Guillermo tenía once años. Le gustaba ayudar en las tareas de la casa. Los sábados por la mañana generalmente sacaba su bicicleta y llevaba cartas al correo. Un sábado por la mañana su papá le dio un pequeño paquete que debía llevar para que lo pesaran en el correo.
Antes de llegar al correo, Guillermo tuvo que pasar frente al patio de la escuela. Al acercarse, vio un grupo de jóvenes mayores que él que venían en tropel en bicicletas. Cuando Guillermo se acercó más, dos de los jóvenes mayores lo señalaron y se rieron.
Sólo pudo oír a uno de ellos decir: “Le vamos a dar un ‘paseíto rápido’ en cuanto cruce nuestro territorio”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!