—¡Eres asombrosa! ¡En los veinticinco años que te conozco no has cambiado nada! — dijo una mujer a otra. —¿Qué? — respondió la otra con fingida sorpresa —. ¿Quieres decir que yo no he embellecido nada durante todo ese tiempo?
Pudo haber dicho: “¿Quieres decir que yo no me he vuelto más juiciosa, más vivaz, más feliz, más útil, — una persona y amiga más bella?” Conforme a la ley divina de desarrollo espiritual podemos esperar vernos, y ver a los demás, progresando y fortaleciéndonos continuamente en todos estos aspectos y en muchos más.
El hombre en su verdadero ser es la perfecta imagen de Dios; refleja Su naturaleza en toda la grandeza y gloria espirituales que le son propias. Todo individuo refleja el eterno desarrollo de las cualidades de la Verdad divina, de la Vida y del Amor eternos, del Espíritu, Alma, Mente y Principio infinitos. Su ser no es estático sino expansivo, como lo explica la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, desarrollándose eternamente, ensanchándose y elevándose más y más desde una base ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 258;
A medida que percibimos esta verdad indestructible del ser espiritual y hacemos nuestra la progresiva manifestación de las cualidades de Dios implícitas en los siete términos sinónimos mencionados, podemos estar seguros de ver año tras año desarrollarse en nuestra naturaleza y vida una ejemplificación más vigorosa y más bella de la imagen divina.
La vida mortal, con su pronóstico de decadencia, es una parodia de la verdad. Shakespeare, en su descripción de las siete edades del hombre mortal, lo pinta comenzando como un impaciente infante en brazos de su nodriza, desarrollándose hasta alcanzar una cima de fortaleza, entonces declinando hasta la decrepitud “sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada”.Como Gustéis, Acto II, escena 7; Si esto fuera cierto, entonces sólo podríamos lamentarnos al terminar un año y mirar aprensivamente hacia las posibilidades de uno nuevo. Llegado a cierto punto en la vida lo mejor que podríamos esperar sería no cambiar en nada, porque el cambio sólo significaría deterioro.
Sin embargo, la Biblia se refiere a la esplendorosa expectativa que razonablemente podemos abrigar cuando ponemos nuestra esperanza en Dios, y no en el sentido material. El escritor del libro de Job hace que Zofar, el naamatita, le diga al desconsolado Job: “Si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha;... tu vejez será más clara que el mediodía; serás radiante; serás como la mañana”. Job 11:13–15, 17 (según la versión King James de la Biblia);
La Sra. Eddy da a conocer las leyes divinas que gobiernan toda existencia. Nos dice: “El hombre, gobernado por la Mente inmortal, es siempre bello y sublime. Cada año que pasa desarrolla más sabiduría, hermosura y santidad”.Ciencia y Salud, pág. 246; La vida debe sernos a todos cada vez más bella a medida que cada vislumbre de la verdad eterna enriquece nuestro pensamiento. La promesa es condicional: “Si tú dispusieres tu corazón... serás como la mañana”. Mas la experiencia enseña que cuando cumplimos con la condición de elevarnos en oración hacia Dios, que es la Vida divina, y hacemos verdaderos esfuerzos por establecer Su ley de eterna perfección en nuestros corazones, el pasar de los años ciertamente trae mayor desarrollo de hermosura a nuestra vida y a nuestra apariencia.
Las creencias mortales atribuidas al transcurrir del tiempo son feas pero no inevitables. Se pueden evitar. Aun síntomas como la pérdida de los dientes, del cabello, de la vista y del oído — al igual que la disminución de cualidades espirituales tales como la vitalidad, la inteligencia, la utilidad y la alegría — pueden ser revocados. La Ciencia Cristiana afirma que el hombre verdadero es por siempre íntegro. Ningún reflejo puede jamás proyectarse como una imagen incompleta del original que refleja. Por eso la Sra. Eddy dice: “Es imposible que el hombre pierda algo que sea real, cuando Dios es todo y eternamente suyo”.ibid., pág. 302; Esta verdad divina, comprendida y retenida, no sólo detendrá el deterioro mental y espiritual sino que también eliminará la desintegración física. Hasta restaurará condiciones físicas que parezcan haberse ya deteriorado.
Como prueba de esta afirmación hecha por la Ciencia Cristiana de que el cuerpo humano puede renovarse, la Sra. Eddy cita en Ciencia y Salud el caso de una mujer de ochenta y cinco años de edad que recobró la vista, y de otra de noventa a la cual le salieron varios dientes nuevos (ver pág. 247). Muestras del poder que tiene el saber la verdad acerca de la integridad eterna del hombre ya se están manifestando en esta década, y continuarán aumentando a medida que mantengamos en el pensamiento las verdades científicas del ser y esperemos verlas demostradas.
Más aún: con la longevidad en aumento la humanidad está presenciando un marcado acrecentamiento en la actividad y en la expectación del bien por parte de aquellas personas consideradas ancianas. Hoy en día oímos hablar de septuagenarios matriculándose en cursos universitarios que los capacitarán para desempeñar útiles actividades futuras. De octogenarios aceptando empleos que desarrollarán en ellos capacidades latentes. Y nonagenarios que dan pruebas de estar gozando de una vida plena y activa, como la de aquel cuyo testimonio aparece en la página 462 de este Heraldo.
Cristo Jesús dijo: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Juan 8:51. Es natural que sus seguidores hagan planes para una vida continua — una vida abundante. La vida no debe ser para ellos meramente una cuestión de sobrevivir los elementos destructivos del tiempo, sino una actividad triunfante, progresiva y expansiva que muestra continuo desarrollo de sabiduría, vigor y alegría — cada año más bello que el anterior.
