Para aquel que se inicia en el estudio de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. es posible que esta Ciencia le parezca tan vasta que pueda preguntarse cuáles debieran ser los elementos básicos que debiera tratar de comprender y mantener primero.
Si se siente perplejo por esto, quizás debiera, antes que nada, recordar que Cristo Jesús fue el praticista de Ciencia Cristiana de mayor éxito que el mundo jamás haya conocido. Podría preguntarse, entonces: ¿Cuáles fueron los puntos sobresalientes que sustentaron la maravillosa obra sanadora del Maestro?
Nadie en nuestro tiempo ha comprendido la vida de Jesús tan bien como lo hizo Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Las muchas maravillosas obras sanadoras que ella realizó demuestran que comprendía las enseñanzas de Jesús. Debido a esto, debiéramos poner especial atención en lo que ella describe como “los dos puntos cardinales” en que se basaba la obra sanadora de Jesús. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras la Sra. Eddy dice: “El 'varón de dolores' comprendió meior que todos la nulidad de la vida e inteligencia materiales y la poderosa realidad de Dios, el bien, que lo incluye todo. Estos fueron los dos puntos cardinales de la cura por la Mente, o por la Ciencia Cristiana, que le armaron de Amor”.Ciencia y Salud, pág. 52;
Aquí, pues, están los elementos básicos —“la nulidad de la vida e inteligencia materiales y la poderosa realidad de Dios, el bien, que lo incluye todo”. La Sra. Eddy reitera estos puntos principales a través de sus escritos, y la aplicación humilde y fervorosa de los mismos probará su validez a cualquier estudiante aplicado. Toda curación en la Ciencia Cristiana está basada en la medida de comprensión que se tenga de la nada de la materia y del todo de Dios, y hasta una vislumbre de estas grandes verdades a menudo trae curación y regeneración.
La Sra. Eddy descubrió mediante la revelación y la demostración misma que lo que parece ser materia no es de ninguna manera substancia sino que en realidad es el pensamiento humano reproducido en imágenes similares a las imágenes mentales que observamos en un sueño.
Cuando soñamos, pareciera que percibimos un universo tridimensional, algunas veces a todo color, habitado por seres conscientes y objetos inanimados. Y en nuestros sueños, nosotros, como soñadores, parecemos vivir en un cuerpo físico en el cual nos movemos y por el cual pareciera que vemos, oímos, sentimos, saboreamos y olemos. Mas durante todo el tiempo estamos dormidos; y cuando despertamos, comprendemos que toda la experiencia del sueño es una ficción del pensamiento humano, una ilusión, un estado subjetivo que jamás ha existido, que jamás ha ocupado lugar alguno.
Durante milenios la raza humana ha sufrido las consecuencias de creer que la materia es real y que la enfermedad es en realidad una condición física localizada en alguna parte del cuerpo humano. Cristo Jesús vino a despertar a la humanidad de éstas y otras creencias falsas y a ayudarla a comprender algo de “la nulidad de la vida e inteligencia materiales”. Dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Juan 6:63;
El Maestro sanó toda clase de enfermedades instantáneamente, resucitó a los muertos, alimentó a las multitudes con unos pocos panes y peces, caminó sobre las aguas, calmó la tormenta con una sola palabra — todo lo cual es prueba de su notable comprensión de “la nulidad de la vida e inteligencia materiales”. Aquello que para los demás parecía ser materia sólida, para su comprensión era un fenómeno mental mortal que podía ser controlado y armonizado mediante el poder espiritual.
En la práctica de la curación espiritual primeramente debemos comprender aquello que aparentemente se está presentado como enfermedad física: que ésta, en realidad, no es otra cosa que un sueño carente de substancia, una ilusión mental, una sugestión hipnótica, que no es ni creada ni sostenida por Dios.
Se puede llegar a esta conclusión mediante el proceso del razonamiento lógico. Es obvio que debido a que Dios es Espíritu, Mente, Amor divino, tal como lo enseña la Biblia, por consiguiente Su creación, o sea Su propia expresión, tiene que ser espiritual, no material. Dios, el Principio divino, no puede crear un universo imperfecto y material, el opuesto mismo de Su propia naturaleza y sustancia. El Amor divino no establece condiciones para torturar y destruir a sus propios hijos. “La poderosa realidad de Dios, el bien, que lo incluye todo” excluye la posibilidad de que el mal o la materia puedan ocupar espacio alguno.
¿De qué modo, entonces, podemos aplicar de manera práctica una comprensión de un Dios perfecto que es Espíritu y de Su creación perfecta, o efecto, el hombre espiritual? ¿De qué modo la comprensión de una causa perfecta y un efecto perfecto puede llegar al cuerpo humano y sanarlo?
¿Acaso no es obvio que a medida que la mente humana se espiritualiza e ilumina mediante el concepto verdadero del ser, que este concepto mejorado exteriorizará un cuadro mejor, un cuerpo más sano y más armonioso? La Sra. Eddy nos dice: “Un cuerpo material sólo expresa una mente material y mortal. Un hombre mortal posee este cuerpo, y lo hace armonioso o discordante, según las imágenes de pensamiento que imprima sobre él. Abrazáis vuestro cuerpo en vuestro pensamiento, y debierais delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad. Debierais eliminar todo pensamiento de enfermedad y de pecado y de otras creencias incluidas en la materia”.Ciencia y Salud, págs. 208–209;
Esta admonición sólo puede ser obedecida a medida que razonamos lógicamente de causa a efecto, a medida que nos percatamos y afirmamos “la poderosa realidad de Dios, el bien, que lo incluye todo,” la infinitud y perfección del Amor divino, el Espíritu omnipresente, y así ver que el hombre espiritual debe expresar por siempre esta divina perfección, puesto que es la imagen y semejanza de Dios. La Sra. Eddy nos presenta esto con magnífica claridad cuando dice: “El entendimiento a la manera de Cristo de lo que es el ser científico y la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta, — Dios perfecto y hombre perfecto, — como base del pensamiento y de la demostración”.ibid., pág. 259;
Como ejemplo de esto, supongamos que nos vemos enfrentados por alguna clase de enfermedad física. ¿Cómo aplicaremos la comprensión recién obtenida de una causa y efecto perfectos? Primeramente, debiéramos ver claramente que lo que aparenta ser malestar físico es en realidad una sugestión mental, la visualización de algún temor o alguna creencia falsa.
Cuando reducimos lo que aparenta ser una condición material a lo que en realidad es, es decir un estado mental, entonces podemos proceder confiadamente a destruirlo rechazando el sentido falso acerca del hombre y llenando el pensamiento con el sentido verdadero de la relación eterna e inquebrantable del hombre con Dios. Podemos saber que el amor de Dios nos rodea, que ciertamente vivimos en Él, tal como lo enseña la Biblia. Podemos saber que nuestro verdadero ser es la imagen, o el reflejo, de la perfecta Mente divina y, por lo tanto, no podemos estar conscientes de nada que sea desemejante a esta Mente.
Habiendo establecido un sentido claro de la perfección espiritual por medio de la comprensión y afirmación de la verdad, nuestro segundo paso es negar toda realidad a la tal llamada enfermedad y a sus síntomas engañosos. A través de la inspiración que obtenemos de nuestro trabajo afirmativo podemos denunciar vigorosa y confiadamente el error y ver claramente su nada absoluta. Entonces, se efectúa la curación.
Hace varios años, el autor de este artículo repentinamente se vio afectado por un intenso dolor interno, tan severo, que por un momento no pudo pensar claramente. En su aflicción se tornó a la presencia del Amor divino, que él sabía estaba siempre con él. Mientras oraba, de pronto se acordó de un artículo que había leído en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana en donde su autor decía que había aprendido que no existía tal cosa como un dolor insoportable. Decía, en efecto, que el dolor es mesmérico y que podía ser visto como tal, ser negado y destruido.
Obedeciendo este mensaje angelical, comencé a atacar la sugerencia de dolor con la verdad del ser. Me di cuenta de que el dolor no estaba localizado físicamente. Vi que era una ilusión mental que formaba parte de “la nulidad de la vida e inteligencia materiales”. Supe que mi verdadero ser, una idea espiritual perfecta, estaba a salvo en “la poderosa realidad de Dios, el bien, que lo incluye todo”. A medida que me aferraba a estas verdades y negaba la realidad del dolor, el error comenzó a disminuir, y en menos de quince minutos me sentí libre. Esta condición no ha vuelto a surgir.
Ya ha pasado más de un siglo desde que la Sra. Eddy descubrió la Ciencia del cristianismo, las verdades espirituales básicas que Jesús comprendió y utilizó. Durante este tiempo, la Ciencia Cristiana ha curado a multitudes de personas por todo el mundo de toda clase de enfermedades orgánicas y funcionales; del hábito al alcohol, al tabaco, y a los narcóticos; y ha reemplazado la pobreza con abundancia, y ha consolado al solitario y al de corazón quebrantado.
Éstas son las pruebas de que esta Ciencia es, en efecto, el Consolador prometido por Cristo Jesús. Todo estudiante sincero puede poco a poco comprender y demostrar sus reglas. A medida que estudia diligentemente la letra de la Ciencia y se esfuerza por expresar el espíritu de la Verdad y el Amor en su vida diaria, su capacidad de comprenderla mentalmente y de aplicar sus “dos puntos cardinales” aumentará en la misma proporción. Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Mateo 7:7.