Se hablaba de reencarnación. Hipnotismo. Percepción extrasensorial. Astrología. Viajes extracorpóreos. Escritura automática. Comunicación con los espíritus. Misticismo oriental.
Temas fascinantes.
La escena se desarrollaba en una gran universidad donde se estaba celebrando una conferencia sobre ocultismo. Un estudiante dijo con voz anhelante: “Ésta es la respuesta a mi ansia de entender lo desconocido”.
Pero la Biblia aconseja sabiamente: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. 1 Juan 4:1;
Lo que todos necesitamos conocer mejor es la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre. Todo lo que nos lleve a creer en un concepto material de Dios y del hombre obscurece nuestra capacidad de entender y experimentar la realidad espiritual. Por el contrario, todo lo que nos capacita para conocer a Dios como Espíritu y al hombre como espiritual, nos lleva a entender qué significa realmente ser llamado hijo de Dios, Su semejanza e imagen. Únicamente por medio de este entendimiento se obtienen libertad, gozo, salud y poder genuinos.
El ocultismo no explica lo incognoscible porque no se ocupa realmente de las coas espirituales. Sus diversas prácticas hipnóticas y fascinantes fenómenos sólo inducen al incauto a creer más profundamente en lo material. Y de la creencia solamente viene todo pecado, enfermedad, miseria y calamidad que ostentan ser parte normal de la experiencia humana.
¡Qué contraste con la vida de Cristo Jesús, tan llena de gloriosa inspiración! Todo lo que dijo e hizo fue un ejemplo de la substancia y realidad del Espíritu y de las ideas espirituales, y de la irrealidad e insubstancialidad de las creencias materiales acerca de la vida, cuyo único resultado es la continua discordancia. Cristo Jesús no se quedó paralizado de asombro ante el pecado, la enfermedad, la miseria y la calamidad. Los curó no por medio de milagros o magia sino por medio de la comprensión espiritual de que Dios, el Amor, nunca ha permitido que la discordancia forme ni la más mínima parte del ser del hombre. Y demostró que todos podemos probar esta verdad espiritual.
El ocultismo sugiere que los hombres pueden ser influidos tanto para el bien como para el mal por un sinnúmero de causas materiales misteriosas: la posición de las estrellas y planetas, la bendición o la maldición de otras mentes materiales, y el bien o el mal que se ha hecho en una hipotética vida material anterior. Sugiere que es posible ampliar la consciencia por medio del hipnotismo o del mesmerismo, por influencia propia o por sumisión voluntaria. Pero también pretende que uno puede ser hipnotizado o mesmerizado sin su consentimiento y sin que uno pueda impedirlo.
Sin embargo, con la Ciencia Cristiana podemos impedir toda forma de hipnotismo. Jesús probó que la Mente divina, Dios, que crea al hombre, nunca deja de influirlo — siempre con benevolencia. No existe realmente ninguna otra influencia. Los hombres, o bien parecen experimentar lo que falsamente creen ahora mismo sobre la supuesta vida material con sus causas y efectos imaginados, o bien experimentan la elevadora libertad de lo que ahora mismo comprenden sobre el Espíritu, Dios, y Su manifestación exclusivamente real. Jesús vino para despertar a los hombres del hipnotismo y del mesmerismo que estaban haciendo miserables sus vidas. Les mostró el gobierno que uno tiene sobre su existencia cuando uno entiende que está gobernado por el Principio, Dios, que sólo expresa amor.
El ocultismo sugiere que el poder reside en la voluntad humana y que se pueden obtener ventajas cuando se aprende a utilizar el poder de la voluntad. Sugiere que hay una misteriosa e inexplicable energía síquica que prevé y predice. Pero lo que prevé y predice está siempre ligado a suposiciones y profecías materiales. El ocultismo nunca revela las verdades espirituales sobre la nobleza e ilimitada habilidad que Dios le da al hombre, que liberan, bendicen y sanan.
Cristo Jesús enseñó que la habilidad y la nobleza nos vienen cuando, al igual que un niño, cedemos a las manifestaciones de la voluntad divina, no por medio de aseveraciones propias nacidas de la voluntad humana. Demostró a los hombres que, en verdad, hay un poder maravilloso a disposición de ellos, invisible a los sentidos físicos. Pero este poder es el Cristo, la verdad acerca de Dios y del hombre que nos viene a cada uno directamente de Dios, el Espíritu. De ninguna manera es síquico, y de ningún modo está arraigado o reside en el cerebro humano, consciente o subconscientemente. Es la voz de la Verdad mostrándonos lo que es verdadero acerca de la Vida y su magnífica manifestación y, por contraste, lo que no es verdadero — el concepto material de la creación. Este Cristo nunca maldice; siempre bendice por medio de la revelación de que el hombre es siempre totalmente hermoso.
¿Qué, pues, acerca de los sorprendentes fenómenos que a veces acompañan a la práctica del ocultismo?
Es fundamental que separemos lo genuino de la superchería, lo real de lo falso, la manipulaciones de la mente humana de la operación de la Mente divina. La Sra. Eddy escribe: “La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 86;
Las obras sanadoras de Jesús nos sacan de las tinieblas y del sueño de la vida material, no nos sumen más profundamente en él. Sus obras siempre fueron el resultado de una profunda comprensión de la realidad espiritual. Nunca fueron meras acciones misteriosas e hipnotizantes para cautivar y atraer la atención. Fueron ejemplos de la armonía que ya es realmente verdadera y de la eterna irrealidad de la discordancia. Fueron pruebas iluminadoras de la presencia del Cristo, la Verdad, el poder sanador de Dios.
A menos que un fenómeno ilustre el amor y la eterna solicitud de Dios hacia Su amado hijo, ese fenómeno no es real ni verdaderamente útil. Jesús dijo: “Si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”. Marcos 13:21, 22;
La Ciencia Cristiana está siempre de parte de Jesús. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Una demostración de las verdades del Alma según el método de Jesús transforma las visiones obscuras del sentido material en armonía e inmortalidad”. En el mismo párrafo indica precisamente qué incluye este “método”. Dice: “El despojar el pensamiento de equivocadas confianzas y rechazar los testimonios materiales, a fin de que aparezcan las verdades espirituales del ser, —ésta es la gran adquisición por la cual eliminaremos lo erróneo y daremos entrada a lo verdadero”.Ciencia y Salud, pág. 428;
Las “equivocadas confianzas” y los “testimonios materiales” del ocultismo nunca son el camino hacia la armonía o la felicidad. Únicamente cuando se tienen las ideas espirituales de Dios, reveladas por el Cristo, la Verdad, encontramos ese maravilloso mundo nuevo que anhelamos. Esto es nacer de nuevo, con nuevas visiones y nuevas esperanzas, todas ellas buenas. Pablo lo experimentó en sí mismo y, por lo tanto, pudo decir con autoridad: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2 Cor. 5:17;
¡Nada hay que estimule más que la verdad del ser! Es mucho más que un entusiasmo pasajero; llega al corazón. Nos muestra lo que realmente somos y, por lo tanto, lo que podemos esperar tener y hacer. Elimina los falsos temores, dudas y restricciones que el mundo material nos impone, y nos conduce para que seamos lo que realmente somos — alegres, libres, sabedores de nuestro propósito y maravillosamente satisfechos.
La luz de la comprensión espiritual, no la creencia en un sistema material obscuro y oculto, es lo que hace ver esta verdadera humanidad. La Sra. Eddy escribe: “Las varias doctrinas y teorías que presuponen que hay vida e inteligencia en la materia son otras tantas mitologías antiguas y modernas. El misterio, el milagro, el pecado y la muerte desaparecerán, cuando sea bien entendido que la Mente divina gobierna al hombre y que el hombre no tiene otra Mente sino Dios”.Ciencia y Salud, pág. 319.
