejor los más mínimos problemas diarios. Obstáculos aparentemente insuperables son fácilmente superados cuando nos paramos atrás y utilizamos una palanca. Un amplio concepto de nuestro mundo y nuestro universo basado en el Espíritu, puede ser precisamente esa palanca; puede levantar el pensamiento al “infinito sostenedor” y hacer que todos los días estén “llenos de bendiciones”.
