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Nuestra herencia es sólo el bien

Del número de septiembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Existe una ley divina de herencia que gobierna nuestra vida. Bajo esta ley somos dotados de atributos y características derivadas de la fuente de nuestro ser. A medida que las percibimos, estas cualidades espiritualmente heredadas determinan nuestra naturaleza y vida humanas; y puesto que Dios, el Principio divino, es la fuente verdadera de todo el ser —Él es nuestro Padre y nuestra Madre, el origen de nuestra substancia e inteligencia — nada hay en nuestra herencia que nos haga temer o que sea causa de deformidad física o mental, frustración o sufrimiento. Todo lo que Dios, el Principio divino, el Amor, nos transmite a nosotros, Su linaje, es bueno. Todo lo que heredamos por medio de la ley espiritual es para nuestro beneficio.

La ley divina de herencia nos asegura que invariablemente poseemos toda cualidad buena y esencial para una vida plena, pacífica, feliz, armoniosa y progresista. El Salmista estableció bien el caso cuando dijo: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado”. Salmo 16:5, 6;

La existencia e irrefutabilidad de la ley inmortal de la herencia espiritual es un desafío letal para las teorías mortales de la transmisión hereditaria. La ley de Dios es invariable e imparcialmente benigna, mientras que la llamada ley del árbol geneológico humano es caprichosa, y con frecuencia maligna. La ley de Dios es la única ley verdadera, y el reconocer esto es estar en condiciones de liberarnos de cualquier sentencia cruel que la tal llamada ley mortal de la transmisión hereditaria pareciera imponer.

La ley hipotética — la teoría mortal — de la transmisión hereditaria está edificada sobre la hipótesis de que la gente es el producto de gente material y no de la Mente. Y muchos somos víctimas de la creencia popular de que las idiosincrasias y deficiencias mentales, como también los rasgos físicos deseables, pueden ser transmitidos por los antepasados a sus descendientes a través de innumerables generaciones. La gente cree que hasta los niños recién nacidos pueden estar expuestos a sufrir de condiciones debilitantes y enfermedades mortales porque tienen algún antepasado lejano que aparentemente sufrió de ellas alguna vez.

Una ley tan despiadada no es ley verdadera. El legislador único y supremo es Dios, y Sus leyes invariablemente expresan Su amor. Existe autoridad bíblica para rechazar por completo la falsa ley de transmisión hereditaria y reclamar en cambio nuestra herencia de bien infinito otorgada por Dios. De hecho, debiéramos hacer esto no sólo para nosotros y nuestros hijos, sino también en el caso de nuestros padres y abuelos. En el libro de Ezequiel, Dios es representado como diciendo" “¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía”. Ezeq. 18:2–4;

La Ciencia Cristiana muestra cuán práctica puede ser esta declaración hoy día. Su Descubridora y Fundadora, la Sra. Eddy, escribe: “La transmisión transmisión hereditaria no es ley”.Ciencia y Salud, pág. 178; Y en otra parte dice: “La transmisión hereditaria es un tema prolífico en el que la creencia mortal puede prender sus teorías; mas si se llegara a comprender que nada es real sino lo bueno, ya no habría herencias peligrosas, y desaparecerían los males de la carne”.Ibid., pág. 228.

La enseñanza de Cristo Jesús establece que todos hemos sido creados por un Padre, un Dios, una Vida — y ésta es la verdad no sólo acerca de nuestra generación sino de todas las generaciones. Podemos estar seguros de que no sólo nosotros, sino todos los que conocemos como nuestros antepasados, tenemos una “hermosa. .. heredad”. Por cierto que nadie fue jamás víctima de una ley de transmisión hereditaria, porque tal ley no existe. Formados por el Principio perfecto, todos, invariablemente, reflejamos las perfectas cualidades de nuestro divino creador.

Toda la creencia en un árbol geneológico humano es un concepto erróneo. Produce un fruto mezclado — tanto de mal como de bien, de enfermedad y de salud, de discordancia y de armonía. Finalmente, este concepto se someterá a la comprensión de la estructura del universo de Dios — al reconocimiento de que el ser verdadero es creado por Dios, el Principio divino, el Amor, y refleja y expresa solamente Su perfecta naturaleza. Este reconocimiento, al igual que el “árbol” bíblico de Vida eterna y sabiduría inmortal, es para la sanidad tanto de personas como de naciones.

De manera que si aparecen síntomas en nuestra mentalidad o cuerpo humanos que parezcan indicar la presencia de defectos de carácter o de enfermedad física transmitidos por generaciones de nuestra familia humana, podemos protestar de la manera más vehemente. Tenemos el derecho de insistir en que nuestra vida está gobernada sólo por Dios, la Vida y el Amor divinos, y que Sus leyes son justas. Podemos rechazar toda evidencia de rasgos anormales mentales y físicos aparentemente heredados de nuestros antepasados, y saber que tenemos una herencia de Dios que es del todo buena.

Si nuestras afirmaciones de las verdades del ser espiritual y nuestras negaciones de las falsas leyes son vigorosas y persistentes, el cuadro mental de discordancia hereditaria, por cierto que desaparecerá pronto. Entonces la verdadera consciencia inspirada por Dios será entronizada, y con ello aparecerá una demostración correcta aquí y ahora de la “hermosa. .. heredad” a la cual tienen derecho todos los hijos de Dios.

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